Alejandro Félix de Souza conmemora los 50 años del golpe en Uruguay con una conversación entre tres ex presidentes que, desde la experiencia de la recuperación de la democracia, reflexionan sobre la política y el futuro. Una verdadera lección de diálogo y tolerancia.
Por Alejandro Félix de Souza (desde Panamá).- El artículo de hoy nos va a dejar una lluvia de ideas y respuestas a muchos dilemas del presente, particularmente para Panamá y América Latina.
Debo confesar que fue pura casualidad que este artículo y el anterior “se hablen”, ya que en el anterior teníamos una entrevista modélica, de esas de colección, realizada por el gran intelectual disruptivo español, Fernando Sánchez Dragó, al histórico (y muy ágil mentalmente a sus 91 años) líder del Partido Comunista Español, Santiago Carrillo, que nos muestra cómo dos personas, a pesar de estar en las antípodas del pensamiento, uno de otro, podían conversar inteligentemente, aún en temas muy polémicos y dolorosos para el pasado y presente de España y la Humanidad, de una forma madura, adulta, y respetando la humanidad del otro.
Una de esas ráfagas que nos lanzan las musas de la inspiración me llevó, cuando vi este excelente diálogo que va a ser el protagonista del día de hoy, a transicionar desde el “Duelo de Titanes”, a éste, que apela a una “Concordia de Titanes”.
Y es que, en medio de la fragmentación política que sufren todas las sociedades, principalmente por ese fenómeno tan penoso que es la deshumanización, el despojar de su carácter humano a quien “piensa distinto”, quiero poner en valor esta conversación de “veteranos de la guerra y de la paz” que estarán compartiéndonos algunas frases de colección.
Me refiero a los tres expresidentes de Uruguay que aún tenemos entre nosotros y que han sido, junto con los ex presidentes Jorge Batlle y Tabaré Vázquez, hoy fallecidos, grandes maestros para nuestra generación, en el entendimiento de que, más allá de las diferencias políticas, los uruguayos (y por extensión, los seres humanos en general) somos parte de una “comunidad espiritual” (una hermosa frase de otro gran líder político uruguayo, Wilson Ferreira Aldunate, también fallecido, pero que fue fundamental en el regreso a la democracia en Uruguay, y en la pacificación del país).
Así es que este “Concordia de Titanes”, enlaza con “Duelo de Titanes”, de la semana pasada.
He tenido la suerte de haber conocido a estos tres ex Presidentes, los cuales han estado presente en mi vida de muy diferentes maneras, y por eso, como muchos uruguayos, mirándolos desde el respeto por su intelecto y la contribución que están haciendo para que el país siga en modo de “mejora democrática continua”, que ha llevado a Uruguay a ser catalogado por “The Economist” como una de las 15 democracias destacadas, reales y funcionales del mundo, los siento como parte de una familia extendida. Por eso me voy a permitir hablar de ellos desde la impronta que han dejado en mi visión de ciudadanía.
Julio María Sanguinetti fue el Presidente del retorno y preservación de la democracia en Uruguay, y tuvimos el gusto de tenerlo hace tres meses en Panamá, invitado por el Presidente del Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP), Rubén Castillo. En 1985, en su primera presidencia, don Julio María convocó para liderar la Cancillería de Uruguay, como primer Ministro de Relaciones Exteriores de la democracia recuperada, a un funcionario internacional uruguayo de larga trayectoria como Secretario Ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL): el inigualable Enrique Iglesias, que fue mi primer jefe en una de las etapas más legendarias de esa formidable Cancillería uruguaya.
Enrique conformó un gabinete de política exterior de lujo, en el que tuve profesores de la universidad, y también grandes maestros. Y una de las innovaciones que trajo fue la de introducir un período probatorio de un año luego de que los aspirantes a ingresar al Servicio Diplomático profesional o de carrera, aprobaran los cuatro módulos del examen de oposición y méritos (que ya venía del Gobierno anterior). En ese examen podían participar todos los ciudadanos uruguayos que tuvieran secundaria terminada, aunque obviamente en la parte de méritos, pesaba mucho en el puntaje el que las personas hubieran completado la universidad.
A mis dieciocho años, me convertí en la persona más joven en la historia de la Cancillería en aprobar esos exámenes y, con eso, me metí en una aventura profesional y personal que me cambiaría la vida. Recuerdo hasta el día de hoy que Enrique Iglesias pidió conocerme en persona y fue una experiencia inolvidable. Cada vez que lo veo (ya tiene 91 años), me acuerdo siempre de ese momento. Y tuve en esa Cancillería estelar, grandes maestros, como Carlos Pérez del Castillo, Agustín Espinosa, Felipe Paolillo, Didier Opertti, Gustavo Magariños, para mencionar sólo algunas grandes personalidades internacionales de Uruguay, entre decenas de modelos inspiradores, quienes moldearon con el ejemplo del amor full-time a la función pública, y a la República, mi dedicación a servir al país donde había nacido.
