La sociedad líquida es un concepto que está presente en los análisis de las sociedades contemporáneas logado al postmodernismo. Hugo Covarrubias Valenzuela, académico de Trabajo Social de la Universidad Central, explica sus características conceptuales y cómo en su opinión nos lleva a una postmodernidad de lo absurdo.
Por Hugo Covarrubias Valenzuela – Estamos en una etapa de cambios vertiginosos y en ocasiones profundos. Esta es la época, como la nombra el sociólogo Zygmunt Bauman, de la “modernidad líquida” que hace referencia a que todas las estructuras sociales, políticas, económicas y culturales se deshacen y se transforman constantemente. Así el ser humano debe estar siempre adaptándose a estos cambios, que en ocasiones nos hace avanzar hacia una nueva forma de vivir, la también llamada “posmodernidad de lo absurdo”.
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Esta nueva noción de “lo absurdo» se refleja y se expresa en características culturales, políticas y sociales, que nos hacen desafiar las lógicas tradicionales. En este contexto, una de las más potentes evidencias son los medios de comunicación: en ocasiones desinforman a la opinión pública, generando incertidumbre e impidiendo saber qué es lo real a la hora de tomar decisiones.
Por otro lado, la política y sus discursos carecen de congruencias. Se centran en una retórica emocional, dejando de lado el pensamiento crítico. Proliferan discursos populistas y la política no está dando respuestas sensatas a los ciudadanos.
En la esfera cultural, también apreciamos el incremento de consumo de dispositivos y pantallas que alimentan sin proteínas a la cultura popular. Un ejemplo de esto es la involución en las parrillas programáticas de la TV que hoy nos presentan contenidos nacidos en los años 90 y la década del 2000, que se viralizan con rapidez, multiplicando la sensación de que lo verdadero e incuestionable es lo más viralizado.
La sociedad de lo absurdo define lógicas más individuales que colectivas, y genera una fragmentación del ser humano que busca permanentemente identidad, o algún referente para poder sentirse parte de una sociedad que excluye, ya no sólo en lo económico, sino que también en lo político, y en lo cultural.