Chile entre sus contradicciones pasadas y actuales

Por Hernán García Moresco.- El documental “La Batalla de Chile” tiene un mérito crucial. Es una fotografía de un momento histórico cardinal de la vida política chilena que culminó con el Gobierno Popular liderado por Salvador Allende, destrozado por el Golpe Cívico-Militar. Devela la geografía social y política nacional en sus múltiples contradicciones, las que se administraron y colocaron en una clave de disputa política e ideológica intensa, resultando las mismas en una serie de discernimientos al interior del sistema sociopolítico y sociocultural del país. Es una fotografía que revela cómo los grupos, los colectivos y las esperanzas pueden traducirse en un tiempo y en un espacio concreto pero dinámico.

El documental es capaz de captar cómo la multitud se desplegó territorialmente a partir de las esperanzas forjadas durante décadas, para superar los estados materiales de indignidad en el contexto vivenciado por las mayorías del pueblo de Chile. Es también capaz de captar cómo los poderes nacionales organizados en oligarquías terratenientes, partidos políticos de derechas y otros centristas en algunas de sus corrientes internas, disputaban intereses propios y de otros (incluso institucionalizadas en sus directivas partidarias). Así como lo ocurrido en las Fuerzas Armadas, las cuales lejos de explosionar por sus contradicciones internas, se alinearon con el poder económico de la época, para cuidar los intereses comerciales-financieros e ideológicos de escala nacional e internacional, lo que implicó eliminar cualquier atisbo de resistencia interna como fue el asesinato del general Carlos Prats y Alberto Bachelet (padre de la ex presidenta Michelle Bachelet), entre otros.

Es capaz, además, de captar, cómo esta geografía multitudinaria se desplegó a lo ancho y largo del país, relacionándose en tiempo y espacio con un escenario de Guerra Fría, traduciéndose ello, en la imposibilidad de abstraerse – los partidos políticos – de una toma de posición funcional a las claves que eran vox populi, y que permiten evidenciar (hoy) la búsqueda de defensa de los intereses corporativos y oligarcas del país y afuerinos. Esto, en contraposición a un proyecto político y social que buscó sacar de la pobreza dura y ruda a cientos de familias, teniendo como botón de muestra, los campamentos habitacionales distribuidos en diversas zonas del país (también conocidos como poblaciones callampas). Lo anterior, gestionado por partidos políticos populares y de masas, como acción y sello distintivo desde lo político y lo simbólico, en conexión con el internacionalismo solidario de tal conflictividad.

Es preciso consignar que durante el gobierno de Salvador Allende el Estado asumió un rol preponderante en la provisión de vivienda, considerándosele un derecho social, y su provisión constituyó una de las responsabilidades más importantes del gobierno. Este tipo de iniciativas sumadas a aquellas más extremas, como las expropiaciones de empresas urbanas y estratégicas (nacionalización del cobre) y profundización de la reforma agraria, permitieron otro caldo de cultivo para que los poderes centrales internacionales se involucraran y determinaran accionares en los grupos nacionales. Concretándose ello, mucho antes de la llegada al gobierno de la Unidad Popular (UP, 1970), disponiendo de todo lo que podían disponer en esta geografía nacional para lograr las ventajas que cada uno de sus perpetradores buscaron, viniendo estos desde la escala local-nacional, o bien la regional-internacional, cuando de pivote funcional a los poderes globales se refiere.

Por otra parte, permite constatar la conciencia de las mayorías populares como nutritivas las que permitieron la organización de una democracia política, como expresión nítida del programa de gobierno de la UP que buscaba “dignidad y una justa retribución” en el trabajo, lo que, traducido desde una matriz colectiva de la misma, da (dio) paso a las organizaciones de trabajadores.

Con estos antecedentes es posible prefigurar una pregunta, dado el contexto en el que se encuentra la patria cuando cambia su piel por medio de un inédito proceso constitucional nacional ¿deben exacerbarse las contradicciones, en la búsqueda de cambios, al nivel que nos permitió observar el documental ? O bien, ¿debe primar el principio de valoración, tolerancia y fraternidad de la persona humana como irrenunciable en el centro del quehacer sociopolítico, como la proyectada por Salvador Allende?

