Por Carlos Guajardo Castillo.- Evidenciamos una nefasta consecuencia de la actual pandemia, que cada vez es más latente en nuestros estudiantes: una serie de problemas asociados al manejo de la autoestima, la autorregulación, la concientización por la sociedad que nos alberga y la regulación cada vez que nos relacionamos con las demás personas.
Esto, y en palabras de Daniel Goleman -psicólogo estadounidense-, se concibe como características que son propias de la Inteligencia Emocional (I.E), y sobre las cuales son clave la auto-motivación, la persistencia por las desilusiones, el control de las presiones, regulación del humor y la asertividad cuando decimos algo que no nos parece. Surge entonces la pregunta, independiente del nivel educativo que hemos tenido en el trayecto de nuestras vidas, ¿Cuánto nos han preparado en inteligencia emocional? Posiblemente, en la escuela nos dijeron “respeta a los demás”, “comparte con tus compañeros/as”, “no te enojes por esas cosas”. Todos aspectos que, de una u otra forma, son vitales para la resolución de problemas en sociedad. Sin embargo, la sobrecarga de horas de clases en el sistema escolar chileno, ausencia de programas de desarrollo personal, desatención de actividades evaluativas, que solo se remiten a la nota y a la exigua valoración actitudinal del estudiante (pensamiento crítico, respeto por los demás, trabajo en equipo, entre otros) evidencian su falta.
Hace una semana se hizo viral un video que muestra cómo una profesora universitaria, tras apagar su cámara y olvidar su micrófono, insulta a sus alumnos después de una clase virtual. Quienes cumplimos el rol de profesor/a en Chile, solemos comprender que cada vez que planificamos una clase, ésta no solo se focaliza en el manejo disciplinar de la asignatura, sino que también, en el progreso de aquellos Objetivos de Aprendizaje Transversal (OAT), que no hacen otra cosa que formar al individuo para la vida. Solo basta, en propiciar acciones pedagógicas como trabajos en equipo, un debate, una clase invertida o una actividad extracurricular que permitan hacernos tomar conciencia de que no todo se trata de aprender materias al mismo tiempo; pues será necesario inculcar valores que son primordiales para el desarrollo integral del ser humano. Además, tengamos en cuenta, que muchas de las ofertas de empleo que hoy se ofrecen en el mercado, valoran el poseer competencias de inteligencia emocional para un desempeño sobresaliente.
No puedo dejar de mencionar, que “todo parte por casa”, por tanto, el que nuestros hijos se desenvuelvan “emocionalmente sanos”, dependerá del trabajo que no solo se conlleve al interior de las aulas de clases, también, será clave el grado de involucramiento de la familia, con simples actos como: almorzar o cenar con la televisión apagada, conversar de lo acontecido en el día y por, sobre todo, enseñar a aceptar la diversidad de opiniones que cada uno sostenga.
Carlos Guajardo C. es académico en las áreas de currículo y evaluación con enfoque inclusivo; directivo de la Facultad de Educación UCEN.
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