Por Juan Medina Torres.- En el libro “Orígenes del hospital San Juan de Dios”, Benjamín Vicuña Mackenna califica a Pedro de Valdivia como un «hombre sagaz y caudillo previsor que trajo consigo en su caravana del Cusco clérigos, frailes, capellanes, alarifes, gallinas, una mujer, escribanos, cerdos, secretarios de carta, un gobierno, en suma, una colonia en miniatura». Pero no trajo un sangrador, lo que era lógico porque los conquistadores morían solamente por la espada o la horca y necesitaban un confesor antes que a un médico de cabecera.
Durante muchos años, en España y sus colonias el confesor era mucho más importante que el médico de cabecera. Por esta razón -señala el autor- se hace poco probable que Don Pedro de Valdivia haya sido el fundador del Hospital del Socorro, hoy denominado San Juan de Dios. Es más probable, dice Vicuña Mackenna, que Inés de Suárez le hubiese insinuado a Pedro de Valdivia la necesidad de un primer hospital en Chile. El relato continúa con la historia de esta mujer que integró el contingente que acompañó a Pedro de Valdivia en la conquista de Chile. Señala que ella «fue el primer cirujano, vendaba las heridas de los soldados y preparaba la dieta de los enfermos. Cuando acusaron a Pedro de Valdivia de esconderla como querida, él dijo que sólo la tenía como su «médica».
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En “Los Médicos de Antaño en el Reino de Chile”, otra obra de Vicuña Mackenna, señala: “que en 1577, Santiago alcanzaba a los mil habitantes y los primeros esfuerzos médicos de Inés de Suarez fueron reemplazados por otros ‘facultativos’, entre quienes destacan el licenciado Castro, el bachiller Bazan, el licenciado Alonso del Castillo (tercer facultativo de la colonia), quien tiene el gran mérito de haber sugerido traer el agua para consumo de los habitantes de Santiguo desde la quebrada de Tobalahua (hoy De Ramón)”.
Cabe destacar que durante la Colonia, la población de los pueblos originarios disminuyó considerablemente por las enfermedades infecciosas propagadas por los conquistadores.
Además, la escasez de personas que ejercieran como boticarios, médicos o cirujanos hizo que gran parte de la población tuviese que recurrir a la medicina popular, proporcionada por curanderos mapuches y hierbateros.
La Administración española reguló durante la colonia el ejercicio de la medicina por intermedio del protomedicato, organismo creado en España en el siglo XV. En América estas funciones las asumía el Protomedicato de Lima, pero en la Capitanía General de Chile, la entrega de licencias para ejercer la profesión, así como la regulación de los temas concernientes a la medicina y salubridad en nuestro territorio, estuvieron bajo la supervisión del Cabildo.
En febrero de 1593, el gobernador Martin Oñez de Loyola, firmó el decreto mediante el cual designaba a Juan Guerra como médico, cirujano y barbero del hospital de Santiago. El mismo documento establece que los honorarios del doctor serían dos carretadas de leña, dos carneros, y una fanega de harina (44 kilos) semanalmente y tres botijas de vino mensualmente (50 litros aproximadamente).
Este nombramiento demuestra la poca consideración que se tenía en esa época por la profesión de médico, porque además del sueldo fijado se confundía su profesión de médico con los del barbero. Cabe destacar que los documentos presentados por Juan Guerra, para postular a dicho cargo señalaban que este había practicado largos años la medicina y la cirugía y que después de rendir exámenes había obtenido su licencia para practicar la medicina del protomedicato de Lima.