Por Hugo Cox.- “Consideremos que la fluidez o la liquidez son metáforas adecuadas para aprehender la naturaleza de la fase actual de la historia de la modernidad”.(Modernidad Líquida. Zigmunt Bauman).
El año que recién termina entregó una serie de hechos que marcan tendencias en la actual situación tanto a nivel global como local, como por ejemplo el ascenso de gobiernos de ultraderecha en Europa y América.
En el plano local, crisis ambientales, crisis en Carabineros, la Iglesia Católica, presencia nacional del problema mapuche. Instituciones políticas tanto globales como locales que no dan respuesta a las problemáticas que se generan en el seno de las sociedades, generando movimientos tectónicos, que no alcanzamos a visualizar.
Es un cambio epocal que a lo mejor es de la misma profundidad de lo que fue el paso de la Edad Media al Renacimiento. No hay una acción política eficaz en el actual momento histórico sin una seria comprensión teórica de la realidad que se enfrenta.
Bauman define la sociedad actual señalando que “hoy hay una enorme cantidad de gente que quiere el cambio, que tiene ideas de cómo hacer el mundo mejor no sólo para ellos sino también para los demás, más hospitalario. Pero en la sociedad contemporánea, en la que somos más libres que nunca antes, a la vez somos también más impotentes que en ningún otro momento de la historia. Todos sentimos la desagradable experiencia de ser incapaces de cambiar nada. Somos un conjunto de individuos con buenas intenciones, pero que entre sus intenciones y diseños y la realidad hay mucha distancia. Todos sufrimos ahora más que en cualquier otro momento la falta absoluta de agentes, de instituciones colectivas capaces de actuar efectivamente”.
La naturaleza errática y esencialmente impredecible del cambio contemporáneo, ha modificado nuestra forma de estar en el mundo; ya sea por estar signados por el síndrome de la prisa o, sencillamente, por participar en una red de significantes institucionales y sociales, cuyos discursos, sustentados en enunciados que han dejado de contener aquellos conceptos que remitían a la solidez, la estructura y la duración, han sido reemplazados por aquellos que hablan de corta vida, reemplazo fácil y alta volatilidad.
Toda práctica humana es un fenómeno social que no sólo socializa saberes, teje redes vinculares, diseña formas organizacionales y distribuye capital cultural, sino que además, es co-productora de subjetividad.
Frente a este modelo en el que lo único permanente es el cambio y dentro del cual la sociedad actual se sumerge irreflexiva, existe la necesidad de asegurarse la existencia. Este problema ha atravesado todas las formaciones sociales de las distintas épocas históricas, y a través de ellas, reconocemos que el sujeto es un buscador de certidumbres.
En síntesis en el caso de los conflictos en Chile no encuentran respuesta por obedecen a una raíz anclada en el siglo XX, y cuyas respuestas no se encuentran en las actuales condiciones.
Es necesario una búsqueda de un nuevo contrato social, ya que creo que la crisis ya se ha instalado como arquitectura permanente de las instituciones, del hombre y de sus vínculos, de los fenómenos sociales co-constituyentes de su subjetividad.