A don Julio María, por lo tanto, mi agradecimiento eterno por haber liderado el proceso de recuperación de la forma de vivir democrática, laica y republicana tan característico y tan natural, como el aire que se respira, de ese Uruguay de oro en el que habían vivido mis padres, abuelos y bisabuelos desde hacía más de cien años, y que me tocó vivir de primera mano, permitiéndome establecer mi “línea base” o estándar mínimo aceptable de lo que debe ser una república democrática representativa liberal, tolerante, pluralista e inclusiva, que es mi ADN de ciudadano del mundo, sin importar el país donde viva.
El ex Presidente Luis Lacalle Herrera fue el segundo presidente de la democracia recuperada, de la que esta semana que termina, este 27 de junio pasado, recordamos los 50 años del momento de su caída.
Como todos los presidentes uruguayos de esta etapa post-1985, tomó las bases de lo que dejaba el gobierno anterior (en Uruguay se ve muy mal eso de que “el mundo comienza con nuestro gobierno, antes no se hizo nada”), y se enfocó fuertemente en preparar al país para ser competitivo en el futuro.
Fue una presidencia altamente innovadora y disruptiva, que comenzó con un gobierno de coalición, pero que, al tener fuertes diferencias con Julio María Sanguinetti, los vio enfrentados políticamente. Su Canciller, el doctor Hector Gross Espiell, un gran internacionalista y también profesor mío, presentó otra innovación, que fue la de establecer la posibilidad de que los funcionarios de carrera diplomática que quisieran ser destinados a cumplir funciones en el exterior, pudieran indicar tres destinos de su preferencia, los cuales iban a ser evaluados por una Junta o Comisión de Destinos, ocupados por altas jerarquías de la Cancillería.
Cuando yo regresé de estudiar en Florencia, éramos pocas las personas que cumplíamos con las condiciones de poder salir al exterior, ya que en la primera tanda se había adjudicado casi la totalidad de los destinos diplomáticos, así que pude poner entre mis opciones Japón, Santa Sede y Nicaragua (la cuarta opción para mi grado en el escalafón era Gabón). Como yo era un soltero con apenas 22 años, y Japón era muy caro para personas con familia o hijos, la Junta de Destinos decidió que yo debía ir a Japón.
Esta decisión nuevamente cambió mi vida, pues me tocó vivir una etapa esplendorosa de ese país, conocer a gente interesantísima (reyes, presidentes, primeros ministros, premios Nobel, escritores, artistas, científicos, deportistas, incluyendo a Maradona, y hasta a Jacques Cousteau). Pero todo esto palidece frente al hecho que en Japón conocí a la compañera de mi vida, Maria Gabriela, ya que fue en ese país donde conformamos un hogar donde nacería nuestro primer hijo (el parto en Japón da por sí mismo para un relato aparte), y a que hicimos amigos y “familias adoptivas” que nos duraron para toda la vida, y que han sido un factor fundamental en nuestra vida.
Me tocó también ser parte de la primera entidad del Estado en recibir un correo electrónico enviado por el Gobierno de Uruguay, cuando el Presidente Lacalle hizo un pequeño acto de enviar el primer correo electrónico al lugar más “en las antípodas” del Uruguay, que era Japón. Cuando digitamos el texto para acusar recibo de ese correo electrónico, no podía ni remotamente intuir cómo ese tecnología iba a cambiar nuestro futuro laboral, profesional e intelectual, acercando los intercambios de información y comunicación en tiempo real. No pasaron unos meses sin que ya mis padres y yo disfrutáramos del intercambio diario de correos electrónicos, simplificando nuestras vidas, y permitiéndonos ahorrar muchísimo dinero en llamadas telefónicas a larga distancia. Esto, que los de nuestra generación podemos re-visitar y darnos cuenta de lo que significa, es sumamente extraño par nuestros hijos y nietos, para quienes es natural y congénita la realidad del mundo digital de esta época.
Al ex Presidente José Mujica lo conocí a principios de la década de los noventa, antes de irme a Japón. Lo recuerdo llegando en motocicleta (ese era su medio de transporte, aunque ya era un cincuentón), y en ropa informal, a la Cancillería, que era un ambiente donde vestir de saco y corbata era “el uniforme”. Hablaba con un lenguaje llano, sencillo, y con acento del interior, típico de quien vive en la parte rural del departamento de Montevideo, donde viven pequeños agricultores dedicados al cultivo y venta de frutas, verduras y flores a los mercados públicos.
