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Las ollas comunes: una instancia de participación social

Por Juan Medina Torres.- Poco a poco los medios de comunicación informan la instalación de ollas comunes como una estrategia de subsistencia en diferentes barrios, villas, poblaciones y campamentos de nuestro país. Ellas son una muestra de las dificultades laborales, económicas y sociales que vivimos, ante lo cual pobladoras y pobladores han ido generando una instancia de participación comunitaria con el fin de resolver la necesidad básica de comer.

Organismos internacionales advierten que los niveles de pobreza aumentarán notoriamente en América Latina como consecuencia de la crisis sanitaria. En este contexto, las ollas comunes son una expresión directamente relacionada con la cesantía y la subocupación. Ellas son parte de nuestra historia.

Mujeres líderes de la gestión

La actual crisis sanitaria evidencia una participación activa de las mujeres en la gestión de ollas comunes y, particularmente, en la preparación de los alimentos. Históricamente la mujer posee un aprendizaje, una memoria social para hacer frente a las vicisitudes económicas, erigiéndose en personajes políticos claves en los sectores más humildes y vulnerables de  nuestra población, usando siempre la organización comunitaria.

La olla común nace en tiempos de tragedia y dado que las cifras de desempleo inciden mayormente en la fuerza laboral femenina, creo que la mujer ha dado un ejemplo de cómo gestionar diariamente una solución comunitaria.

Hoy la gestión de la olla común es más compleja por efecto de la pandemia. Es todo un aprendizaje que requiere de diversas estrategias diarias dignas de destacar por la composición social, recursos materiales, capacidades organizativas y logísticas que ella conlleva.

La ayuda solidaria es uno de los pilares que las sostiene en el tiempo y en el espacio. Donaciones de vecinos, comerciantes del sector donde se ubican y aportes anónimos de personas, les permiten superar la pandemia del hambre para que miles de nuestros compatriotas satisfagan diariamente la necesidad básica de comer.

Cada olla común es una historia de vida donde todos se identifican como iguales y el uso de las redes sociales (desde Twitter hasta Facebook e Instagram) ha sido importante en la tarea diaria de superación de los obstáculos y alcanzar las soluciones  que se han propuesto. No hay tiempo para lamentaciones.

Por la pandemia del COVID-19 se han extremado las medidas sanitarias en la manipulación de alimentos y, en muchos sectores, se ha implementado un sistema delivery que permite a los vecinos que están inscritos recibir su alimento en casa.

Es un hecho que hemos retrocedido en materia de pobreza profundamente, y salir de ella es materia de tiempo y recursos. Algunos señalan que es tiempo que es tiempo que Estado de Chile se endeude y haga el gasto social que corresponde.