Opinión

Democracia bajo presión

La democracia y el sistema político está obsoleto y mediocre para los tiempos que vivimos, especialmente mientras sigan los parlamentarios que ya se acostumbraron a la buena vida, afirma el economista Bernardo Javalquinto.

Por Bernardo Javalquinto.- Todos los países que pasan del subdesarrollo al desarrollo viven la misma experiencia: al principio somos desorganizados, la población crece y exigen mayores demandas, hasta que la gente aprende a convivir con una sociedad acorde a las voluntades de todos los actores del sistema.

Pero para analizar esas voluntades, lo primero que debemos preguntarnos es: “¿Qué es el gobierno?”. Las palabras “gobierno”, “política”, “poder” y “democracia”, deben estar claramente definidas.

La dificultad es que los cientistas políticos, intelectuales, filósofos, gobernantes y reyes nunca han sido capaces de llegar a un acuerdo completo sobre el significado de estos términos.

Ver también:
Defender la Democracia Liberal en el mundo Woke

El filósofo griego Platón y su discípulo Aristóteles especulaban sobre su significado, y el proceso ha continuado hasta nuestros días.

Teniendo en cuenta que no hay definiciones universales o un significado perfecto existente, todavía podemos discutir las palabras y llegar a un concepto general de lo que significan. Hoy tenemos un “Gobierno Democrático” y una “Sociedad cambiante”.

El sistema político se relaciona con la gente, y el tamaño de la de la población afecta al sistema. De igual importancia es la naturaleza cualitativa de la población: quiénes son, dónde viven, cómo trabajan, cómo se mueven, y muchos otros factores que nos afectan. Todas estas variables, y muchas más, nos hacen ver el funcionamiento del sistema político, en otras palabras, podemos ver cómo el sistema es afectado en cierta medida en el marco social, económico y cultural que nos rodea.

Como la sociedad cambia, las respuestas del gobierno probablemente cambien también. El Gobierno reacciona a los cambios básicos en la naturaleza de una sociedad, trata de adaptar los programas y la toma de decisiones para satisfacer las necesidades y las demandas cambiantes de los ciudadanos.

Los cambios en la población también son muy importantes políticamente, por ejemplo, los datos del último censo confirmaron que el equilibrio de la población no había cambiado sustentablemente desde el censo anterior. ¿Será que seguimos basándonos en información del pasado y debemos seguir siendo reactivos con lo que nos dijo el Censo anterior?

Todo esto para señalar que en democracia es pueblo el que afecta la forma de gobernar.

El sistema estadounidense de gobierno, por ejemplo, se basa en el concepto de que el poder viene del pueblo al gobierno. Thomas Jefferson lo expresó elocuentemente cuando escribió en la Declaración de Independencia que «para garantizar estos derechos se instituyen Gobiernos entre los hombres, derivando a ser justos en los poderes del estado con el consentimiento de los gobernados”.

Tanto así que Abraham Lincoln expresó el mismo pensamiento en su discurso de Gettysburg, al hablar del «gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo».

Nuestro país debe hacer un análisis, urgente para poder ver la relación: Gobierno y ciudadanos, y negocios y marco constitucional, en el actual sistema democrático; libertades civiles y ciudadanía, discrepancias por los derechos civiles igualitarios, opinión pública, grupos de interés, relación medios de prensa y política… Todo esto con el fin de apuntar a un gobierno y sistema económico que promuevan el bien general del país.

Esta es nuestra tarea. Si logramos ordenar los conceptos, tendremos una democracia sin presiones y desacuerdos, porque todos estaremos hablando el mismo idioma y avanzando tranquilamente con lógica y sentido común.

Pero si las autoridades, políticas, judiciales, policiales, económicas, religiosas no se ponen de acuerdo entonces nunca vamos a poder salir del subdesarrollo.

El único rol del gobierno es proteger, enriquecer (calidad de vida) y empoderar a sus ciudadanos. Pero el sistema está obsoleto y mediocre para los tiempos que vivimos, especialmente mientras sigan los parlamentarios que ya se acostumbraron a la buena vida. No tienen el derecho moral y menos ético de obligarnos hacer lo que ellos creen que es correcto.

Bernardo Javalquinto es economista y PhD

Alvaro Medina

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