Por Robinson San Martín.- Se dice hoy, por parte del Chile polarizado, que el próximo 4 de septiembre usted podrá votar aprobando la caída al vacío de la República, o bien rechazar para que continue el régimen de abusos institucionalizados por Pinochet. Oferta binaria para una sociedad que, por la vía institucional, busca alcanzar un mejor vivir. Ante esto, usted tiene en apariencia dos opciones, la del apruebo -que algunos vaticinan con su triunfo las catástrofes económicas más grande que la patria haya tenido-, o el Rechazo -por el cual se mantiene el modelo de abusos a lo menos por 30 años más-.
Esta oferta binaria y polarizada encierra verdades a medias, claroscuros que no han estado exentos de oportunismos políticos que buscan crear una tercera vía que, como una especie de imbunche amarillo, protegerá la constitución de la dictadura, con promesas de reformas que ya no se llevaron a cabo durante la vigencia de la actual carta.
Entonces parece urgente señalar, primero desde el punto de vista jurídico, que el borrador de la nueva constitución difiere completamente de la carta magna de Pinochet en materia de quórums de reforma, ya que de hecho la actual establece según la materia los quórums de reforma de 2/3 y de 3/5, es decir un 66,6% o un 60% de acuerdo, es decir, cualquier cambio solo en la Cámara de Diputados requieren de 103 o bien 93 votos, de los 155 parlamentarios en ejercicio.
En el caso del borrador de la nueva Constitución, recientemente la comisión de armonización del órgano constituyente ha establecido el quorum máximo de reforma de 4/7, es decir que para su modificación se requieren 89 votos de los 155 diputados, cuestión de suyo prudente y aconsejable toda vez que, por un lado, se cuida que las reformas requieran algo más que la mayoría absoluta y, al mismo tiempo, se termina con una de las críticas más relevante al texto cuya creación fue liderada por el fallecido Jaime Guzmán, y que llevaron en gran parte al país a la crisis y estallido social. Dicho de otra manera, se abandona un régimen constitucional pétreo avanzando a otro más flexible. Es decir, reformable según los avatares del destino, con un consenso por sobre la mitad (57%) de los representantes democráticamente elegidos.
En segundo lugar, y en el mismo sentido diferenciador, se ha dicho que la nueva carta magna destruirá la propiedad, soterraría la economía y hasta ahuyentaría la inversión extranjera. Sobre este argumento, basta recordar que el momento constituyente nace del estallido social de 2019, que llevó a la Bolsa de Comercio de Santiago a ser la de peor desempeño mundial, tras registrar una importante baja en dólares de un 12,18% hacia noviembre de ese año. De hecho, el IPSA -principal índice bursátil del país- demostró que la moneda local, “el peso”, tuvo una merma de 11,10%, hechos que solo pudieron ser contenidos o aminorados con la salida hacia una nueva constitución generada en democracia.
A mayor abundamiento, distintas entidades internacionales como el prestigioso banco estadounidense Morgan Stanley, indicó -al ver el borrador de la nueva constitución- que “un primer vistazo a esta versión del documento sugiere que, de aprobarse, Chile se enfrentaría a una mayor carga fiscal y a un mayor control regulatorio sobre las empresas, especialmente en lo que se refiere al frente medioambiental. Sin embargo, en consonancia con nuestra opinión de siempre, no vemos indicios de elementos potencialmente perturbadores para el marco de la política macroeconómica de Chile”.
En ese mismo sentido el igualmente prestigioso Banco of America (BofA) ha dicho que el borrador es “mejor de lo que esperábamos”, toda vez que las propuestas radicales habrían sido excluidas del texto propuesto.
Sin atender estas razones, diversos actores políticos han buscado formar en la opinión pública el miedo ante esta aparente oferta binaria, para así poder dar rienda a la imaginación proponiendo una tercera vía. Esto, sin querer entender o comunicar que la opción del Apruebo expone un mejor camino para su posterior reforma, trayendo además certeza jurídica y económica a Chile. Es así como lo representa el doctor en derecho don José Francisco “Cheche” García, conspicuo militante de Evópoli que ha dicho que “aprobar para reformar”, dando a entender claramente que el salto al vacío no es tal, sino que es un cambio necesario y a su juicio el borrador es perfectible. Dicho de otro modo, la tercera vía ya está en una de las opciones de sufragio en el plebiscito de salida.
Por lo tanto, usted decide: más del mismo modelo o correr un riesgo “al vacío”, pero con estabilidad y seguros comprometidos. El plebiscito de salida no es una oferta binaria, toda vez que una propuesta lleva un claro tinte reformista en su texto.
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