Por José María Vallejo.- Hace unos días vi este posteo en un muro de Facebook y me permito reproducirlo:
“Día 42 y todavía no sabemos quién quemó el Metro. Debe ser el aparato de inteligencia más inepto del mundo. De hecho si el único detenido hasta el momento es un profesor de matemáticas de 36 años, quién rompió, a cara descubierta, un torniquete, es que estamos en presencia de la policía más estúpida del mundo.
Si se quemaron 20 estaciones de Metro y no tenemos imágenes ni sospechosos, es posible que estemos arriba de una gran mentira, de un enorme montaje con alcances insospechados.
Si, por el contrario, fue un grupo de anarquistas con la organización, experiencia, táctica y capacidad de usar bombas con detonadores cronometrados, acelerantes y retardantes de fuego etc… ¡estamos en presencia de una organización que es mejor que Al Qaeda, que el IRA y que la ETA juntos! Son tan buenos en lo que hacen que aún no encuentran a ningún sospechoso y nunca más realizaron otro atentado de esa magnitud, se han quedado piola, o sea son unos anarquistas muy disciplinados…Tanto en las Torres Gemelas, como las bombas en los buses de Londres y el atentado en la estación de Atocha en Madrid, los organismos de seguridad e inteligencia se demoraron no más de 48 horas en encontrar a los responsables. Tenían imágenes y en televisión pedían a la población que les ayudara a identificar a los sospechosos. Aquí a pesar de las 28 cámaras por estación no sabemos de una sola imagen de un individuo tratando de quemar el Metro… En Chile llevamos 6 semanas y aún no sabemos nada de ese enemigo «poderoso e implacable» con el cual el Presidente está en guerra”.
Tres días después, cuando ya llevamos 45 días desde el inicio del estallido social, seguimos sin saber. Es preocupante la sensación de miedo que se ha instalado desde el 18 de octubre. Lo dije en este mismo espacio a pocos días de esa fecha y en medio del estado de emergencia: algo no cuadra.
Puedo estar de acuerdo con que la presencia de piquetes de violentistas organizados, quizás anarquistas, que han sido típicos en las protestas urbanas desde hace años. Y puedo estar de acuerdo con la tesis de que muchos actos de violencia forman parte de la estrategia del narcotráfico para tomar más territorio. Podríamos incluso obviar los casos de funcionarios de Carabineros sorprendidos y filmados participando de las protestas y de actos violentos. Podríamos no creer en ninguna de las teorías del complot que circulan con mayor o menor prueba en las redes sociales.
Lo que no se puede obviar es un eslogan que se repite de manera incesante en torno a la violencia que amenaza con destruir la democracia, de un enemigo que nadie sabe dónde está. Sin evidencias, sin acusados, sin nada que demuestre el discurso.
El mensaje en Facebook refuerza lo que señalé el 20 de octubre pasado: o este enemigo es alguna clase de guerrilla urbana de inusitada capacidad e inteligencia, o la incapacidad de mantener el orden es proverbial…
Mientras tanto, la agenda de seguridad superó a la agenda social (que ya era débil, pero era algo): los parlamentarios pasaron una reducción “temporal” a sus sueldos, y de la posibilidad de cambiar la constitución cada vez se habla menos.