Por María Victoria Peralta E.- Tras el debate presidencial organizado por la U. de Chile y que inauguró el rector Vivaldi, se contó al fin con un abordaje específico de la Educación que, como formadora de la sociedad, se merece. En esta materia, tanto las preguntas como las respuestas abordaron bastante el tema presupuestario, que por cierto es fundamental en todos los ámbitos y niveles educativos, en especial, si se piensa en este último caso, que en educación parvularia, sólo se atiende un 50 % de las y los niños que supuestamente tienen derecho a ella. Sin embargo, llamó la atención la pregunta que se le hizo a uno de los candidatos, frente a qué solución propondría para esa escasa atención, la que además se señaló que sería en un 40% de «mala calidad», por la infraestructura y la capacitación docente.
No sabemos en qué estudios se basan estos antecedentes, porque un 40% comprendería básicamente casi toda la educación pública (JUNJI, Integra, escuelas municipales y parte de las subvencionadas), sectores que, si bien tienen diversos problemas, se deja de lado que el tema de la calidad es bastante más complejo que los aspectos que se señalan, y que abarca a todos los niveles del sistema educativo. La política pública en calidad ha sido recurrentemente planteada en los programas de todos los últimos gobiernos democráticos, y si bien es cierto que hay avances, en los aspectos más de fondo que tienen que ver con el ideario en el que se supone que se sustenta la educación chilena, hay serios problemas pendientes que es lo que la limita y encasilla.
Ver también:
Sin educación no hay desarrollo sostenible
Grandes pensadores chilenos como Claudio Naranjo, Humberto Maturana, Gastón Soublette, Viola Soto, entre muchos otros, revelan que la educación chilena es tremendamente centralizada, desvinculada de las necesidades de los tiempos y de la vida de los estudiantes, sus familias y comunidades, muy instrumentalizada, homogeneizante y academicista; olvidando los objetivos más relevantes. Ello comprende en lo general formación humana integral, valórica y de derechos junto al desarrollo sostenible, en sus dimensiones sociales, ambientales y económica. En lo específico, implica temáticas como ciudadanía local y global, respeto a la diversidad en todos los aspectos culturales y biológicos; desarrollo de la iniciativa, de la indagación y de la capacidad innovativa y de adaptación a escenarios cambiantes; ocupación por el bien común y el bienestar de todos; estilos de vida saludable que incluye cambio de hábitos y de alimentación. En fin, son abarcadores y desafiantes los aspectos de lo que supone una educación para estos complejos tiempos.
De todas las opiniones vertidas por los candidatos, sólo dos abarcaron el tema curricular o de contenidos que responde al qué y por qué educar, que es el punto de partida de las demás decisiones institucionales, legales, metodológicas, didácticas y de formación de los docentes que comprende la calidad educacional. Los tiempos, el mundo y los seres humanos somos más complejos que ello. Ojalá la nueva Constitución y el Programa de Gobierno del futuro mandatario/a, asuman el gran cambio que se requiere, sino en el próximo período eleccionario, estaremos repitiendo casi las mismas propuestas, sin construir la sociedad que Chile y sus hijos necesitan.
María Victoria Peralta es doctora en Educación y Premio Nacional de Educación 2019