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Curiosidades de la historia: cuando ser elegido en el cabildo era privilegio de unos pocos

Por Juan Medina Torres.- Para el historiador Miguel Luis Amunátegui, “la historia municipal de Santiago es a la colonia lo que la historia parlamentaria es a la república: la expresión de las ideas y de las aspiraciones de Chile en un período determinado de su existencia”.

Los cabildos como institución tienen su origen en el medioevo español y fueron una de las instituciones más importantes desde los primeros años de la conquista española en América, constituyéndose en un organismo de representación de las elites locales frente a la burocracia real.

Amunátegui en su obra “El Cabildo de Santiago”, señala que el “7 de Marzo de 1541, Pedro de Valdivia nombró alcaldes ordinarios a Francisco de Aguirre y Juan Dávalos Jufré; regidores, a Juan Fernández Alderete, Juan Bohon, Francisco de Villagrán, don Martin de Solier, Gaspar de Villarroel y Jerónimo Alderete”. Estos fueron los hombres que integraron el primer cabildo de Santiago y, desde sus inicios, asumieron amplias atribuciones de gobierno y justicia.

Las funciones de este primer cabildo fueron múltiples destacándose la defensa de la ciudad, la administración de justicia, el cuidado de la salubridad pública, construcción de obras públicas, la fijación de  precios de venta de artículos y servicios, el establecimiento de pesos y medidas y velar por el abastecimiento de la ciudad, entre otras.

Hasta 1577, solamente 26 encomenderos tenían el privilegio de elegir alcaldes y regidores en Santiago, por lo cual muchos vecinos opinaban que la “república era mal regida”. En 1574 se solicitó a la Real Audiencia que funcionaba en Concepción, ordenara la aplicación de una cédula dictada en Valladolid el 29 de abril de 1554 por Felipe II, la cual disponía que para los cargos del Cabildo de las ciudades chilenas podía ser elegido cualquier vecino “que tuviere casa poblada, aunque no tenga repartimiento de indios”. La Real Audiencia aprobó esta petición y ordenó que se eligiese la mitad de los regidores entre los encomenderos y la otra mitad entre los que poseyeran casa y hubiese adquirido vecindad.

Pero a pesar de lo ordenado por la Real Audiencia siempre se requirió de cierto estatus para ser elegido, o sea el rango jugó un papel preponderante en las elecciones de estos cargos y así nunca un español de rango bajo o medio pudo acceder a ser elegido regidor o alcalde.

Es así como, poco a poco, los grupos económicos, rivales en un comienzo, fueron fusionándose hasta formar el núcleo aristocrático que manejó el poder económico, político y social de la colonia.

Alvaro Medina

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