ElPensador.io.- Una vez más, han sido las Fuerzas Armadas las determinantes en un proceso de crisis política latinoamericano. El caso ahora ha sido el Perú, donde -tras una represión violenta de las protestas civiles en contra del recién nombrado gobierno, que terminó con dos fallecidos- las instituciones armadas se negaron a apoyar al recién nombrado Presidente de la República, Manuel Merino, asumido el martes luego de la destitución de Martín Vizcarra.
El caso recuerda lo ocurrido en Bolivia, donde -también tras una serie de protestas violentamente reprimidas-, las Fuerzas Armadas notifican al entonces mandatario, Evo Morales, que no lo seguirían defendiendo, ante lo cual no quedó más alternativa que la renuncia.
El caso de Merino, distinto al de Morales por su brevedad, es similar por el rol que cumplen los uniformados en el proceso, lo que da cuenta de que el poder civil se sustenta en el control de las armas. La posición de las Fuerzas Armadas en Perú tiene un significado simbólico todavía más drástico, pues la constitución de ese país establece que el Presidente tiene rango de jefe militar supremo. Es decir, no se trata solo de una desobediencia al poder civil, sino a la jerarquía militar, y a la carta fundamental.
“Las Fuerzas Armadas pondrán todos sus medios y capacidades en la defensa de su pueblo y del Estado de derecho, basados en los principios fundamentales de la libertad y la democracia”, señala la declaración que firmaron los comandantes en jefe tras la renuncia de Merino. Agregaron que “las Fuerzas Armadas observan un estricto cumplimiento a su principio no deliberante fundamentado sobre todo en su misión esencial de defender la vida de los peruanos junto con la integridad de la patria”.
Puede que la declaración genere -a algunos- tranquilidad, en cuanto que se basa en el compromiso a la democracia. Pero llama la atención que no mencionan la constitución. Y además, al declarar su defensa del Estado de Derecho… ¿bajo el mando de quién? La pregunta no carece de peso, toda vez que la crisis ya es de legitimidad, y no solo de acefalía.
La caída de Vizcarra
El caos político en Perú se hizo patente ya con la destitución de Vizcarra. Ya se había intentado hace semanas una vez, bajo acusaciones de “incapacidad moral”, cuestionando la contratación de un cantante cuando era gobernador. El segundo intento, sumó nuevas acusaciones de corrupción.
“Lo curioso de la destitución de Vizcarra es que la ejecuta un Congreso cuya elección fue fruto del cese del anterior y elecciones parlamentarias anticipadas que el propio Vizcarra promovió y ejecutó”, señala el analista Gonzalo Ruiz en El Comercio.
La incapacidad moral es un tema importante en Perú. Desde Fujimori, todos los habitantes del Palacio Pizarro han debido enfrentar serias acusaciones de corrupción, salvo Valentín Paniagua. E incluso uno de ellos -Alan García- se suicidó. La llegada de Martín Vizcarra prometía nuevos aires, e incluso las nuevas elecciones para renovar el parlamento parecían dar cuenta de un aire distinto.
Pero no fue así. La insistencia en su destitución, basados en una moción de censura pero sin un proceso que acreditara las acusaciones, pareció más un golpe palaciego, y el ordenamiento inicial del gobierno interino generó una lectura para ello.
Merino, el breve
Merino asumió el pasado martes y el 12 de noviembre juramentó a su gabinete, incluyendo ex ministros y ex funcionarios de los últimos gobiernos de derecha, la mayoría de ellos con vínculos estrechos con el empresariado y con el grupo Confluencia Republicana, minoritario y radical. Esa misma noche las calles de Lima y las principales ciudades se llenaron de miles de manifestantes bajo el lema #EstePresidenteNoMeRepresenta, para pedir la salida de Merino. La represión con perdigones deja los primeros heridos, y el pasado 14 de noviembre, los primeros muertos.
Las acusaciones de violaciones a los derechos humanos comenzaron a multiplicarse, y en los pocos días de manifestación se han denunciado más de 40 desaparecidos.
Las Fuerzas Armadas, citadas por Merino en la mañana del 15 de noviembre, desistieron de asistir a la convocatoria del nuevo mandatario. La pérdida del apoyo del gobernante era evidente y fue lo que impulsó su renuncia. Flotan aún interrogantes en torno a la responsabilidad de las instituciones uniformadas en la represión y si el acto de restar apoyo a Merino implicaría una declaración tácita de que las órdenes provinieron del ahora ex gobernante.
La nueva vacancia, y la incapacidad del congreso que la provocó para llenarla, ha generado propuestas para el retorno de Vizcarra. El Partido Morado, el único que votó en contra de la destitución, declaró la necesidad de que el mandatario depuesto vuelva a las funciones, lo que ha generado el rechazo del resto del parlamento.
Vizcarra, apoya la moción de regreso y declaró luego de la renuncia de Merino que “ha salido un dictadorzuelo del palacio… Hoy se ha dado un paso en el largo camino para restablecer la democracia en nuestro país. La renuncia del señor Merino es un paso, no soluciona el problema, porque el reclamo que ha hecho todo el Perú no es para que el señor Merino dé un paso al costado, es por recuperar la democracia”.