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Crisis e Imaginación Sociológica

Por Tomás Moulián y Antonio Leal.- En estos días, en que cientos de miles de jóvenes postulan a las Universidades chilenas, muchos nos preguntan y se preguntan para qué y por qué es valioso estudiar sociología. Sea el sociólogo francés Francois Dubet que el sociólogo polaco Sigmund Bauman han publicado, en tiempos recientes, dos libros con un mismo título “Para qué sirve realmente un Sociólogo”.

La primera pregunta a plantearse es ¿qué es la sociología? Es una ciencia social, que como toda ciencia, proporciona una teoría y un método.

Una teoría es un conjunto articulado de proposiciones que busca explicar determinados aspectos de la realidad social. A su vez, los métodos, con sus dimensiones cuantitativas –realidades que se representan a través de valores numéricos y análisis estadísticos- o cualitativas –descripciones y análisis de conductas, hechos y sujetos sociales y de sus propios relatos-, buscan de preferencia desarrollar la capacidad de formular preguntas. Parte de hipótesis que deben ser verificadas en el trabajo de campo.

Como señala Anthony Giddens, la sociología es una disciplina científica con métodos de investigación sistemáticos, análisis de datos y el examen de las teorías a la luz de la evidencia y de la discusión lógica. Es una disciplina empírica que trabaja con datos comprobables que derivan de la observación metodológica de la propia sociedad y del comportamiento y juicios variables de los individuos y que la teoría sociológica universaliza a partir de las conclusiones parciales que aporta la investigación empírica.

Cuando Augusto Comte inventó el término sociología lo hizo porque las sociedades deben construir representaciones de ellas, deben conocerse.

Algunos ejemplos: ¿Qué hace el sociólogo cuando lo interrogan sobre el desarrollo de la sociología en Chile? Recurre a sus conocimientos históricos y recuerda que la sociología en Chile se instala entre 1957 y 1959.

Entonces vuelve a preguntarse: ¿En qué contexto internacional se produce esa fundación? Tiene lugar en medio de una dura Guerra Fría, tres años después del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, cuando Nikita Kruschev denuncia los crímenes de Stalin y, además, plantea la necesidad, por el peligro nuclear, de la coexistencia pacífica.

También ocurre esa fundación de la sociología el mismo año en que en América Latina comienza la Revolución Cubana y del impacto que tuvo en el continente.

Otra pregunta que se plantea el sociólogo: ¿En qué contexto nacional tiene lugar esa fundación de la sociología? Ocurre, se contesta, cuando recién comenzaba el gobierno de Jorge Alessandri, la presencia en el poder de una derecha moderna ligada a la expansión del capitalismo que dejaba atrás el peso político de la oligarquía terrateniente.

Y sigue haciéndose otras preguntas. Si al sociólogo, por ejemplo, le dicen: ¿Qué es el Estado? Éste recurre, para responder, a la memoria de sus conocimientos teóricos, pero también a su capacidad reflexiva.

Por tanto, se pregunta, por ejemplo, ¿qué ha hecho el Estado ante el estallido social que vive Chile desde el 18 de Octubre pasado?

Su primera respuesta es: ha buscado principalmente imponer el orden, lo cual significa que el Estado recurre al aparato represivo legal tratando de convencer a los ciudadanos de la legitimidad de ella. En otras palabras, busca generar consentimiento, buscando que los ciudadanos estén de acuerdo con lo que hace el Estado.

Pero vuelve a preguntarse ¿qué más debe hacer? Y la respuesta es que debiera entender el origen, el carácter de la explosión social, sus causas, y dar respuestas político institucionales y social-estructurales a demandas que están fuertemente internalizadas por la mayoría transversal de la población. Si no lo hace, toda su acción pierde legitimidad ya que el orden, por sí solo, en medio de una explosión social de las dimensiones que vivimos, no basta para defender la democracia institucional estimada estrecha e injusta por quienes protestan, y, por tanto, debe dar vuelta el axioma aplicado: la expansión de la democracia política y social, el asumir la legitimidad de las reivindicaciones de millones de sujetos muy diversos, puede generar las condiciones para reponer el orden.

Al estudiar los graves hechos de violencia que se producen en Chile, la sociología está obligada a preguntarse, como lo señala Dubet, como si esto hubiera sido escrito en medio de la explosión social chilena, sobre las formas y las falencias de la integración social dada la dimensión de la violencia de jóvenes que están marginados del modelo “es experimentada como una forma de destrucción personal, como una amenaza del propio sistema al cual responden endureciendo aquello que construyen como identidades a través de la propia violencia, y actuando con rabia  durante revueltas y disturbios urbanos, construyéndose en sujetos contra el poder e incluso contra la sociedad”. La conclusión es simple: en una sociedad sin una real integración social habrá violencia que aparecerá apenas se desencadene una acción social más poderosa o tenga oportunidad de expresarse en el fútbol, en conciertos o en medio de movilizaciones sociales de carácter pacíficas.