Mi querido padre que, en su sencillez y humildad, cercanía y don de gentes, es la persona con autoridad más democrática, republicana y tolerante que he tenido la oportunidad de conocer de verdad, tenía una experiencia directa de vida con Mujica. Su hermano era amigo de mi papá, al igual que el hermano de Raúl Sendic, el fundador de la primera y más exitosa guerrilla urbana de occidente, como fue el Movimiento de Liberación Nacional Túpac Amaru (MLN), llamados “tupamaros”, y que fue objeto de numerosos libros y películas, entre ellas la famosa “Estado de Sitio”, del cineasta franco-griego Constantin Costa-Gavras.
Mi padre, que en esa época era inspector y un oficial especializado en investigaciones criminales de la policía, su vocación de toda la vida y por la que renunció a otras posibilidades más acordes con su talento, como la abogacía, dio con la pista de José Mujica y encabezó el esfuerzo de su detención, en un gobierno democrático, solicitando que se respetaran sus derechos y la integridad de su vida. También mantuvo comunicación con su hermano, para que supiera dónde estaba, y como eran las condiciones de su reclusión. Esa integridad profesional de mi padre fue la que le generó admiración y respeto por parte de sus colegas y dirigentes políticos de todas las orientaciones, hasta su temprano y repentino fallecimiento hace más de una década.
Como analista, me gusta quitarle todos los “fuegos de artificio” de fanáticos acríticos de Pepe Mujica, que es un “rockstar” político, particularmente entre los jóvenes, y valoro mucho de él su sensatez, pragmatismo y re-orientación de su fuerza política hacia la centro-izquierda pragmática, hacia la preservación y re-valorización de lo que en su juventud él y sus compañeros de lucha menoscababan como “democracia burguesa”.
Siempre dije que Pepe Mujica es un gran ejemplo de cómo ese crisol democrático-republicano uruguayo puede transformar a alguien que se levantó en armas contra la democracia, iniciando el proceso de turbulencia social que nos trajo de regalo a la dictadura militar, hasta convertirse en un poderoso adalid y defensor de las posibilidades que la democracia y la república ofrecen para avanzar hacia una mejor sociedad, tanto desde la izquierda como desde la derecha, pasando por el centro.
En noviembre pasado, mientras se llevaba a cabo la Feria del Libro en Uruguay, donde me encontré con los sobrevivientes de la tragedia de los Andes. Otro hito de esa feria fue la presentación de un libro donde en forma conjunta, dos políticos que históricamente eran antagonistas, como Julio María Sanguinetti y José “Pepe” Mujica, dialogaban sobre la importancia de la preservación de la democracia, del diálogo entre visiones políticas diferentes, y de que los jóvenes que no habían vivido la turbulencia del pasado, comprendieran la importancia de evitar que la democracia vuelva a caer.
Un amigo periodista en Panamá me dijo alguna vez que “conversar contigo es recibir una ráfaga de metralla de titulares, están buenísimas esas frases”, lo que me hacía mucha gracia, pero quizás es por esa costumbre tan de uno que es hablar con analogías, metáforas, y la antropomorfización de situaciones, para hacerlas más cercanas a nuestro entendimiento.
En esta entrevista que les comparto, veremos definitivamente una delicia de “ráfaga de titulares” donde estos “veteranos de la guerra y de la paz” nos van a compartir perspectivas y vivencias para reflexionar sobre el estado actual y deseable de nuestra convivencia ciudadana, para preservar las bases de la democracia, y cómo desde la responsabilidad inescapable e inexcusable de nuestra esfera individual de actuación (para que no nos excusemos en “los políticos”), podemos contribuir, como lo expresé en mi artículo anterior, a tener una mejor democracia, y una mejor sociedad como efecto directo de esa mejor convivencia en la polis. Debemos tener siempre presente esa frase de Goethe que me acompaña desde la niñez, referida a nuestra responsabilidad individual en contribuir a hacer un mundo mejor: “Limpia el frente de tu casa, y el mundo será limpio”.
Bajo la dirección y conducción de Alfonso Lessa, a quien conocí cuando tenía 20 años, pues visitaba seguidamente a su tío Manuel, quien era mi jefe en la Cancillería y quien ha escrito algunos libros fundamentales sobre el periodo pre y post dictadura) que se llamó “Estado de Guerra”, esta “Concordia de Titanes” nos deja mucho, mucho para pensar.
