El cerro Santa Lucía, pulmón verde e ícono histórico de Santiago, demanda un plan integral que proteja su patrimonio y fortalezca su resiliencia ambiental.
Por Uwe Rohwedder.- El cerro Santa Lucía ha sido un testigo silencioso del crecimiento urbano y se mantiene como un refugio que aporta bienestar ciudadano, consumiendo CO₂ y aumentando la humedad, al tiempo que reduce las temperaturas del centro de Santiago.
Un espacio que, por su rica historia —incluida la fundación de Santiago— pertenece a la memoria de los habitantes de la capital. Hoy, a pesar de ciertas condiciones de abandono, sigue siendo referente del turismo en la ciudad, especialmente para los visitantes extranjeros.
“Un lugar hermoso, pero descuidado” es un relato repetido que activó un plan de conservación anunciado por el alcalde. Sin embargo, varios accesos están cerrados en los múltiples circuitos del “parque”. Lo llamo parque por su aporte patrimonial al paisaje: especies arbóreas y arbustos que enriquecen la biodiversidad urbana, un concepto clave ante el cambio climático y el aumento de las olas de calor en verano.
Escaleras, estatuas, piletas, terrazas y muros de contención centenarios, además del ascensor que mejora la accesibilidad, están sumergidos en el verdor que caracteriza a la ciudad. Necesitan reparaciones y mantenciones urgentes. No puede recaer solo en el esfuerzo de un municipio: se observan daños estructurales en infraestructuras suspendidas y en altura, y la urgencia de intervenir contrasta con el riesgo sísmico que enfrentamos (riesgo sísmico).
Vale una alianza estratégica para valorar este tesoro entre la Ilustre Municipalidad de Santiago, el Gobierno Regional, el Servicio Nacional de Turismo (SERNATUR), el Ministerio de las Artes, las Culturas y el Patrimonio y Monumentos Nacionales. Es un lugar único para aprender caminando y merece más cuidado para seguir inspirando cámaras y alimentando preguntas sobre su existencia.
Uwe Rohwedder es decano de la Facultad de Ingeniería y Arquitectura, U. Central