Por Hugo Cox.- El cine es, en términos generales, el grito de los problemas de la sociedad y el ser humano.
Si se analiza, por ejemplo, la obra de Caiozzi, Viereck, Graef Marino, se ve la expresión de la sociedad chilena en toda su expresión real, al igual que en directores como Fellini, Passolini y Bertolucci que reflejan al ser humano en todas sus contradicciones, miserias y grandezas.
«El conformista» («Il conformista»), dirigida por Bernardo Bertolucci en 1970, es una obra que explora temas profundos como la conformidad, la moralidad y el fascismo.
En esta cinta se desarrolla una crítica mordaz al fascismo y a los regímenes totalitarios, y se muestra cómo estos sistemas destruyen la individualidad y la moralidad a favor de la obediencia ciega.
Además es interesante ver cómo actúan la responsabilidad personal y la complicidad en tiempos de opresión, concluyendo que las personas son responsables de sus acciones cuando se someten a las normas y expectativas.
Los temas tratados trascienden a Bertolucci, ya que conformidad, identidad y el peligro de que surjan regímenes autoritarios, hoy siguen muy vigentes.
Los fenómenos expuestos en imágenes, luces y sombras, al servicio de un guion, están presentes en Chile y en todo el mundo occidental.
La diferencia de lo que ha ocurrido en otros momentos de la historia es que vivimos un proceso rápido de desculturización, sin que exista una nueva cultura que reemplace a la que está por morir (Gramsci).
Nos encontramos ante la erosión de la cultura como realidad antropológica, y a su vez desaparece como estándar normativo, siendo su resultado final una serie de identidades y subculturas (Bertolucci).
Por otra parte Krasteu plantea que “si el hogar es un lugar, sientes que te entienden; ahora vivimos en un mundo sin hogar, ahora vivimos la utopía global, donde todo el mundo se siente en casa, que se ha visto suplantada por el miedo a que nadie esté en su casa, en su propio país”. (El País, Julio 2024).
Olivier Roy sostiene que este fenómeno obedece a varios factores que son,
Se debe atender que la cultura tiene componentes implícitos que ahora se sustituyen por un código. Así, la convivencia se llena de normas explicitas. Esto no ocurre sólo en culturas minoritarias, sino también en culturas que se asumen como dominantes, que temen ser sustituidas.
Los sectores conservadores del mundo occidental no operan sobre valores universales sino identitarios, que es justo lo que le reprochan a los sectores progresistas, pero ambos coinciden en buscar una pedagogía coercitiva, en que se reglamenta la laicidad, el sexo o las mismas costumbres.
“El Conformista”, de Bertolucci, es un ejemplo simbólico de ello, donde el discurso visual y narrativo explora los recónditos caminos de la las identidad, la moralidad y la política en un contexto de una fuerte represión autoritaria. Los significantes en la película agregan capas que invitan a una reflexión profunda sobre la conformidad y el poder.
En síntesis, Bertolucci aventuraba el futuro desde la segunda mitad del siglo XX.
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