Por Hugo Cox.- Uno de los fracasos del consenso de Washington es la promoción del mercado como el gran regulador de la actividad social, y relegar al Estado a una mínima expresión. Pero la experiencia empírica demuestra que las expectativas sobre el Estado no han disminuido por parte de los ciudadanos a pesar de la ola de privatizaciones en la década de los 80, y su severo efecto de la participación del sector público en el Producto Interno Bruto.
Ya al iniciarse el siglo XXI en toda América Latina se genera una cantidad enorme de tratados comerciales, que ponen al continente en la órbita de una economía globalizada, lo que hizo pensar a muchos que los Estados decrecerían y aumentaría la importancia de los mercados financieros, la empresas transnacionales, las agencias de securitización.
Pero de lo anterior ha ocurrido muy poco porque, a diferencia de Estados Unidos que privilegia al individuo y desconfía del Estado, en América Latina el desarrollo se ha construido desde el Estado, desde el Estado se ha construido el orden social, y la conciencia nacional surge desde el Estado, y las expectativas de las personas siempre han sido altas con respecto al Estado.
Teniendo en cuenta lo anterior… ¿Cómo producimos desarrollo en un país dependiente de la economía global, y donde su participación en la economía mundial es a partir de la exportación de materias primas, de bajo valor agregado, con una alta concentración de la riqueza?
Si hacemos una revisión de nuestra historia económica nos encontramos que el Estado siempre ha sido un actor fundamental el desarrollo del país, fenómeno que está muy presente en la conciencia histórica del chileno.
La economista ítalo-norteamericana Mariana Mazucatto en su texto “El estado emprendedor” entrega antecedentes teóricos basados en ejemplos concretos. Ella plantea que “no se trata de Estados grandes o pequeños, ni de empresas versus gobiernos. Se trata de cómo conseguir nuevas inversiones y nuevos tipos de acuerdos entre los sectores públicos y privados, para direccionar el crecimiento económico hacia un modelo inteligente, sostenible e inclusivo”.
Mariana Mazucatto, a partir de los datos que expone en su libro, desmiente el discurso de la ortodoxia del capitalismo financiero y devela a un Estado que no solo debe corregir los errores y fallas del mercado, sino que además debe ser un creador de nuevos mercados, ya que la creación es un proceso colectivo, incierto y acumulativo. Por ser un proceso de características inciertas, de mucho ensayo y error, es que en la primera etapa, no despierta atractivos económicos para los privados que normalmente tienen una mirada de corto plazo.
En síntesis son tres los desafíos que se plantean:
- Lograr un crecimiento inteligente esto significa una mejor innovación.
- Que sea sostenible, es decir que sea más verde.
- Inclusivo, que tenga los menores grados de desigualdad posible
Creo que esta puede ser una base que permita direccionar un debate de carácter democrático del país que deseamos construir; discutir cómo se debe orientar el crecimiento, cómo evaluar las inversiones del Estado, cómo deben ser los acuerdos publico privados, y la forma en que se deben compartir los riesgos y los beneficios del crecimiento.