No es menos destacable que este programa se grabó en el Canal oficial del Estado (en Uruguay es muy censurable que el canal de televisión del Estado se embandere con el partido que está en el Gobierno), y no deja de admirarme el que tres expresidentes, todos pasando los ochenta años, puedan hablar de todo y con todos, sin guiones, sin preparación, sin notas.
Esta madurez de entender que se puede dialogar maduramente en televisión, a la vista de todo el mundo, es algo rarísimo en el mundo de hoy: por cierto, no se ve ni siquiera en las democracias más avanzadas, como Canadá, Estados Unidos, Francia o Alemania, para mencionar algunas. Para quienes no son uruguayos, por si les puede no llamar la atención tanto los discursos de la última sesión del Senado antes del golpe militar del 27 de junio de 1973, sugiero comenzar a ver el video desde el minuto 7:32.
Les comparto debajo algunas de las frases más interesantes que encontré en esta entrevista compartida por Julio María Sanguinetti, Luis Alberto Lacalle y José Mujica:
“Este país, con esta tradición democrática, también cayó; lo cual nos demuestra que nadie está inmunizado, y que a la democracia hay que cuidarla todos los días” (Julio María Sanguinetti).
“Debemos pensar qué corresponde hacer como responsabilidad individual, no como vacuna, porque nadie está inmunizado, sino como “tensión del ánimo”, para que esto, que fue tan horrible para todos, no vuelva a ocurrir. Y yo digo que lo primero es, en el fuero de cada uno, si realmente, y no es de labios para afuera, consideramos que este régimen democrático es el mejor, ¿en qué yo tengo parte para que se mantenga? Y yo diría: “No extremar el derecho”, es decir, que si yo tengo derecho a cien, voy a ir hasta ochenta, hasta noventa, para no afectar el derecho del otro. Porque si vamos hasta el fondo, le quitamos al otro la parte de derecho que puede tener; y entonces, el empezar el “ellos y nosotros”, y éste no tiene razón porque piensa de tal manera, o es de tal partido, es comenzar a ir hacia ese extremo. Con esto, podemos precavernos en gran medida, el caminar hacia esa pérdida de la democracia que está lejana para nosotros, pero muy adentro de nuestro corazón” (Luis Alberto Lacalle Herrera).
“Es una cosa curiosa: los parlamentos son muy criticados, permanentemente; pero cuando no están, dejan un gran vacío, impresionante. ¿Por qué? Porque más allá de lo que hacen, son una caja de resonancia donde la gente va por lo menos a volcar sus penas, sus reclamos, sus angustias, que a veces tienen solución, otras no, pero en fin, (el Parlamento) es un verdadero valor, tal vez el valor más representativo de la democracia representativa, no tanto por lo que hace, sino por lo que simboliza. Yo no creo que la democracia está asegurada siempre. Es muy veleidosa la probidad de la gente. Hay que estar en guardia siempre. Y no es que la democracia sea perfecta; los humanos no podemos construir algo perfecto. Y no es culpa de las instituciones, es culpa de las fallas humanas dentro de las instituciones. Y como a eso vamos a estar expuestos, porque humanos somos, de todas maneras, no hemos encontrado algo que pueda sustituir mejor a la democracia, por eso hay que cuidarla. Porque además tiene la ventaja de que no se reconoce perfecta, y te deja la ilusión de ser perfectible y mejorable, y que no es de una vez para siempre. Y asegura una metodología de cambio que es mucho mejor que las otras formas de gobierno, sin ser perfecta” (José Mujica).
“Ahora, en el futuro, las contradicciones son inevitables. La humanidad está cambiando aceleradamente. Yo estoy seguro que esta generación digital va a generar hasta cambios institucionales, es cuestión de tiempo. Pero además, los fenómenos cada vez son más complejos. Y al Estado Nacional en el cual nos hemos formado, le están serruchando permanentemente las patas, pero por otro lado, los reclamos aumentan. Yo diría, la generación de recursos es aritmética, y los reclamos son geométricos. Entonces el Estado tiene una impotencia permanente, más allá de los errores y las definiciones políticas equivocadas o acertadas que podamos tener. Y entonces aparecen franjas crecientes de pueblos en todas partes que tienden a estar en contra de “lo que está”, sin tener claro a favor de qué están. Es una especie de inconformismo permanente por un lado, y por el otro lado, están apareciendo en el campo internacional actores de un peso que no tienen patria, no tienen himno, pero que pesan en la realidad, y los gobiernos tienen que lidiar con esa realidad. Y encima está el alud tecnológico. Como problemas no van a faltar, la democracia tiene riesgos, y hay que cuidarla. Por eso estamos acá. Nosotros estamos amortizados, por lo menos yo, que tengo 88 años. Más que nada para dar una señal, porque si estos viejos, que si se ponen a discutir del pasado inmediato, tienen un lío, y si se ponen a discutir del pasado lejano, más líos tienen; sin embargo, pueden hablar, porque si la democracia no tiene tolerancia para la diferencia, está frita. Y yo no quiero ver a mi país como la Argentina. No quiero ver que gente que está en la oposición no se saluda, no quiero un país así. Y bueno, esta es la señal que tratamos de cultivar” (José Mujica).
