Por Carlos Cantero.- “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”
(Juan 1:1).
La historia humana sintetiza milenios de una profunda observación de la naturaleza y el cosmos en diversidad de libros sagrados como la Tora, la Biblia, El Corán, el Dhammapada Budista, el Bhagavad Gita del Hinduismo, entre tantos otros en todas las religiones. Todos traspasan de generación en generación y desde una civilización a otra, con sincretismo y adecuaciones, visiones que integran enfoques materialista, idea-listas o espiritualistas que se han expresado en tensiones que rompen la unidad. En los últimos siglos observamos un materialismo desbordado, todo es partícula y materia, visión sintetizada en el “ver para creer” de un positivismo extremado. Los enfoques idealistas, es decir de las ideas, los planos mental y espiritual, la onda y energía espiritual, mantienen presencia y vigencia debilitada.
En estas ideas hay una definición capital, la que comúnmente es pasada por alto, particularmente en la cultura judeo-cristiana-occidental, que enfatiza la materialidad, el cosismo o reificación. Refiere a los tres planos de existencia: el plano físico que tiene que ver con lo biológico cuya memoria es el cuerpo; el plano mental, vinculado con lo racio-emocional cuya memoria es el cerebro-corazón; y el plano espiritual, vinculado con la esencia del ser cuya memoria es el alma.
Intentamos auscultar en la onto-meta-física: para una visión más comprensiva de la elevación del nivel de conciencia y la interpretación de la realidad que nos toca percibir, en el acto de ser y estar en el mundo, para seguir madurando las interrogantes que la humanidad ha dejado a su progenie a lo largo de los siglos, entre el orden y el caos, el alfa y el omega, el principio y el fin. ¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Hacia dónde vamos?
La filosofía nos enseña que en el lenguaje las personas construyen la realidad, refieren sus percepciones, hablan de las cosas, generan coordinaciones, influenciadas por el entorno natural, o por sus propios procesos mentales, en un ethos (artificial o natural) gestionado por diversos tipos de intereses.
En el contexto de estos intereses se dan procesos de manipulación psico-neuro-mental-emocional, que configuran el saber, la forma de percibir la realidad o las creencias de las personas y las grandes audiencias, en todas las dimensiones del ser y estar en el mundo. Esto es particularmente significativo en una sociedad que se ha volcado hacia un énfasis filosófico materialista, hacia el cosismo (reificación). En este contexto se impone el imperio de la materialidad, la primacía de las partes (separatismo) por sobre la unidad, en detrimento de otros planos como el espiritual, con una especie de ceguera anclada en el individualismo egoísta, de un nihilismo que niega toda creencia o principio ético-moral, religioso, político o social, además de un sentido minimalista de la existencia humana y del valor de todas las cosas; por otro lado, se agrega el enfoque hedonista, que es la identificación del bien con el vuelco hacia el placer, especialmente el sensorial e inmediatista, que no mide consecuencias.
La importancia del lenguaje en el ser humano es que estructura (o configura) su pensamiento, el conocimiento, la consciencia o percepción de la realidad, la racionalidad, la emocionalidad, la intuición, es decir, todos aquellos procesos poiéticos[1] que son lingüístico-semánticos. En el lenguaje, en sus diversas formas y tipos, surgen las preguntas y las respuestas; se define nuestra forma de ser y estar en el mundo; vivimos en el lenguaje y en nuestras coordinaciones, desde las que emergen realidades, se generan los hechos y surgen las cosas.
Una perspectiva más amplia
En las últimas décadas, en el ámbito científico se despliega el informacionismo, una teoría de la información que va ampliando su escala. Refiere a la información que regula nuestras vidas, diminutos impulsos o quantas de información, que definen las connotaciones físicas, síquicas, energéticas, etc. Es un paradigma de la universalidad de la información, como una cuestión connatural a la naturaleza, el cosmos, en los seres vivos y los inertes, en el contexto que todos son vibracionales de acuerdo con lo planteado por la sabiduría sapiencial del Hermetismo.
Se entiende la información como: una configuración que contiene definiciones de la forma y estructura particular de una cosa; que define y determina la disposición de las partes que componen esa unidad; una energía que fluye desde la más alta abstracción hasta el dato, actuando como una configuración endógena que gobierna los procesos en forma de diminutos e invisibles impulsos, impactando las estructuras, activándolas poiéticamente. Una concepción en la que ubicuos algoritmos recursivos de información, mantienen el sistema natural auto-organizado, y al romperse esa unidad cambiamos de estado o morimos, para volver a nacer, en un infinito ciclo re-generativo universal, en la que se alterna el orden y el caos, en el eterno equilibrio dinámico de procesos auto-poiéticos.
Emilia Currás, científica y filósofa española que impulsó el concepto informacionismo, señalaba que la información tiene la peculiaridad de hacer cambiar el estado de la materia, lo que le confiere una naturaleza comparable a la energía (1988), en un sentido poiético, auto-generativo, auto-organizativo, autosustentable.
