Por Hugo Cox.- Chile eligió este domingo a los 51 consejeros que redactarán la nueva propuesta de Constitución para el país, proceso que situó como primera fuerza a la extrema derecha y, a diferencia del anterior proceso, estuvo marcado por un menor interés ciudadano con un alto conteo de votos nulos y blancos, que superaron el 20 %.
De manera no tan sorpresiva, la lista de centro-izquierda Todo por Chile, que aglutinó a partidos de la ex Concertación (PPD, DC, y PR), no consiguió puestos al interior del organismo redactor, un resultado que, según varios analistas, evidencia un desfonde del centro político chileno.
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Pero al examinar las cifras en detalle observamos que en los distintos sectores surge un cambio en la hegemonía, pero sin que se produzca un cambio sustantivo en las distintas fuerzas políticas. La derecha en sus dos versiones alcanza alrededor de un 56% y, por otra parte, la izquierda en sus distintas expresiones suma alrededor del 37%.
Es, en síntesis, victoria maciza de la derecha y una derrota de la izquierda. No hay que olvidar que la izquierda -cuando fue gobierno- fue con el apoyo de los sectores de centro (DC, PR, Liberales, etc.), bajo un programa común y creando una cultura de diálogo y conversación permanente.
Hoy, más que nunca, Chile necesita un gran acuerdo si se quiere evitar nuevas revueltas sociales, si que quiere evitar la polarización del país y disminuir al máximo la violencia y tomar el control de la delincuencia y el narcotráfico.
Lograr acuerdos
El pais hoy requiere la construcción de un mínimo de acuerdos que permita un marco de desarrollo del pais, y para dar un salto cualitativo a una democracia madura se requiere de acuerdos. La historia así lo demuestra.
Una de las vías para lograr esto es que la nueva constitución logre estos acuerdos mínimos. Este hecho necesariamente obliga a todos a renunciar a discursos maximalistas, ya que la responsabilidad es con la República. Aquí no hay cabida para las visiones economicistas de la derecha que ven al ser humano como un factor productivo, y tampoco hay cabida para un moralismo de izquierda: se requerirá más Maquiavelo y menos Savonarola, como lo explicitaba en una columna anterior.
Lo más seguro es que si no hay una buena lectura de las elecciones se termine dilapidando la posibilidad encontrar un mínimo de acuerdo. No faltarán quienes vean cualquier proceso de acercamiento entre los dos interlocutores reales que son la Presidencia de la República y el Partido Republicano como una traición (de cualquier lado).
El país estará pendiente de aquello, ya que la derecha será la que administre la agenda y tiene tanto en el consejo constitucional como en el congreso el poder de veto.
En síntesis, debe primar la cordura en ambos sectores.