ElPensador.io.- El artista visual, Arturo Duclos, ha estado ligado a la preocupación social desde siempre a través de sus obras. Se trasluce en ellas, desde hace más de 30 años, una visión de Chile, de sus cambios y de lo que necesita. Ahora, ese cuestionamiento a lo que hay, y su propuesta de lo que debería haber, lo vuelca a la oportunidad histórica de cambio que plantea la Convención Constituyente, e integra la lista del Movimiento de Creadores de Arte y Cultura.
Duclos ya en la Universidad Católica, en los años 80, formó parte de un movimiento artístico que desafió los esquemas imperantes. “Teníamos un discurso muy contestatario contra la educación del arte, y nos hicimos un espacio y formamos parte de lo que se llamó la Escena de Avanzada, que tuvo influencia en la educación artística”, relató a ElPensador.io.
Luego de varios años de labor en publicidad, en los años 90 logró un apoyo que le permitió vender muchas de sus obras, exponer en galerías de Estados Unidos y Europa, y consolidar un nombre en Chile y el continente. “Generé proyectos y exposiciones. Fue mi período más intenso de producción, de difusión internacional y muchas de mis obras se hicieron más famosas por la transición a la democracia”, explica Duclos. Y es que sus obras más emblemáticas manifestaron los cambios que estaba experimentando Chile en su ser profundo, como “Lección de Anatomía” -que consistía en una serie de huesos humanos pintados con signos tribales y signos políticos, expuesta en los momentos en que se conocían los resultados de la Comisión Rettig-, o una bandera chilena construida también con huesos humanos (que fue expuesta en los más importantes museos de América) y “Fantasmas de la Utopía” (una serie de banderas desde los Tupamaros, el MIR, el movimiento sandinista que se expusieron como una alfombra en Toronto, como una provocación y una remembranza de los movimientos utópicos que movieron la escena política en los 60s, 70s y 80s).
“Mi obra habla de la historia de Chile, los tiempos que hemos vivido… Mi visión sobre eso ha sido bastante crítica, y de ahí revivir toda esa historia. Por eso (esa última) se llama el “Fantasma de la Utopía”, porque un fantasma está desvanecido, pero también es algo que no puedes atrapar, que se te escapa, es inasible, y entonces cuestiono la inasibilidad de la utopía”.
– ¿Dirías que esa sensibilidad cuestionadora es lo que te ha llevado a insertarte en un rol de candidato a la Constituyente?
Sin duda esa postura ha sido importante en todo mi trabajo y me ha llevado a formar parte de distintas agrupaciones. Llevo más de 10 años trabajando con Creaimagen, que es una sociedad de artistas fundada para velar por los derechos de autor de los artistas visuales, y en 2019, antes del estallido, formamos la Plataforma de Artes Visuales, y he estado en cargos de dirigencia como contraparte de las autoridades para discutir todos estos temas que tienen que ver con los derechos de los artistas. Ahí es donde me di cuenta de los grandes problemas que tenemos. También tuve una vida académica bastante nutrida, fui director de la carrera de Arte de la Universidad del Desarrollo durante 12 años. Trabajé con la derecha y la conocí muy de cerca, y la visión que tienen de la cultura, que a mí me espanta un poquito. Y todo esto me ha ido llevado a este camino de interpelar y cuestionar el rol que está teniendo la política en Chile, y por eso me interesa participar aportando desde la visión de nuestro sector, sobre todo de los artistas. Y sobre todo pensando en cómo uno podría ayudar a generar un país más justo, más estable, que esté lleno de cultura, pero no la cultura del entretenimiento que es propia del neoliberalismo, sino una cultura de verdad, una cultura que esté en la calle, que sea parte del cotidiano de la gente, no esta cosa impuesta. Hoy día vemos que la misma lógica cultural del neoliberalismo ha convertido toda la cultura en un espectáculo, entonces si no haces un espectáculo y no generas un evento de tipo masivo, no existes. Lógicamente que la gente quiere es circo, y ellos lo que generan es circo. Tanto así que en el primer gobierno de Piñera se hablaba de hacer vouchers culturales, donde la gente elegía qué quería ver. Lógicamente la gente no va a querer leer el Ulises de Joyce y quizás tampoco los poemas de Vicente Huidobro. Va a preferir quizás los de Pablo Neruda. Y dentro de la libertad de elección que tiene que la lógica neoliberal, nosotros podemos elegir, es cierto… no se trata de imponer a la gente la cultura o un tipo de cultura, pero sí la cultura se desarrolla, genera curiosidad intelectual, personal, de conocer, de pensar de generar nuevas ideas, de inventar nuevas formas de ser. Eso es lo que hace el arte, inventar nuevas formas de ser, de existir en el mundo. La cultura genera un cuestionamiento y una nueva manera de entender al sujeto en su relación con el mundo.
– ¿Cuál es el rol que debiera tener el Estado en este papel que tiene el arte y la cultura?
Desde un punto de vista neoliberal, el rol del Estado es regular la transparencia del sector y dejar que los privados, que en este caso son los artistas, los productores, los creadores, generen la cultura. Finalmente como país generamos un tipo de cultura: tenemos una cultura musical, una cultura de artes visuales, cinematográfica, de premios Nobel. Tenemos una cultura que la generan las personas y los agentes de manera individual. El Estado no puede generar eso, lo que tiene que hacer es dar las facilidades y fomentar ese contacto entre la cultura, para acercar la cultura a las personas, desde el punto de vista de la formación de espacios o del estímulo a través de premios o concursos, pero no a través de contenidos. Los contenidos de la cultura en connivencia con el público. Y ahí vamos al otro extremo de estado centralizado donde se impone la cultura, se impone lo que tienes que ver, como ocurre en los estados islámicos, en las dictaduras socialistas, en Cuba. Soy muy crítico de lo que pasa en Cuba. Es lo bueno del Estado y lo malo del Estado, pero cuando el Estado no interviene y no regula en un Estado liberal, es cuando se producen todos los atropellos y vulneraciones de derechos, así como esta especie de unilateralidad por parte de los consumidores en relación a los artistas y se alejan las audiencias, porque la cultura no logra impactar.