La necesidad de cambios no es razón suficiente para quebrar los espacios sociales presentes. Todo cambio requiere un periodo de latencia para su implementación, pero además consensuado. Esto último entra inmediatamente en contradicción en el contexto “revolucionario” de los años 70’, donde los partidos políticos tenían una alta penetración social y sus marcadas diferencias se veían por televisión… a modo de ejemplo, tal situación se constata en el debate entre los diputados Alejandro Rojas (PC) y Víctor García Garzena del Partido Nacional, donde, con sus refutaciones mutuas daban cuenta de ello. Es decir, posiblemente la polarización de los partidos y sus partidarios socavaron la institucionalidad. En código actual, los partidos de centro no lograron jugar un rol mediador. Esto, sumado a la manifiesta conducta elitista de una parte de los profesionales de la época que se plegaron a las indicaciones de la derecha y la oligarquía, quienes veían perder sus espacios económicos a manos de trabajadores organizados. ¡Si alguien hubiese cedido un poco… solo un poco!

En el presente, focalizar los cambios en la constitución en marcha… en la refundación, es exacerbar las discusiones, es desconocer las luchas populares de los años 70’ y anteriores de miles trabajadores que buscaron dignidad, es desconocer los avances sociales (pobreza, nutrición, etc.). Es no entender que una parte de la sociedad expresa valoración a las instituciones, que existen nuevas y urgentes demandas (igualdad de género, medioambiente, etc.), que la valoración de los partidos y en la actualidad de los movimientos sociales alternativos no es la mejor (se debe tener presente el caso Rojas Vade, sin perjuicio de la energía de cambio que despliegan), por ende, la penetración social no necesariamente es ideológica, es no reconocer que los partidos de centro hoy sí juegan un rol mediador.

Por estos días tenemos la lucha ideológica entre el consumismo (neoliberal) y la valoración en tolerancia y fraternidad de la persona humana (centroizquierda amplia). Pero esta lucha tiene fragmentaciones en la centroizquierda, pues estamos a meses de un proceso de jubilación generacional/ideacional y aún no hay acuerdos para el periodo que viene. Los errores de ayer deben ser aprendidos, así como las buenas prácticas.

El documental nos muestra sectores de la UP -previo al golpe- buscando acuerdos para dar solvencia al gobierno como herramienta prioritaria de futuro. Llamados públicos a la sensatez. Es como pensar/imaginar que la derecha actual, no tiene estrategias para enfrentar los cambios radicales que se podrían dibujar en la propuesta de la nueva constitución, como ya ocurrió con el fin de la UP (la historia, sirve para no olvidar). Pero siendo esto importante, también lo es la cotidianeidad que le corresponderá administrar a Sebastián, Yasna o Gabriel desde marzo del 2022. Ese país que enfrentará contradicciones, requerirá establecer prioridades, y por, sobre todo, acuerdos… en la correlación de fuerzas resultante (electoral y social), pero acuerdos al fin.

Construir nuestro futuro, requiere ceder sin renunciar, requiere usar lo aprendido, requiere una geografía de acuerdos, requiere aprender de la territorialidad que explicó la emergencia de la Lista del Pueblo, requiere decisiones asertivas en políticas públicas, requiere respeto para todos y todas, requiere el fin de las AFP, pero también saber que habrá personas en edad de jubilar que no lo podrán hacer (con o sin AFP). Requiere más esperanzas de profundización democrática en solidaridad (gesto revolucionario), por ello es necesario usar los aprendizajes populares, profesionales, individuales y colectivos para el nuevo Chile y su geografía que nacerá después de noviembre y, más aún, cuando culmine la Convención Constitucional el 2022, con su plebiscito ratificatorio.

Hernán García Moresco es licenciado en Educación en Matemática y Computación USACH,  magister en Ingeniería Informática USACH y José Orellana Yáñez, geógrafo, doctor en Estudios Americanos y magister en Ciencia Política.

Alvaro Medina

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