Por Samuel Fernández Illanes.- Una explícita demostración de fuerza y presión al régimen de Nicolás Maduro ha provocado diversas reacciones. La operación se justifica como una medida para impedir el narcotráfico desde Venezuela hacia Estados Unidos, vía Colombia, y se enmarca en el programa de seguridad del presidente Donald Trump.
Trump ordenó el despliegue de una flotilla con unidades de última generación: un crucero con misiles, destructores, un submarino nuclear, lanchas de desembarco y aproximadamente 4.500 efectivos. Estas fuerzas están apostadas fuera de las aguas territoriales venezolanas y, aunque aún no han iniciado operaciones, su presencia resulta intimidante para quienes intenten desafiar el bloqueo.
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Venezuela ha reaccionado con denuncias, discursos, movilizaciones, el despliegue de la Milicia Nacional Bolivariana y la acostumbrada retórica chavista frente a la “amenaza imperialista”. Además, ha iniciado un confuso “proceso interno de aceleración y reorganización dinámica y despliegue”, ha enviado tropas a la frontera con Colombia y ha buscado respaldo en países aliados y en la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). Las respuestas han sido mayoritariamente declarativas por parte de sus aliados incondicionales, mientras que otros países han adoptado posiciones cautelosas. Rusia y China, por su parte, han optado por una prudente prescindencia.
Sobre el régimen venezolano penden acusaciones de dirigir el llamado “Cártel de los Soles” —nombre que alude a las insignias de los generales—. Estados Unidos ha ofrecido recompensas millonarias por la captura de Maduro, Diosdado Cabello y Vladimir Padrino López, equiparándolos a criminales internacionales. Se les acusa de liderar un “narcoestado” dictatorial, sustentado en elecciones consideradas ilegítimas, violaciones a los derechos humanos y el incumplimiento de tratados internacionales sobre:
Las acciones futuras son inciertas, pero lo que sí ha cambiado es la posición internacional frente a Venezuela. La tensión ha escalado a niveles que algunos analistas comparan con la crisis de los misiles de 1962.
Samuel Fernández Illanes es ex embajador y académico U.Central
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