“La civilización digital ya le produjo cambios a la democracia. ¿Por qué? Si la base de la democracia es el ciudadano, y el voto ciudadano, y los ciudadanos hoy se comunican directamente por las redes, por los teléfonos y por los whatsapp, estamos en una civilización muy distinta. El ciudadano incluso siente que se representa a sí mismo. Él no está precisando ni un club político, ni una parroquia, porque hace un Facebook y cree que sacude al gobierno, y cree que es parte del diálogo, y que es parte del debate. Esto lo ha alejado de las instituciones, porque en definitiva esto es un diálogo en la nube, donde transitan insultos, mentiras, verdades; este es un ciudadano que se siente partícipe no como lo hacía antes, donde iba a un club político, a una parroquia, a un sindicato, a discutir. Ahora es un ciudadano mucho más descomprometido, con mucha menor pertenencia, por eso está ocurriendo que, en la mayoría de los países de Europa, los más afines a nosotros, que los partidos más fuertes se ven asediados por extremos, y en definitiva, los partidos de centro-izquierda y de centro-derecha, se ven asediados por pequeñas utopías, y termina ocurriendo lo que termina ocurriendo. Lo hemos visto en América Latina, el surgimiento de los líderes mesiánicos” (Julio María Sanguinetti).
“En esta democracia, que termina siendo de extremos, con ese ciudadano que pierde pertenencia, aparecen estos fenómenos de utopías extremas, que ya lo hemos vivido y lo hemos sufrido. Me parece que lo más importante es la reflexión ciudadana, que la democracia no le va a dar milagros; la democracia lo que va a hacer es proteger sus derechos, proteger su libertad, darle la mayor tranquilidad. Pero no es seguro de buen gobierno; el buen gobierno depende más de él (el ciudadano), de lo que él elige, que de la Constitución; de lo que él vote, y no de lo que la Constitución dice. Eso es lo que me parece, que hoy la democracia está muy asediada por esos elementos, que han cambiado lo que la comunicación hace en la sociedad” (Julio María Sanguinetti).
“Lo distintivo del Uruguay ha sido la existencia de partidos de vida prolongada, que se convierten en las varillas de hierro que están dentro de la columna de cemento, que no se ven, pero que le dan flexibilidad y fortaleza, que no son contradictorios en sí mismos. Los partidos son agentes de movilidad vertical, son agentes de pertenencia, son agentes de participación efectiva para ser presidente, diputado, edil. A los partidos hay que cuidarlos participando en ellos, porque hoy tenemos una inflación que es distinta de la monetaria, que es la de expectativas. Es decir a las expectativas: “Dale para adelante”. Y la realidad es que esos derechos a veces no se pueden cuajar en ventajas, o en lugares, o en preferencias. Y entonces es a los partidos que les cabe esa amortiguación, como un diafragma entre esa inflación de expectativas y la capacidad de realismo de decir “no, mira, no se puede aumentar los salarios tanto, sino cuanto”. Es decir, el cuidado de las líneas centrales de la actuación de los gobiernos es de los partidos, entonces respetemos a los partidos y fortalezcámoslos participando. No hay que dejar a los políticos solos; no alcanza con votar, hay que acercarse, hay que sugerir; somos tres millones, nos conocemos por nombre y apellido. Entonces, eso que es la pequeñez, la capacidad de administración fraternal del país, es un tesoro, y hay que cuidarlo. Y la manera de cuidarlo es no sintiéndose ajeno. “Ah, los políticos, yo no tengo nada que ver con ellos”. No, mi amigo, usted participe para tener derecho a protestar, porque es a través de los partidos que se llega al poder. Entonces, habrá organizaciones importantes: sindicales, empresariales, religiosas, medios de comunicación, poder económico, sí; pero hay una sola institución social, que son los partidos políticos, que habilitan a llegar al Gobierno. Entonces los tenemos que cuidar. Ahora, si comenzamos a tener una alienación tipo “ah, esto no me interesa, ah, esto es la política”, bueno, ya sabemos cuáles pueden ser los resultados” (Luis Alberto Lacalle Herrera).
