Por Rodrigo Larraín.- Diversos dirigentes y funcionarios del Estado nos comunican que tienen todo preparado en el caso de que sea necesario racionar el agua. Están satisfechos por ser tan previsores, así que esta larga sequía de 12 años nos hará poca mella en el caso de inexistencia de lluvias este invierno. Pero yo no estoy tan jubiloso por las medidas anunciadas, pues muestran la desidia de nuestras autoridades en materia hídrica.
La gran sequía con racionamiento de agua en Santiago fue la de 1968. En esa época ya se discutían cuestiones ecológicas, pues Chile se desertificaba; los optimistas apostaban en que el desierto se detendría en el Norte Chico, pero la historia no les dio la razón, ahora el desierto llegó a la zona central y avanza hacia el sur.
La falta de preocupación de las autoridades de las últimas décadas es patética ya que desde hace años debería existir una comisión nacional dedicada a entender, prevenir y remediar la carencia de agua en Chile; el robo de agua, el término del riego, los camiones aljibes, son muestras de la irresponsabilidad de quienes nos gobiernan y nos han gobernado de hace muchos años. La falta de cuidados a la naturaleza parece ser casi una opción de fe.
Pero hubo personas que demostraron su amor a la Patria pensando soluciones. En 1970 un distinguido ingeniero de la CORFO, don Héctor Fouquet, realizó un proyecto para traer agua desde el sur a Santiago. Se trataba de traer por la cordillera tubos de plástico de gran tamaño dispuestos de tal forma que pudiera aprovechas la fuerza de gravedad producida por declives, un inteligente aprovechamiento de la física puesta al servicio del país. Desafortunadamente el proyecto no se implementó debido al golpe de Estado. Un homenaje para este ingeniero.
Eso nos haría falta: una gran coordinación de ministerios, universidades, centros de investigación de otros países con experiencia en sequías y personas con gran creatividad en estos temas de agua y sequía, traslados y prospecciones acuíferas de zonas inexploradas. Esto debe funcionar contra el tiempo y sin resignarse al puro racionamiento. No podemos seguir esperando hipotéticas lluvias para que las autoridades canten bajo ellas.
Rodrigo Larraín es sociólogo y académico de la Universidad Central