Por Hugo Cox.- Asistimos cada vez más a una profundización de la crisis y las recetas esgrimidas no dan cuenta aún de cómo pueden ayudar a solucionarla.
Si miramos nuestra historia y vemos el período que va de 1970 a 1973, vemos una fuerte crisis que no tuvo una solución política y se cayó en la solución más nefasta de la historia. Pero veamos sus causas y que sirva de lección para no repetir esos errores, más cuando desde el gobierno no se ve una profunda autocrítica de lo que sucedió el 4 de septiembre pasado.
Han existido muchas explicaciones sobre el golpe militar y es claro que no puede ser visto de manera unidimensional, como lo ven ciertos sectores de izquierda y de la derecha, visiones mecánicas de la historia partir de las cuales parece como si fuera el golpe el que paralizó la historia y, por lo tanto, las explicaciones van desde una simplificación de los fenómenos, hasta afirmaciones aisladas o contradictorias de los contextos.
La explicación es compleja y obedece a causales múltiples, y todas ellas actúan en conjunto, algunas de ellas son:
- Había sectores que, sin pasar por una transición, como lo planteaba el programa de gobierno, afirmaban que se debía llegar directamente al socialismo, para lo cual había que agudizar las contradicciones de la “sociedad burguesa”.
- El sectarismo no permitió atraer a la Democracia Cristiana (ver, por ejemplo, el programa de gobierno de Radomiro Tomic) o sectores importantes de ella. Eso, al tiempo que la derecha supo dividir al Partido Radical y atraer a la DC.
- Además, surgieron estrategias contrapuestas: unos planteaban detener el proceso, consolidar lo conquistado, acercarse a la Democracia Cristiana y al Iglesia como puente de estas conversaciones (estrategia sostenida por el Partido Comunista), y otros planteaban acelerar el proceso para que las contradicciones se profundizaran y armar al pueblo, para defender la revolución, muy en la línea de Fidel Castro.
- Manejo irresponsable de la economía que afectaba la seguridad nacional.
- Para evitar una segunda Cuba en América Latina, el golpe se digita y planifica desde Estados Unidos y, además, se financian las operaciones internas de desestabilización, mientras la Unión Soviética solo da consejos… todo esto en el marco de la Guerra Fría.
Este cuadro de contradicciones y de una polarización que se agudiza con el transcurso del tiempo, cruza a todos los sectores de la sociedad. (Rodríguez Elizondo)
Lo anterior nos permite explicar una serie de hechos de hoy que tienen su base en los años 70 y las señales son complejas.
La política no es un acto lleno racionalidad, sino que también tiene una fuerte carga emocional. A raíz de esto, José Rodríguez Elizondo en una entrevista al diario El Mercurio en febrero de este año sostenía:
“Refundación es un eufemismo para evitar la palabra revolución. Refleja un reconocimiento soslayado de que las revoluciones reales en la región, comenzando por la de Cuba, distan de ser un modelo viable o envidiable. Sin embargo, como la política no es necesariamente racional y también se hace con sentimientos, esa realidad no mató el romanticismo de los jóvenes politizados. Indignados con la performance de la mayoría de nuestros políticos profesionales de izquierdas y derechas, hoy tratan de ejercer una acción revolucionaria sin modelo confeso, con opciones temáticas y sin respaldo teórico. Quizás sin saberlo buscan el viejo “hombre nuevo” del viejo marxismo, para instalarlo en un Chile Nuevo”.
A partir de lo expresado anteriormente, el nuevo ciclo histórico que se inicia con el Frente Amplio y el Partido Comunista hay que observarlo con atención, ya que el Presidente está sometido a contradicciones. Por una parte, quienes lo acompañan tiene estrategias distintas y con mucho voluntarismo; pero quien llega al gobierno está sometido a la ética de la responsabilidad (Max Weber). Además, se presentan fenómenos complejos, como por ejemplo, las distintas temáticas presentes (feminismo, medio ambiente, identidades, etc.) que complejizan aún más el momento histórico. Al mismo tiempo, asistimos al colapso de los partidos políticos históricos, que deben renovarse también en la ética de la responsabilidad y dejar a un lado la ética de las emociones, en que la resolución de las complejidades no admiten soluciones simplistas y mecánicas. El contexto mundial y nacional requiere que las soluciones necesariamente tomen en cuenta dichas realidades.