Por Alvaro Medina Jara.- Hay un músico chileno capaz de transportarlo a uno 400 años al pasado, a las calles umbrías, lluviosas y lúgubres de un continente antiguo. Se llama Alejandro Gallardo, un talentoso maestro de música que se está atreviendo a grabar lo que le ha llevado una vida componer y rescatando un instrumento de sonido renacentista cuyo eco evoca el hermoso monólogo de las cuerdas, la Viola da Gamba.
Escuchar “El Aire” o “Hilda en el vientre” de Alejandro Gallardo es un acto de reflexión profunda. El canto de su viola contiene una melodía ubérrima, como si el peso de la vida pasara de los hombros del autor al arco que acaricia suavemente las cuerdas, una a una, con una cadencia solemne y, a la vez, íntima.
Francamente, en medio de una sociedad que se hunde en el incesante retumbar del reggaetón y sus letras insulsas y vacías, escuchar a Gallardo es como sumergirse en una piscina de agua tibia, es un refresco para el alma, un lugar donde el espíritu puede descansar de todo lo que le rodea y le aproblema, para centrarse, por fin, en sí mismo.
La Viola da Gamba de Alejandro Gallardo recuerda esos pasajes nostálgicos de “Todas las mañanas del mundo” y se constituye en una bella muestra de poesía musical, donde no se necesitan palabras, sino solo la tierna copla de sus cuerdas.
Vale la pena destacar el talento creativo de este músico, en nuestra tierra, donde la vida hace tan difícil dedicar tan solo un minuto a volcar el alma al arte y donde cualquier forma de expresión que no sea utilitaria no encuentra cabida ni apoyo en ninguna parte. Más meritorio aún, en un país donde los fondos para la educación musical se recortan constantemente, es que un profesor (que ha dedicado su vida a insuflar en los más jóvenes el amor por la música), se vuelque a componer piezas de tal alta calidad. A través de sus notas, Alejandro Gallardo se transforma ahora en el maestro de todos.