Por Hugo Cox.- Han transcurrido ya cerca de dos meses desde que estalló el conflicto social, en que el pueblo se transforma en ciudadano y dejan de ser consumidores, en que se vuelca a la calle en busca de respuestas que permitan una vida digna y sostenible en el tiempo.
Dentro de estos sesenta días han ocurrido una serie de hechos que han sacudido tanto a la comunidad nacional como internacional (los cuatro informes de derechos humanos dan cuenta de ello). Detrás de esto se esconde una gran crítica y cuestionamiento al paradigma neoliberal y sus fundamentos, que llevaron a la sociedad chilena a una fuerte individualización y falta de lo colectivo como pegamento social.
A propósito de la Inglaterra de Margaret Thatcher, un profesor de la Universidad de Harvard en el año 1993 y en relación con el cambio de paradigma por uno neoliberal en Inglaterra y que no adquirió las dimensiones ortodoxas que se dieron en Chile, planteaba:
“La inflación sustituyó al desempleo como objetivo preeminente de las políticas públicas. Los esfuerzos macroeconómicos para reducir el desempleo fueron rechazados en aras de presupuestos balanceados y reducciones de impuestos. La política monetaria sustituyó a la política fiscal como principal instrumento macroeconómico y se reorienta a cumplir metas específicas para el crecimiento monetario”.
Muchos instrumentos regulatorios asociados con la intervención del Estado, como políticas de salarios, los controles de divisas y los controles cuantitativos a los préstamos bancarios fueron eliminados.
Para que se produzca el fenómeno anterior confluyeron varios factores. El primero es la combinación de desempleo con alta inflación, dejando de lado el modelo keynesiano de la post guerra. Aquí surge un elemento que es vital en el desarrollo de la confrontación ideológica, que son los centros de pensamiento neoconservadores que terminan imponiéndose en términos culturales (Gramsci) apoyados por un número importante de políticos dispuestos a ejecutar el modelo, quienes operan en esta fuerte ofensiva ideológica, como es el caso de la dictadura de Pinochet, que liberalizó la economía en su versión más ortodoxa, demoliendo todo consenso social, ya que este se ejecuta por la fuerte represión de las bayonetas.
En términos globales en la actualidad ha surgido una serie de economistas y pensadores que aportan desde una mirada de la izquierda al debate profundo, que permita cuestionar las bases del modelo y ofrecer alternativas viables y sustentables.
Por ejemplo, al revisar las tesis de Mariana Mazucatto que aporta en la creación de valor desde el Estado, o los trabajos de Thomas Picketty, que pone en entredicho el ideal meritocrático que legitima la desigualdad en la actual sociedad lo que queda de manifiesto en su libro “Capital e ideología”. Por otra parte, Adam Toose ha puesto en cuestión el papel que juegan los bancos centrales hoy en día, y otros, como Gabriel Zucman y Emmanuel Sáez, que desarrollan tesis con respecto a la importancia de la recaudación fiscal.
En el Chile de hoy las manifestaciones sociales han puesto en cuestión la solidez del modelo económico actual en su versión neoliberal, y el cuestionamiento nos lleva a que la salida pasa por reformas que den cuenta de un modelo más inclusivo, y que entregue dignidad a las personas y por lo tanto más solidario, hablamos de un modelo que debe contener más Estado y convivir con un mercado sano y no oligopólico.
Pero frente a este desafío tenemos dos opciones claras, el modelo enfrenta esta situación de cambios con hostilidad, optando por alternativas reaccionarias, o hace un esfuerzo serio por transformarse desde adentro.
En síntesis, tal como lo define Gramsci, quien asume la hegemonía cultural que en base al consenso impone el nuevo modelo con sus propios significados, en cómo es y cómo se debe estar en el mundo y la vida. Aquí, la educación los medios de comunicación juegan un rol importante, es la gran tarea por venir.