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Economía en pandemia: Un respiro para el organismo enfermo

Por Francisco Arriagada.- Vivimos en un mundo interdependiente y eso ha agudizado los efectos de la crisis sanitaria que ha penetrado los más recónditos rincones de nuestros sueños y aspiraciones a lo largo de un año de pandemia. Y no sólo la salubridad, sino también los humos de un estallido que coincidió como chispa de una tormenta perfecta.

Con dicho telón de fondo, las células vitales de este gran cuerpo humano llamado economía, es decir, las empresas (especialmente las Pymes) que, de tanto en tanto pueden ver rondar el virus de la insolvencia, esta vez no pudieron evitar toparse con este enemigo invisible del virus COVID-19 agigantado como la Insolvencia Crónica, eventual desencadenante de una recesión.

Se espera que estos efectos sean tan draconianos como los de los años 80’ dicen algunos sobre un hito en el que quebraron más de 1.800 empresas. El gráfico debiese ser una “V”, o una “U” dicen otros. Pero más allá del todo, al decir de estas premisas (de connotados profesionales desde luego) lo cierto es que en dicha ocasión el riesgo fue tan sistémico que hasta los bancos “cayeron” (deuda subordinada).

Contando hoy con una banca estable, y un sistema financiero no (aún) por el suelo, resulta de importancia mantener, pero también exigir a esta misma, estar a la altura de las circunstancias. Y para rehabilitarlo, resultará vital que las venas (bancos + sistema financiero) de este paciente infectado logren cumplir su cometido, inyectar el dinero (verdadero oxígeno catalizador) a la economía, ¡el equivalente a las venas de esta red!, por la que este último circula y pasa a las empresas y de estas a la fuerza laboral y desde estas, finalmente, a las familias y personas.

No dudo, y así podemos observar, que el Estado está haciendo esfuerzos para mitigar los efectos de la crisis, diversas iniciativas lo están demostrando como la Ley de Protección al Empleo, capitalizaciones del BancoEstado y las asignaciones del Fogape (y también flexibilizaciones de este último), líneas de crédito Covid-19, etc. Pero los objetivos no se lograrán o tardarán (lo que es lo mismo) si los créditos no llegan eficiente y prontamente a quienes lo necesitan.

Conversando con un empresario, éste me refería su preocupación “no se sabe bien como está operando, no conozco a nadie a quien le hayan otorgado recientemente un Fogape”, lo que me llamó la atención. Pero si en el Fogape el Estado es garantía, entonces el riesgo lógicamente es menor para el banco, repliqué, tras lo cual si bien información pública preliminar da cuenta que se han cursado dichos créditos (al menos de la Línea Covid) la sensación aún sigue siendo la dificultad de acceso, el rechazo injustificado (o incluso sin justificación) por parte de los ejecutivos bancarios, entre otros, así respecto de la línea de crédito Covid-19 han existido varios lamentables reclamos, entre otros, por discrecionalidad comercial.

En mi encierro, finalmente reflexioné que no quedará más que estar atento a que el oxígeno que se está suministrando en quienes la comunidad depositó la fe pública (en materia económica) es decir las “venas”, los bancos, cumplan su rol, para que esto pase como dijo el ministro de Hacienda “del papel al bolsillo”, o como diría el que suscribe “con un respiro”, tarea la cual todos deberemos escrutar, sociedad civil, gobierno, mismas empresas y desde luego, nosotros como ciudadanos.

Francisco Arriagada Piña es abogado de la Pontificia Universidad Católica de Chile y consultor independiente.