– Entonces, ¿cómo se genera una política pública?
Y si analizamos el estado de nuestra cultura en Chile, vemos una cultura atravesada por el neoliberalismo, muy enquistada. Tenemos una cultura de la competencia, una cultura de concursos. El Estado no ha sido capaz de generar políticas públicas. El gobierno mexicano, después que terminó la revolución en 1920 y asumió como ministro de Educación y Cultura José Vasconcellos, llamó a Siqueiros, a Orozco, a Diego Rivera que venía llegando de París y había estado en contacto con las vanguardias y les pide que se organizaran para pintar murales en todos los edificios públicos de México contando la historia de la revolución. Claro, es una política súper dirigida, pero tuvo un impacto tremendo en América. Antes que EEUU, México era el país más vanguardista de arte en Latinoamérica hasta los años 40. Con algo tan simple como pasarle plata a los artistas para que pintaran y generaran una visión cultural.
Aquí en Chile, lamentablemente, sobre arte, ningún gobierno ha entendido lo que es una política pública. Quizás el único que entendió fue el de Aylwin, que fue cuando se creó el Fondart. Y es la única política pública que hemos tenido en artes en Chile en los últimos 30 años, prácticamente. El resto, el Consejo de Cultura, la División de Cultura del Ministerio de Educación y el actual Ministerio de las Culturas lo único que han hecho es administrar eso, administrar fondos. Pero eso no es una política pública. Para mí una política pública es algo que genera un cambio, un impacto y no solamente en el medio cultural de los artistas, sino también en el medio social. Y eso genera un cambio de paradigma en las personas para ver el mundo.
– ¿Cómo se cambia eso en la nueva constitución?
La constitución en sí no puede generar una política pública. Pero puede generar es un mapa de navegación que tiene que ver con cómo concebimos este Estado. Usemos metáforas del mundo de las empresas: muchos hablan de la Misión y la Visión. La constitución es lo mismo, es una Misión y una Visión del país con sus ciudadanos y la carta de navegación de cómo se va a ver a futuro, como un país libre, empoderado donde las personas puedan trabajar en diversidades de industrias. No se trata de asegurar la cultura como en la constitución actual, con articulitos testimoniales, como para no dejar fuera a la cultura, sino entender cómo comprendemos la cultura, integrando no solo a los artistas y sus audiencias sino también la forma de pensar de Chile. Eso puede generar a largo plazo un movimiento cultural. La matriz cultural del neoliberalismo permite el surgimiento de expresiones artísticas, pero si esas expresiones no las apoyas y no las transformas en políticas públicas no sirven de nada. Lo que tenemos que hacer en la constitución es asegurar una matriz cultural que pueda ser ejecutada por las políticas públicas y asegurar una cobertura no solo para el desarrollo de los artistas sino de toda la población. A nivel cultural, muchísimas de las naciones exitosas del mundo, su apoyo fundamental está en el arte, la cultura y el deporte. ¿Por qué en las poblaciones la gente prefiere vender droga, escabullirse? El mal ejemplo de EEUU… Después de su independencia, EEUU se convirtió en un país de matones, de pistoleros, de gangsters. Toda esa cultura de la violencia, de la muerte, de los pistoleros, del matonaje, está enquistada, y es la misma que estamos asumiendo ahora. No quiero que nuestro país se convierta en una serie de historias de gente muerta a balazos, de cuchilleros, de matones. Y nos está pasando ahora porque no hay una matriz cultural, estamos deslavados. El neoliberalismo la única matriz que nos enseñó es la cultura del dinero, de la competencia y del poder. Eso está muy ligado a la delincuencia.
– ¿Cómo lo ponemos en principios en la redacción de la nueva constitución?
En una constitución lo primero por lo que tenemos que velar es por el bienestar de nuestros ciudadanos. Eso definitivamente es lo que no hace la actual constitución. Cuando hablamos de bien común, lo que implica no solamente garantizar cultura y educación en la sociedad de manera transversal. Esto no es solo de una permeabilidad social, sino también la realización de la sociedad, ser feliz, realizarse en términos espirituales, personales, ideológicos, eso es lo que tenemos que lograr a través de la cultura. Es un gran tema que no se plantea. Esos son los temas transversales a los cuales aspiramos. No sólo aspiramos a nuestra sustentabilidad como artistas. El problema no es ese, sino hacer que otras muchas personas logren superar la pobreza material, la pobreza intelectual, superar la delincuencia, los problemas sociales atávicos en Chile producto de esta falta en términos culturales. La cultura no sólo entretiene, enriquece. Cuando te acercas al mundo lo hacer a través de la cultura, la cultura es un portal que te ilumina. Yo quiero un país mejor. La gente se asusta, piensa que la cultura es pagar entradas, ir a un museo, es aburrido… pero no, la cultura no es eso. Si la cultura no fuera entretenida no existirían los artistas, y los artistas somos lo más entretenido que hay, porque tenemos cosa que decir y que se salen del lugar común de la política. Eso definiendo la misión, que tiene que ver con esta parte de la cultura y con estad definiciones básicas para crear seres libres como personas y ciudadanos. Y como visión, es hacer nuestra felicidad, que todos puedan trabajar tranquilos, estudiar tranquilos, ser creativos. Deberíamos aspirar a estándares de felicidad y realización personal.
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