Los científicos e intelectuales, particularmente desde la astrofísica, la astronomía, la astrobiología, la astronáutica, astroingeniería y los que están en la carrera espacial, plantean un enfoque más elevado y amplio de estas ideas. Se trata de una concepción más compleja de la información, la entienden como elemento esencial de la naturaleza, que está en el cosmos, la que impacta sobre lo animado y lo inerte, todo es información. La información es todo, Dios es información.
En el simposio “God, Matter and information” (Dios, Materia e Información), desarrollado en el Consistorial Hall of Copenhagen University, entre el 17 y 19 de agosto del 2006, con el auspicio de la Fundación John Templeton y el Área de Investigación Prioritaria sobre religión de la Universidad de Copenhagen, se encontraron los mejores científicos y teólogos de la época, en la que abordaron la posibilidad de Dios como fuente de información, para un mundo que se desarrolla por sí solo, auto-poiético, impulsado por esa información previa. Cabe señalar que estas ideas no son nuevas, también hizo referencia a ellas el Platón de los griegos, al mencionar la existencia de unos conceptos universales primigenios en la mente humana.
En el apasionante libro “Information and the Nature of Reality: From Physics to Metaphysics”, editado por Paul Davies (un visitante habitual al Observatorio Paranal y al Radiotelescopio de Chajnantor) y Niels Henrik Gregersen, recogen las reflexiones de los científicos y teólogos que participaron en el simposium mencionado y que en los años sucesivos han señalado nuevos caminos a la ciencia y a la reflexión relacionada con la materia, la vida y la mente. Estos promueven una reflexión respecto del papel fundamental que la Información juega en el cosmos y en nuestro mundo, abordan también el tema de la componente semántica de la Información: ubicua, omnipresente, omnisciente, omnipotente, actuando como instancia de configuración en todo el cosmos, en las condiciones y estados vibracionales adecuados, sustenta la materia y la energía que se auto-organiza. Como puede observarse, esa definición de información es muy semejante a la que tradicionalmente se hace de Dios.
Estas ideas nos permiten relacionar la información, con la materia (masa) y la energía (onda). Esta nueva visión de la Información, con enfoque semántico-poiético, motiva a retomar el Nuevo Testamento: “en el comienzo fue el verbo…..”, en relación con las referencias al Logos y al Verbo, a su sentido inmaterial, semántico y su relación con la mente, el conocimiento y la inteligencia, que cada ente decodifica en la elevación y amplitud de consciencia (vibracional) pertinente.
Nada es casualidad, todo en el cosmos es información, algoritmos recursivos y causales. Es muy complejo pensar que por azar se generó la vida. Para hacer comprensible una situación tal, que desde el caos surgió la vida humana en la forma y complejidad que la conocemos, es necesario entender que la secuencia lógica es que desde lo inerte y en ciertas circunstancias ideales se dan las condiciones para la vida, proceso en el que la información es fundamental por su impacto en la materia (partículas) y la energía vibracional (ondas) en un ambiente bioquímico favorable.
Lo inerte también es información, con un grado de organización compleja. A modo de ejemplo, cuando veo un cristal de cuarzo, repetido en perfección armónica inmutable en todo tiempo-espacio, digo “allí está Dios”. Es la información que permite que ocurra ese milagro de causalidad y fractalidad recursiva. Cualquier cristal mineral tiene una estructura y regularidad, un ordenamiento que construye estructuras, en algunos casos fractales, ordenados con la misma forma y secuencia, desde el aparente caos. Cuando la materia y la energía, o las partículas y las ondas, se encuentran en frecuencias particulares, esas materias aparentemente inertes, en ciertas circunstancias físico-químicas producen la transmutación emergiendo formas básicas de estructuras organizadas, incluso en algunos casos estructuras orgánicas. Aún me embarga la perplejidad cuando reflexiono en torno a mis lecturas y diálogos de Emilia Curras y Paul Davies, que con asombro me hacen repetir que: “Dios es información”.
Carlos Cantero Ojeda es geógrafo, Dr. en Sociología en la UNED-España. Ex Senador y Vicepresidente del Senado de Chile
Notas
[1] POIÉTICO: Adjetivo relativo a la producción. Los griegos distinguían dos tipos de acción: la praxis, que se caracteriza por ser una acción que no produce un objeto como resultado y es el obrar propio de la ética y la política. Por otro lado, estaría la poiesis, acción sujeta a reglas que produce un objeto como resultado. Sería la acción productora, creadora. A este tipo de acción está asociada la palabra «techné», de la cual derivan tanto la palabra «técnica» como «arte», ya que en la concepción griega, el arte estaba sujeto a reglas, bastaba con seguir un procedimiento establecido para crear una obra de arte. Poiético significa entonces productivo, creador, pero siempre sujeto a reglas. Bolulesie: Filosofía en Red.
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