Categorías: Opinión

Chile fracturado

Por Hugo Cox.- Desde hace décadas Chile está fracturado y no logra encontrar un derrotero que lo lleve al desarrollo.

La construcción de un nuevo pacto social -a través de una nueva constitución que abarcara al mayor número de sectores- habría permitido construir un país con un destino común, en que las reformas fueran incrementales bajo una democracia liberal y no en una democracia con muchos apellidos.

Como lo he sostenido en diversos artículos, la no conversación es lo que domina en el paisaje. Pero ¿qué es conversar? Este acto es el cruce coordinado de lenguaje y emociones. Y al hablar de emociones, hablamos de actos corporales dinámicos que especifican los distintos dominios de acciones en que nos movemos (ver el libro “Chile enfermo del alma” de Humberto Maturana). La pregunta que surge es: ¿Está dispuesta la gente a conversar? Lo que vemos es que se han cerrado los caminos y espacios de conversación y lo que prima es la descalificación y la agresión de distintas formas.

La vieja tendencia del país es discutir de las reglas, de las normas, los manuales y no se conversa sobre qué concepciones hay detrás de las reglas, qué es lo que inspira dicha normativa o reglamentación, revisar el sustento teórico que origina lo anterior. Esto da cuenta de la pobreza de la discusión.

Hoy el debate público y la democracia en Chile parecen quebrarse bajo el peso de la polarización, noticias falsas y de una crispación en aumento.

Se pierde de vista que las instituciones están primero y el razonamiento estratégico después (J. Haidt). Las comunidades humanas han desarrollado un conjunto de valores, virtudes, normas, prácticas, identidades, instituciones, tecnologías, etc., que trabajan al unísono para regular el interés propio y hacer posible las sociedades cooperativas. Esto es lo que se llama sistemas sociales. Gramsci explica lo anterior a partir de la hegemonía cultural, ya que en las sociedad existen distintos heurísticos morales, que permiten tomar rápidas decisiones. Los diversos sistemas morales podrían explicar en parte la división social y la polarización política.

Las redes sociales -que podrían haber aportado al diálogo y la conversación- se han transformado en el encuentro entre iguales y sin diversidad y, a su vez, como sostenía Umberto Eco, en verdaderas discusiones de cantina, más peligrosas ya que se amplifican exponencialmente, en cambio en el bar estas quedan en el bar, una vez que los parroquianos abandonan el sitio.

Haidt en una entrevista para el Mercurio sostenía que el proceso que se estaba desarrollando en Chile era difícil de llevar ya que, si bien es importante tener a todos los sectores representados era bueno para la democracia, el error está (siguiendo a Foucault) en que si se entiende que todas las estructuras son de poder, opresión y oposición entré víctimas y victimarios, cualquier acuerdo se hace muy difícil, y la construcción de cualquier acuerdo se hace imposible, ya que no hay espacios para el dialogo, la conversación y, mucho menos, espacios para construir confianzas, y de inmediato vemos al otro como enemigo y no como un adversario político, lo que es peor cuando las redes sociales son eco amplificado de los debates partisanos.

A su vez, la política se transformó en una actuación para los espectadores que estaban en las redes y se dejó de buscar al otro. Y esto continúa, lo que hace cada vez más difícil buscar los acuerdos sensatos. Lo que vemos es la radicalidad identitaria se ve acicateada por las distintas plataformas de redes sociales.

Lo que está presente en estos discursos es una concepción de vencedores y vencidos, ya que las víctimas deben hacer justicia frente a los victimarios.

La construcción de la sociedad bajo el prisma de víctimas y victimarios deja a un lado la construcción de la política a partir de la comunidad y por lo tanto la construcción de la democracia parte desde la comunidad que hoy está quebrada.

En síntesis si no se da el espacio para construir conversación, diálogo, confianza, no se saldrá fácilmente de la crisis.

Alvaro Medina

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