Esta capacidad reflexiva sobre la realidad social y las causas de los fenómenos ¿de dónde proviene? En gran medida del estudio de la sociología en tanto esta es una ciencia. Ello ocurre porque el conocimiento científico, además de enseñar conceptos teóricos, enseña a reflexionar. Quizás sea esa su principal virtud, el desarrollo de la capacidad de pensar.

Formulándose preguntas y discutiendo las respuestas. Esto significa reflexionando sobre Chile como país, como nación, pensando sobre su pasado y su presente para mirar hacia su futuro.

La sociología nos da herramientas para preguntarnos sobre la realidad social y para respondernos, para argumentar sobre lo social.

Por supuesto, esto no significa que el sociólogo sea el único que plantea preguntas. Pero sí significa que, por serlo, posee ciertos instrumentos científicos de los cuales otras disciplinas e individuos no disponen.

De todo ello deriva el que la sociología estudia la iniciativa social de los individuos, el comportamiento de ellos hacia la sociedad, los grupos sociales diferenciados que se configuran en cada momento del desarrollo de las sociedades, la interacción de los individuos, o sujetos, entre sí, con el sistema político y económico y el grado de cohesión que alcanza una determinada estructura social.

La sociología aborda sea el funcionamiento de las entidades sociales y los efectos en la vida de las personas. Pero estudia, también, el comportamiento de las personas en relación a los otros y que consecuencias tienen ese tipo de relación social en la construcción de los modos de vida de una sociedad, sociedades que cambian transformando las formas de relacionarse y de vivir especialmente, como hoy, en medio de grandes revoluciones tecnológicas, en un mundo global y donde la estabilidad sólida de la modernidad da paso a lo que Bauman llama las sociedades líquidas, a la postmodernidad. Es un cambio de la economía, de la filosofía, de la política y de la relación e involucramiento de las personas con la política y sus instrumentos, un cambio cultural donde asoman nuevas reivindicaciones –muchas de ellas inmateriales- que trascienden el plano social de la estructura clásica derivada de la revolución industrial a aquellas que se configuran con la era digital, la sociedad de la información, de las redes y a lo que viene que es la sociedad de la inteligencia artificial.

Esto, desde la sociología, lo develó Touraine cuando advertía el veloz paso de la sociedad industrial a la postindustrial y entregaba a la sociología el rol de contribuir a la creación de conciencia en los actores y sujetos  de la dimensión de este paso en la vida de las sociedades y de los individuos y de cómo ello se expresaba en la creación de nuevos movimientos sociales que ya no estarían solo determinados por las contradicciones sociales clásicas de la era anterior.

La sociología aborda, deconstruyendo las categorías, los temas clásicos, trabajo, familia, educación, los movimientos sociales, las organizaciones y sus relaciones con las estructuras de poder; los temas más escalofriantes como cárceles, indigentes, hospicios, pero también aquellos otros, emergentes, como los conflictos urbanos, los de género, las migraciones, las minorías étnicas y sexuales, la violencia doméstica, el medio ambiente, la biopolítica, por citar algunos.

Hoy son centrales el feminismo, con el cuestionamiento de la sociedad patriarcal, el rechazo al patrón de dominación de las mujeres, la instalación y concreción de los derechos de género hacia una nueva forma de sociedad que respete la igualdad de hombres y mujeres, y el ambientalismo, que configura una realidad distinta a aquella en que se creía que todo era infinito y tenía la certeza de progreso lineal a la concepción de lo finito, a la necesidad de un desarrollo sustentable y de un contexto de incertidumbre sobre el presente y el futuro. Detrás de ellos han surgido nuevos movimientos sociales, y hasta fuerzas políticas, de identidades parciales que representan reivindicaciones que ocupan un espacio transversal y producen una profunda revolución cultural que modifica la idea y los discursos que las sociedades han tenido sobre sí mismas.

La era digital cambia la manera de relacionarse de las personas y, por ende, también las formas de su organización se hacen más complejas y multiformes respecto de los movimientos sociales clásicos con el consecuente cambio de la subjetividad y de la forma como esta se configura en un mundo más individualista. Ello implica la creación de especialidades de la sociología dada la complejidad y diversidad que adquiere la vida social a partir de un fenómeno propio que es el estudio, en la interacción, del sujeto y del objeto, porque estudia el sentido que el sujeto le da a las relaciones y fenómenos sociales, la socialización, como la autonomía del objeto que va más allá de la interpretación que el sujeto configura.