“Me preocupa algo fundamental de la civilización digital y es que se puede discrepar profundamente, pero la vida política significa que hay que tener relación. Y hay que tener relación con el que se discrepa. Porque al final, ¿saben por qué existen las naciones, en su largo período? Porque históricamente terminan sublimando las contradicciones que tienen, en causas que van más hacia adelante. Los partidos tradicionales se degollaron, hicieron cualquier barbaridad; pero al final, se pusieron a hacer civilismo, pusieron vino nuevo en odres viejos, es decir, construyeron hacia adelante. En la Sudáfrica de Mandela, las contradicciones eran explosivas; el trabajo de Mandela fue poder transformar esas contradicciones para salir adelante. En Europa, el enfrentamiento de Alemania con Francia era histórico, hasta que convergieron en una empresa común (la Comunidad Europea). Donde no se da eso es en Colombia, en Palestina, donde no hay una cosa que junte. Es difícil terminar el antagonismo. Y estas cosas hay que aprenderlas de la historia. Podemos no ponernos de acuerdo, pero si nos ponemos de acuerdo en un quehacer hacia adelante, aquello va quedando como recuerdo histórico. Que en nuestro país se dio: no es casual que blancos y colorados son los dos partidos más antiguos que están quedando en el mundo, por lo menos en América Latina” (José Mujica).
“Para que lo que tenemos en Uruguay se sostenga, es importante estar orgullosos, pero no tener soberbia. Una cosa es estar orgulloso, que es un sentimiento muy lindo. Estoy orgulloso de las instituciones de mi país. Pero ojo con la soberbia, soy mejor, y aquí no pasa nada. Vigilancia, en el orgullo” (Luis Alberto Lacalle).
“Yo no generalizaría lo de las nuevas generaciones. Como en todo segmento, las generalizaciones son muy malas. Yo conozco muchachadas de los diferentes partidos, que tienen una vocación, una militancia, que están convencidos, se meten, están en las listas, hay elecciones de las juventudes de los partidos. Yo veo que hay una generación que es muy buena, muy buena. Y bueno, siempre pasa que el fermento es menos que la harina; siempre tiene que haber un fermento para que la harina laude; esos muchachos y esas chiquilinas, ¡que ojo! Ellos van a mandar a laudar la harina” (Luis Alberto Lacalle Herrera).
“Tenemos que reconocer que hubo una etapa histórica, no solo en el país, sino en el mundo, que tenemos que asumir todos, en que se perdió la tolerancia. No nos pasaba sólo a nosotros, fue un tiempo muy intolerante, muy confrontado, en creer que los malos estaban del otro lado. Y bueno, eso fue parte de un proceso que creo que hemos superado, porque hoy nadie está pensando nada fuera de la Constitución, sea civil, militar, joven o viejo, más allá de que tenemos este mar de expectativas, donde vivimos más y mejor. En pocos años, vivimos más años y vivimos mejor. Todo esto es fantástico, revela que la civilización nos ha dado un mejor presente” (Julio María Sanguinetti).
“Tenemos cuarenta años de elecciones donde hemos estado todos, y las leyes principales no se han modificado, y esto no es el triunfo de nadie. Medidas importantes que se han ido tomando, se han continuado. Y eso es un tesoro, cuidemos eso. El mundo no empieza el primero de marzo, cuando nos ponemos la banda; solo somos un eslabón. Eso es algo que debemos recordar: 40 años, siete u ocho elecciones, y no ha habido cambios sustanciales, y sí ha habido avances” (Luis Alberto Lacalle Herrera).
“En la genética animal, usted tiene unas leyes. Cuando usted acentúa factores productivos, lo hace a costa, siempre, de la rusticidad. ¿Qué quiero decir con esto? Que el hombre contemporáneo es infinitamente mucho más débil, y siente la peripecia de cualquier dificultad, como una cosa terrible, como si se partiera el mundo. Y uno piensa que el hombre antiguo tenía que tener una fortaleza incuestionable, por que si no… y bueno, entonces las quejas son infinitas, creo que nos pasa a todos. Y los gobiernos están “cascoteados” (apedreados) por eso, y la realidad política está. Y la realidad política tiene una característica, y aquí estoy de perdedor (reflexiona): usted ve algún lugar en el mundo donde se pueda juntar una cosa como el Frente? (nota: Frente Amplio, la coalición de múltiples partidos, movimientos e independientes de izquierda que gobernó Uruguay entre 2005 y 2020). ¿Por qué? Porque las izquierdas se dividen por ideas enseguida, no se juntan porque se miran con la lupa, y en el Uruguay no. ¿Sabe por qué? Porque el Uruguay fue siempre frentista, porque los partidos siempre tuvieron corrientes, así se hizo la historia de este país. Entonces, hay una especie de tolerancia y convivencia con problemas internos que es histórica. Nuestros partidos no son al estilo europeo, así, cuadraditos, ¡no! Tienen corrientes, desde su fundación. Esa característica es una característica nacional, que está metida en la cultura nacional. Porque encuéntreme un lugar en el mundo que se haya juntado todo como se juntó como en el Frente. Los frentistas me matan, para mí esta es una característica histórica” (José Mujica, con los otros presidentes manifestando su acuerdo).
