El psicólogo Julio César Carrasco se dirige a los padres para analizar la serie Adolescencia y los desafíos de criar jóvenes en el mundo de hoy.
Por Julio César Carrasco.- Queridos padres: Me dirijo a ustedes con la esperanza de tenderles una mano y un abrazo a la vez. La etapa que atraviesan sus hijos -la adolescencia- está llena de cambios profundos, cuestionamientos y búsquedas de identidad.
La reciente serie Adolescencia de Netflix pone sobre la mesa desafíos que pueden resultarnos abrumadores: el uso de las redes sociales, la violencia que a veces aflora y las dudas sobre la masculinidad y la pertenencia.
Quiero invitarlos a un camino compartido, donde la comunicación sincera sea el puente que acerque corazones y aclare las dudas.
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Muchas veces evitamos las “conversaciones incómodas” porque tememos herir, no saber qué decir o sentirnos vulnerables. Sin embargo, son precisamente esos diálogos honestos los que permiten que nuestros hijos se sientan valorados y comprendidos.
Cuando hablamos de verdad, más allá de “¿cómo te fue hoy?, ¿comiste?, ¡no apagues la luz muy tarde!”, creamos un espacio de confianza donde pueden expresar sus miedos, anhelos y experiencias sin sentirse juzgados.
Desde la psicología, comprendemos que la agresión puede ser la voz de un dolor profundo, de inseguridades o traumas no resueltos.
Si observamos conductas violentas o reacciones desproporcionadas, miremos un poco más allá de la conducta misma e intentemos descifrar qué emociones subyacen.
Al sostener conversaciones compasivas, sin culpas ni reproches, podemos ayudar a nuestros hijos a encontrar otras formas de expresar lo que sienten y, si es necesario, buscar apoyo profesional.
En este sentido, quisiera resaltar dos enseñanzas fundamentales que nos animan a no rendirnos y a seguir adelante, pese a las dificultades. Freud nos recuerda, con su contundente afirmación: «Haga lo que haga, va a estar mal», lo que nos invita a reconocer que la perfección es inalcanzable y que cada error se transforma en una oportunidad para aprender y crecer juntos.
Del mismo modo, Winnicott nos inspira a través de su concepto de la «madre suficientemente buena», que nos alienta a confiar en nuestra capacidad de amar y acompañar, sin la presión de ser perfectos.
Integrar estas dos perspectivas es esencial: al aceptar nuestras limitaciones y valorar la autenticidad del amor incondicional, abrimos espacios para conversaciones sinceras y profundas que fortalecen el vínculo familiar y permiten a nuestros hijos desarrollarse de manera segura y genuina.
Otro tema relevante que aborda la serie es la forma en que los jóvenes hombres construyen su masculinidad. A menudo, se ven empujados por estereotipos o presiones sociales que confunden fuerza con agresión.
Es crucial replantearnos juntos qué significa ser hombre en el mundo de hoy, para que comprendan que la verdadera fortaleza nace del respeto, la empatía y la capacidad de cuidar de sí mismos y de los demás.
Queridos padres: nuestros niños y jóvenes se debaten en pantallas y corazones de color específicos, navegando entre la inmediatez digital y las emociones profundas que les definen.
Esta realidad, reflejada en series como Adolescencia, nos invita a comprender y acompañar sus inquietudes desde un enfoque que une lo visible y lo íntimo.
Hoy más que nunca, la aldea debe criarlos a todos: todos los adultos tenemos ese rol y esa obligación para estar con ellos y animarnos, por difícil que sea, a darnos permiso para tener esas conversaciones profundas que, aunque parezcan incómodas, son necesarias para crecer en familia.
Pregunten con genuino interés, escuchen con paciencia y ofrezcan su cariño incondicional. Recuerden que la adolescencia, aunque desafiante, es también un terreno fértil para la transformación.
Con un acompañamiento amoroso y reflexivo, podemos guiar a nuestros hijos a descubrir su propia luz, su identidad y su lugar en el mundo. Reciban un afectuoso saludo y mi reconocimiento por la hermosa labor que realizan día a día.
Julio César Carrasco es Psicólogo Clínico, Máster en Psicoterapia EMDR, Instituto Kintsugi