Por Hugo Cox.- En el último tiempo asistimos a un cambio constante en el discurso, pero ese discurso también tiene reversa. Está presente en la frase “quemar lo que adoraste y adorar lo que quemaste”. Ejemplos hay muchos en el último tiempo.
Esta frase puede interpretarse de diversas maneras, pero generalmente implica un cambio radical en la perspectiva o en las prioridades de una persona. Aquí hay algunas posibles interpretaciones:
Renunciar a lo que valorabas: A veces adoramos cosas o personas que, en realidad, nos hacen daño o nos impiden crecer. «Quema lo que adoraste» podría significar dejar atrás aquello que alguna vez consideramos sagrado o esencial en nuestras vidas, pero que en realidad nos está frenando.
Valorar lo que despreciabas: «Adora lo que quemaste» sugiere que, después de deshacerte de algo, debes reconocer su valor real. Podría significar aprender a apreciar lo que antes subestimabas o ignorabas.
Transformación personal: La frase también puede referirse a un proceso de transformación personal o espiritual. Quemar lo que adorabas podría representar un desapego de las cosas materiales o de las ambiciones egoístas, mientras que adorar lo que quemaste podría implicar un nuevo enfoque en valores más elevados o en relaciones significativas.
Aceptación del cambio y la pérdida: En un sentido más amplio, la frase podría significar aceptar el cambio y la pérdida como parte natural de la vida. A veces, es necesario dejar ir lo que tenemos para avanzar hacia algo nuevo y más significativo.
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En resumen, la frase «quema lo que adoraste y adora lo que quemaste» invita a reflexionar sobre el desapego, la transformación personal y el reconocimiento del valor verdadero en nuestras vidas.
Existen sectores “woke” dentro del gobierno que aún no asumen que la derrota del gobierno en el primer plebiscito marcó un cambio profundo en la prioridades, siendo los temas de seguridad pública y seguridad económica los prioritarios para las personas, y exigen al gobierno la solución de ambos conflictos.
El cuadro actual da cuenta de dos crisis que, cada vez, se profundizan más, ambas radicadas en la estructura política. La primera, de gobernabilidad, con grados profundos de inestabilidad política lo que genera, en términos simples, conflictos sociales, económicos y de seguridad; la segunda, la ausencia de un Estado de Derecho en diversas zonas del país (ejemplo de esto es la muerte de tres carabineros en la provincia de Arauco, o el dominio narco en algunas poblaciones).
En síntesis, la política una vez más debe actuar teniendo presente que “nunca hay un final definitivo; simplemente hay que gestionarlas con sensatez política” (Soledad Gallego-Díaz en El País).
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