“La democracia tiene que ofrecerte garantías, derechos, justicia independiente, libertad de expresión. Y eso la democracia uruguaya lo ha demostrado. La democracia uruguaya no tiene ningún “debe”. Los “debes” los tenemos el conjunto de la sociedad, de los partidos, los gremios, los periodistas. Pero no le pidamos a la democracia lo que la democracia nunca nos ofreció. La democracia no nos mintió. La democracia no nos dijo que nos iba a asegurar la prosperidad. La democracia nos dijo “les voy a asegurar los derechos, la libertad para poder ir a votar, les voy a asegurar que, si no le gusta un gobierno, lo puede sacar tranquilamente” (Julio María Sanguinetti).
“Tenemos que agregar algo más de espiritualidad en la enseñanza, porque si no estamos anhelando bienes concretos, materiales, que por definición no satisfacen; estamos cosificados, queremos cosas, y las cosas se agotan en sí mismas. Me parece que agregar un toquecito espiritual a la comunidad, no haría mal” (Luis Alberto Lacalle Herrera).
“La sociedad moderna tironea con su economía por un constante aumento de la instrucción, eso no necesariamente implica progreso de valores. Se puede ser más eficiente en el campo concreto del trabajo, pero esa película la hemos visto, porque más eficiente que la Alemania Nazi, va a ser difícil, ¿eh? Es decir, la instrucción nos la imponen las leyes de la vida; pero la cultura es una necesidad, y ahí se necesitan cosas que no son materiales, y que ¡no es una pérdida de tiempo cultivarlas también!” (José Mujica).
“Si (a lo que recién afirmaba Mujica), lo hay, este es un país con mucha afición al arte, a todas sus modalidades. Este es un país muy artístico, y esa es una de las dimensiones de la libertad, justamente. Si batallamos por las cosas materiales, es para tener más espacio para el cultivo espiritual. Y la gente yo creo que lo siente, y pelea por eso, y lucha por eso. A unos les gustará más una cosa que la otra, pero este es un país con una enorme y constante producción cultural. Además, es muy común decir que “no hay valores”, y no es así, hay valores que han cambiado. El concepto del valor, que desde el 1900 llegó hasta mi juventud, hoy no está, es otra cosa. Pero también, por ejemplo, el valor de la igualdad de oportunidades de la mujer, hoy, es infinitamente superior a lo que era hace treinta años, o lo que era hace cien años. Es decir, hay valores que han decrecido, porque han cambiado las miradas, y hay otros que se han fortalecido. Entonces, es el transcurso de la historia que va generando esas miradas distintas en el plano de la espiritualidad, también. Son sociedades más seculares, es claro” (Julio María Sanguinetti).
“Es muy difícil cambiar la enseñanza, nos ha pasado a los tres. La enseñanza es un escándalo en todas partes” (Julio María Sanguinetti).
“Hay que distinguir enseñanza de educación, que a veces los equivalemos. La educación es “sacar afuera”, viene de “educere”. Eso empieza en la casa, sigue en el club de fútbol, sigue en el aula, porque es la parte de los valores. Enseñanza es más bien destrezas, estar pronto para enfrentar el mundo real, que es el mundo del trabajo. Y entonces yo creo que educación moral y cívica, patriotismo, fiestas patrias, somos un país con cosas muy lindas para enorgullecernos, y eso hay que fortalecerlo. El sentido de pertenencia a un país, repito, no soberbio, pero orgulloso” (Luis Alberto Lacalle Herrera).
