Por Juan Medina Torres.- Nunca, en la historia política de nuestro país, los independientes habían logrado tanta notoriedad como en las últimas elecciones. Su número impresiona en la conformación de la Convención Constituyente, en gobernadores, alcaldías y concejales. La clase política tradicional se siente impactada y, más aún, desorientada, atendiendo a las declaraciones de sus principales voceros. Acusan una derrota desastrosa para los intereses que ellos representan porque los resultados evidencian un cambio de poder.
Para el ciudadano y ciudadana común, lo acontecido es un castigo a la falta de sentido común de la clase política en general y de los partidos en particular. No se dieron cuenta del significado que tuvo el estallido social, de los graves problemas sociales y económicos que generó la pandemia, de las profundas desigualdades que existen en nuestro país, todo lo cual se reflejó en la falta de confianza reflejada en las últimas encuestas donde el bajo nivel de aceptación del ejecutivo y el legislativo es notable.
Un dato importante: los adherentes a los partidos políticos suman un poco más de quinientos mil, frente a los más de quince millones de inscritos en los Registros electorales, o sea, más del noventa por ciento de los chilenos no milita en ningún movimiento o partido político.
Por eso, los independientes son solo independientes de los partidos, lo que no quiere decir que carezcan de ideas que representan hoy un legítimo anhelo de cambio en lo político, social y económico, para transformar nuestra sociedad.
Algunos de los programas que dieron a conocer los independientes antes de las elecciones tienen que ver con un Estado efectivamente descentralizado con base en la autonomía regional, política, administrativa y económica, incorporación de mayores mecanismos de democracia directa, protección de los derechos humanos. La salud y la educación, son para los independientes “funciones primordiales del Estado”. El ecocentrismo como el derecho de agua y recursos naturales, también forman parte de algunos de los temas que los independientes pondrán en la discusión para redactar la nueva Constitución.
Es cierto, que los partidos políticos son necesarios en una democracia, porque su tarea es ser los intermediarios de los intereses y expectativas de la ciudadanía, pero en nuestro caso lamentablemente un gran porcentaje de los y las honorables asumió el cargo para servirse y no para servir.
La función de los partidos, por lo tanto, es transformar las ideas de los ciudadanos en plataformas programáticas que interpreten los anhelos de la población. Pero el panorama político actual nos muestra una crisis en todos los partidos políticos, con surgimiento de liderazgos carentes de fundamentos ideológicos adoptando, muchas veces, decisiones por encima de los intereses y deseos de sus bases, sin métodos ni procedimientos democráticos internos.
Por ello, es urgente que los partidos asuman su responsabilidad y modernicen sus estructuras, sus estándares éticos, sus ideologías. Que no solo funcionen en épocas electorales.