Por Hugo Cárdenas Vera.- El 16 de agosto de 2020, Bernardo Leighton Guzmán, habría cumplido 111 años. Entre quienes conocemos su pensamiento y su obra lo llamamos “hermano Bernardo”, bautizado con ese título honorífico por el también falangista Ricardo Boizard, por la humanidad y fraternidad que
caracterizaba a Leighton, además porque él mismo, con su frecuente rostro sonriente señalaba,
respecto a que todas las personas somos iguales en dignidad, sin distinción de ninguna especie, que
“al final, todos somos hermanos”.
Se dice que el hermano Bernardo era un hombre de acción antes que de palabras, que
predicaba con la acción. Es verdad, sobre todo porque no se dedicaba a escribir libros: se dedicó a
la política, no a los negocios, dedicándose exiguamente a su profesión de abogado. Se desempeñó
como dirigente político, diputado y ministro, vicepresidente de la República, todos estos cargos en
varias oportunidades.
Sin embargo, siendo un “hombre de acción”, era un hombre «con fundamento”, como dirían mis antiguos antepasados chilotes. La praxis no es cualquier actuar, sino que es una acción que representa la materialización de una doctrina o de una ideología. Bernardo Leighton fue un hombre
profundamente católico y sembró en su vida las enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia.
Genuinamente se adelantó y fue parte del espíritu del Concilio Vaticano II, especialmente en la
concepción de “Iglesia servidora del hombre y no del hombre servidor de la Iglesia”; una iglesia que
se pone frente a los hombres, mirándolos a los ojos y hablándoles en su idioma, no una iglesia donde el
sacerdote predicaba de espaldas a los feligreses, con misas en latín.
Bernardo Leigthon fue un hombre del siglo XX, un cristiano del siglo XX, que representó la visión de la Iglesia Latinoamericana de opción por los pobres, especialmente a través de las Conferencias Episcopales de Medellín y Puebla.
Don Bernardo, además de amar profundamente a su esposa Anita, amaba profundamente a la humanidad y especialmente a los más débiles, a los desposeídos, al trabajador y al pobre. El pensamiento de Don Bernardo podemos conocerlo a través de sus innumerables discursos en encuentros partidarios de la Falange Nacional y el Partido Demócrata Cristiano, además en sus discursos como ministro y parlamentario.
Aspecto relevante de su pensamiento político lo conocemos en el contexto de la “Ley de Defensa de la democracia”, conocida comúnmente como “Ley Maldita”, por la Cual el Presidente radical Gabriel González Videla (1946-1952) promulgó la ley que proscribió de la legalidad al Partido Comunista de Chile, lo cual provoca un gran rechazo en un sector de la Falange Nacional, especialmente en Leighton y Tomic. El hermano Bernardo señalaba que dicha Ley era antidemocrática y que los comunistas tenían todo el derecho a participar en política, porque durante muchos años había conocido el actuar de dicho partido político en el país, y ejercían la política respetando el sistema democrático. Señalaba que no compartía el pensamiento marxista, que consideraba a la Unión Soviética como un régimen totalitario, pero juzgaba a los comunistas a partir de su actuar en Chile en las últimas décadas.
Relevante es considerar que en el contexto de este episodio don Bernardo despliega una profunda y sofisticada reflexión, demostrando su aguda inteligencia, sabiduría y honradez intelectual, algo que no se da frecuentemente en la actividad política, especialmente en nuestros días.
Señaló que a un partido político no debe juzgársele únicamente por su pensamiento o doctrina, sino por su actuar en la vida política democrática del país, dejando constancia de su «más completo desacuerdo con el criterio que sustenta el Presidente de la República y la mayoría derechista –Radical– Agraria frente al hecho, a las actividades y a los propósitos del Partido Comunista en nuestro país” establece algunos criterios generales para enjuiciar a los grupos y las personas: “Juzgar a los partidos políticos, como para juzgar a los hombres, no basta conocer sus principios, ni siquiera conocer sus actuaciones particulares. El juicio recto se forma con conocer los principios doctrinarios y las actuaciones concretas, pero todo eso requiere, además, una limpia y atenta observación a través de los años y de los acontecimientos”.
También don Bernardo decía, respectos a los comunistas, “Casi he sido majadero para decir que esa misma justicia social defendida por ellos en nombre de Marx, los falangistas la servimos en nombre del evangelio”.
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La visión de Leigthon era claramente anticapitalista, manifestando: “Nosotros los cristianos
colaboramos a la liquidación del régimen capitalista y presenciamos con satisfacción los síntomas
evidentes de su desaparecimiento”. Planteaba que la organización económica y social del país debía
tener como componente esencial la participación de los sindicatos, e incluso llegó a plantear una “democracia Proletaria”, razón por la cual muchas veces fue tratado de pro comunista por la derecha.
Señalaba Leigthon: “El capital debe ser principalmente dirigido por el trabajo organizado”.
Otto Boye señala al respecto: “Este es el principio central que debe regir, según Leighton, al nuevo
sistema que remplace al capitalismo vigente. No es el Estado el nuevo capitalista, sino más bien, el
trabajo organizado, esto es, el sindicato, el gremio, o la asociación respectiva”. Por último, bajo
el sugestivo título de Democracia Proletaria, Leigthon rechaza la posibilidad de que un esquema así
ahuyente a los capitales”.(*)
En la actual Democracia Cristiana frecuentemente se dice que el partido debe volver a sus
raíces. También se escucha al interior del partido, evocando el origen de la Falange y del
PDC, que “todo partió con Leigthon». Feliz Cumpleaños Hermano Bernardo.
Hugo Belarmino Cárdenas Vera, es co director de la Corporación Bernardo Leigthon Guzmán. Estas líneas fueron escritas a modo personal y no representan necesariamente la opinión de todos los directores de esa entidad.