“Yo creo que la política exterior tiene cosas que se han mantenido. El problema es que cada vez, por la forma en que evoluciona el mundo, es que la política exterior tiene impactos cada vez más fuertes (en el país), porque no estamos en una época de cambios, estamos en un cambio de época. Hay un tiempo que se va, y otro que viene, pero ni uno se fue del todo, ni el que viene tampoco ha entrado del todo. La sociedad de la inteligencia que se nos viene encima, viene acompañada de un conjunto de problemas que son mundiales: el cambio climático, que no tiene fronteras, no tiene fronteras el mundo financiero, ni la inmigración forzada, hay un montón de problemas sin fronteras que están ahí, y tienen una fuerza colosal. Esto va a imponer desafíos. Y yo le diría que la materia prima que más va a avanzar en los años venideros, es la incertidumbre. De allí que cuidar los partidos políticos, nos fortalece para manejar eso. Porque el porvenir es venturoso desde el punto de vista técnico, pero las amenazas también son venturosas. Fíjese lo que está pasando en Europa ahora. No querían más carbón, no querían más petróleo, y ahora salieron a comprar carbón, petróleo. Están en una guerra que nadie sabe dónde va a terminar, ¡parece de locos! Entonces los gobiernos van a tener que fluctuar en eso, y nosotros somos muy sensibles a los cambios de precios internacionales. Cada cataclismo político (en Uruguay) está precedido por una crisis de precios internacionales, o por dificultades en el comercio exterior. Y después no hay para repartir la riqueza en el país, y vienen los problemas” (José Mujica).
“Hoy ¿qué nos pasa? Entramos en la globalización. Y el 2020 ha sido un espectáculo de retroceso anacrónico. La pandémica fue terrible, nos dejó un saldo muy negativo. La guerra en Ucrania hizo que los que habían apostado más a la globalización, como Alemania, fueron los que pagaron más caro. Alemania había creído en la globalización y su energía dependía de Rusia, no tenía armamento, no tenía una fuerza mínima de defensa, y un día se encuentra que esta guerra increíble resucita dos conceptos: por un lado, la geopolítica, es decir, la lucha de poderes, con un conato de “nueva Guerra Fría”, que hay que evitar y no meterse en ella. Y en segundo lugar, un mínimo de seguridad nacional es que lo que nos muestra Alemania, que podemos tener toda la vocación de ser globales, pero tenemos que tener algunas certezas dentro de fronteras. Es decir, estos son retrocesos en la globalización, eso nos impone una enorme flexibilidad en política exterior. Los principios básicos de soberanía, derechos humanos, y pelear con la mayor independencia posible, sobre la base del “gran patriotismo constitucional”, como decía Habermas” (Julio María Sanguinetti).
“Lo que tenemos que recuperar es el gran sentido de las prioridades de la política exterior, que para mí se grafica con la política de círculos concéntricos. Nuestro país nació a pesar de nuestros vecinos. Y este es un dato que tenemos que tener en cuenta, no por belicismo, sino por las dimensiones de los vecinos que tenemos al lado (nota: son los dos países con mayor extensión geográfica de Sudamérica: respecto a Uruguay, Brasil es más de 45 veces más grande en extensión y 62 veces en población, y Argentina es más de 15 veces más grande en extensión, y 13 veces en población), y la necesidad del país de tener un perfil muy definido en cuanto a su identidad. Después Sudamérica, y después el mundo. Yo pienso que la política exterior de Uruguay tiene que tener en cuenta el interés nacional antes que nada; pragmática y duramente el interés nacional, en lo comercial, y en lo político” (Luis Alberto Lacalle Herrera).
“Tenemos que ser pragmáticos y mirar los hechos, y no comernos la película. Tenemos que tener relación con todos, y tenemos que entender que el mundo es muy abierto… para vendernos, pero para comprarnos no es muy abierto. Ahora están inventando la “Agenda Verde”, que es un brulote de barreras no arancelarias. El mundo central maneja sus intereses, y nosotros tenemos que manejarnos lo más que podamos, a nuestro favor. Ahora, tenemos que juntar también aliados de los doloridos que están en la región, porque no nos vamos a mudar de la región” (José Mujica).
“Un tema es que no hay mundo central hoy. Porque antes había mundo central. Hoy no lo hay. ¿Dónde está? En Pekín, en Londres, en París, Washington, en California, en Teherán, en Delhi (los otros expresidentes anotan: “Hay varias parroquias para ir a rezar”, “hay que poner los huevos en diferentes canastas”). Hay un conato de alineamientos que no son sencillos de administrar (anota Mujica: “los dos partidos americanos se han vuelto proteccionistas”, y responde Sanguinetti “como es su vieja tradición, proteccionista”)” (Julio María Sanguinetti).
¡Que disfruten esta entrevista y estas formidables frases que nos dejan mucho alimento para el alma y el espíritu!