Por María de los Ángeles Carrasco.- Es ampliamente reconocida la importancia de la lactancia materna por sus beneficios para niños y niñas, pero las cifras demuestran que aún existe un porcentaje de lactantes que no son amamantados con leche materna según la Organización Mundial de la Salud, menos de la mitad de los lactantes son alimentados con lactancia materna exclusiva.
Dentro de los múltiples beneficios que entrega la leche materna destaca que proporciona anticuerpos desde el momento del nacimiento, en forma de calostro, el cual cumple el rol de ser la primera vacuna natural que recibe el recién nacido, una propiedad que se mantiene conforme avanza la lactancia.
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La leche materna siempre es beneficiosa, ya que con el paso del tiempo se va adecuando a las necesidades nutricionales e inmunológicas que tenga el niño o niña, un antecedente clave para que madres, padres y la sociedad conozca, fomenten y faciliten la lactancia materna.
Frente a esta premisa, resulta clave que las y los niños cuando se enferman deben seguir siendo amamantados, para recibir una leche con mayor cantidad de anticuerpos que favorecerán una recuperación más rápida. Salvo en situaciones muy particulares se indica suspender el amamantamiento, como es por ejemplo un niño que por la gravedad de la enfermedad se vea imposibilitado de succionar el pecho materno, pero en la mayoría de los casos se buscan ajustes donde pueda seguir recibiendo leche materna y sus beneficios.
Con el retorno a la presencialidad, y el periodo otoño invierno que se aproxima, muchos lactantes se han incorporado a salas cunas y jardines infantiles, niñas y niños que no habían sufrido enfermedades respiratorias o gastrointestinales se han enfermado o enfermarán, ante este escenario el llamado es a mantener la lactancia materna por el mayor tiempo posible.
La leche materna no eliminará las enfermedades, pero los cuadros podrán ser menos graves y acotados en su duración, ya que sus propiedades se van adecuando según las necesidades de cada niño o niña, lo que contribuye a una recuperación más rápida.
Frente a esto, resulta clave el apoyo de los espacios laborales, como las salas de lactancia materna en que cumplen el rol facilitador, naturalizando la lactancia, convivencia y cuidados en las primeras etapas de la infancia, dando garantías a este factor protector frente a los fríos meses que se avecinan.
Otras medidas para enfrentar de la mejor forma el período invernal, además de la mantención de la lactancia materna, son el correcto y frecuente lavado de manos de la madre, padre y cuidadores, junto con mantener al día las vacunas tanto de niños y adultos.
María de los Ángeles Carrasco Fernández es académica de la Carrera de Enfermería en la U. Central