Por tanto, la sociología estudia el cambio y en particular aquel que tiene que ver con las formas tradicionales de pensar, construye, a través de sus teoría analítica, técnica y metodología de investigación, nuevas tendencias generales que se generan en la diversidad de las manifestaciones sociales y de las instituciones. Construye una imagen de lo que surge y lo hace, como diría Kundera respecto del rol del arte, rasgando el telón, en este caso, la escenografía de la vida social, explicando lo social y las repuestas desde lo social mismo y , por ende, molestando a los poderes conservadores.

Como bien lo señala Dubet la sociología no es como una novela, no trabaja para seducir y crear un efecto de la realidad, sino para interpretar la realidad misma, estableciendo los datos derivados de la investigación para construir un relato, que toda formación social requiere, una epistemología y un léxico. Pone de manifiesto desigualdades ocultas, injusticias, devela “las porciones de la vida social que se ocultan en los rincones peor iluminados de la escena”, se pregunta el por qué, sus causas, y deja al desnudo mecanismos y procesos.

La sociología es vista como una disciplina incómoda porque tiene una visión crítica de la sociedad dado que, no hay que olvidarlo, juzga un orden social, contribuye a la transformación social, a la elaboración de políticas públicas y a la creación de los propios sujetos. No produce ideología, en el sentido que no acomoda su investigación de la realidad y su interpretación para fundamentar una determinada concepción, pero sí interviene creando conocimientos hacia el saber objetivo. Más allá de que el sociólogo pueda partir de una determinada concepción ideológica, pero, para hacer sociología, debe liberarse de su propia visión para estudiar la realidad de manera abierta, sin prejuicios, debe, como diría Mills, recurrir a la “imaginación sociológica” para pensar tomando distancia de los hechos para analizarlos. Debe establecer una distancia entre la producción científica de la realidad y la forma como piensa actuar en la vida social.

Sin embargo, como afirma Giddens, quien tiene conocimientos sociológicos no puede ser inconsciente de las múltiples y diversas desigualdades que cruzan el mundo hoy global y local y debe buscar respuestas para abordar estos fenómenos.

Uno de los temas de la sociología en el siglo XXI, como lo es también desde otros ángulos para la filosofía, es como se observa y analiza, en el mundo global y crecientemente postmoderno  –con una cierta incomodidad de la propia sociología habituada a tratar sobre una amplia diversidad de movimientos sociales donde la subjetividad se construía en la relación social colectiva- al sujeto individuo, sin que la antigua diferenciación de clases sirva para este efecto, y al proceso de conformación de su socialización.

El sujeto individual, que en la sociedad actual no está asociado a una orgánica específica, a un liderazgo reconocido, que se auto convoca a través de las redes sociales, actúa en función de lo que le parecen sus derechos y, como afirma Dubet, no eligen ni están determinados por su identidad ni su posición social sino más bien trabajan para defenderlas de aquellos que las pone en riesgo, adquiriendo de paso una alta volatilidad electoral y posicional en el plano político; obran en una multitud de mercados con las constricciones que impone la desigual distribución de los recursos materiales, sociales y hasta simbólicos y se piensan a sí mismos a partir de la representación simbólica de ser sujetos de sus propias vidas.

Es decir, la sociología debe abordar e investigar este fenómeno complejo a partir del individuo que a su vez es siempre, aún en su peculiaridad, un sujeto social, aún menos coherente que el sujeto clásico, pero con capacidad de explotar y de movilizarse de manera heterogénea y está obligado, en ese proceso a construir para sí mismo su propia experiencia y subjetividad.

La política y sus instrumentos, que tiene gran dificultad de conectarse con este sujeto-individuo, denuncia el individualismo como algo perverso e intenta retrotraer el escenario al pasado, al viejo orden de los sujetos estables y configurados en torno a una conciencia de clases, sin advertir que la liquidez de las relaciones de la sociedad actual lo hace imposible. Teme al escenario de que en el enorme vacío político surjan, como ocurre, liderazgos populistas de izquierda con tintes autoritarios o de derecha con fuertes matices fascistas y es justamente la sociología la que puede dar luces de como reconstruir una nueva vida social a partir de la singularidad, atomicidad y transversalidad de los nuevos sujetos sociales que caracterizan el mundo actual y que, como hemos visto en las explosiones sociales de los últimos meses en Chile y en diversas latitudes del mundo, son quienes colocan en cuestión las estructuras económicas y políticas de la sociedad, a veces a partir de elementos explosivos muy particulares, pero detrás de los cuales hay un mar de contradicciones que develar.

Para ello, sirve también la sociología.

Tomas Moulián es sociólogo, Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales; Antonio Leal es sociólogo y Doctor en Filosofía