Por Jörg Stippel.- Chile todavía no es una democracia rutinaria y ha quedado demostrado en la jornada de elecciones. Cada proceso electoral pareciera ser un circo de lucha por la universalidad del voto.
Hay sectores interesados en que la gente vaya a votar masivamente y, ante la falta de transporte público, desarrollan espontáneamente campañas solidarias de recogida de personas para llevarlas a sus locales de votación. Las redes sociales se inundan de llamados a suplir falencias estatales en generar las condiciones mínimas para el acceso igualitario a las mesas de escrutinio. Otros usan su creatividad para criticar con humor o con rabia esas falencias.
Personas afines al sector conservador y radical de derecha, en cambio, llaman abiertamente a acciones para boicotear el proceso de escrutinio público del voto, o impiden que sus trabajadores vayan a sus lugares de trabajo para dificultar así el debido funcionamiento del transporte público. Esas acciones van en desmedro de la legitimidad democrática del sistema completo.
¿Es necesario todo esto? Por un lado, la solidaridad espontánea y de emergencia que responde a la ineficiencia o falta de voluntad gubernamental en organizar elecciones limpias, y, por otro, la pequeñez de un mal perdedor o antidemócrata. La respuesta es sencilla y clara: no, no es necesario que Chile pase por todo eso. Hay otras democracias con amplias experiencias en procesos electorales que podrían servir de ejemplo.
En las últimas elecciones en Estados Unidos fueron casi 100 millones las personas quienes emitieron su voto de manera anticipada. También vimos el caso de la segunda vuelta de las últimas elecciones municipales de Baviera donde -y debido a la pandemia- la única forma de emitir el voto fue mediante carta. ¿Qué es lo particular de Chile que hace que sólo se puede emitir el voto en un sólo día? ¿Por qué el Estado no actúa con pertinencia a las necesidades de la gente en vez de imponer su día único de “gracia democrática”? Extender la jornada, permitiría resolver, por ejemplo, el problema del transporte.
Asimismo, sería una posibilidad para aquellos que no pueden votar por razones de salud, viaje o por estar en prisión preventiva. ¿Votar tiene que ser muestra de un sacrificio o compromiso especial con la democracia, o podemos entenderlo como simple elemento constitutivo cuyo ejercicio requiere ser fomentado de la mejor forma posible por el Estado?
¿Y en Chile? Pareciera que la universalidad del voto y la mayor participación de todos los sectores no es lo que se busca. Se quiere que voten los que tienen un vehículo propio y que puedan organizar su tiempo para estar libres el día de las elecciones. Con eso se está perjudicando a los electores que se quieren encantar con la idea de la participación cívica y así con la política como vía para construir una nueva sociedad.
Jörg Stippel es Doctor en Derecho y académico en la Facultad de Derecho de la Universidad Central.