Por Hugo Cox.- En las últimas semanas se han visto varios hechos, tanto en el plano local como en los contextos internacionales, que evidencian una desorientación de la élites gobernantes, con intervenciones que rayan en la ofensa o derechamente ofensivas.
Baste observar las intervenciones en la Comisión del Trabajo de la Cámara de Diputados con motivo de la discusión del proyecto de las 40 horas laborales, o a propósito de la acusación constitucional con la ministra de Educación; en el plano internacional, otras, como los dichos del Presidente de Brasil y de su ministro de Economía, o los que nos tiene acostumbrado el Presidente norteamericano.
Pareciera que los sectores de derecha nos quieren acostumbrar a las frases vacías, sin contenido real, que amalgaman verbalmente, generando un discurso hueco, una ausencia de discurso sólido, en que se repiten obviedades, sin desdecirse ni un solo milímetro de la tautología inicial… dando paso a la ofensa y agresión.
Pero lo que refleja esto no es algo casual, sino estructural. Una de las características del siglo XXl, como lo describe y analiza Bauman en sus distintos textos, es que los valores y lo que se considera ético y moral ha cambiado radicalmente, producto de los cambios políticos y sociales.
Surge una ruptura con las instituciones y las estructuras fijadas en el siglo XX, y en que cada uno crea su propio molde para determinar sus decisiones y formas de vida, basándose en el individualismo y que ha llegado a convertirse en algo temporal e a su vez inestable, en que se hace patente el miedo al compromiso y una búsqueda del beneficio personal. Es en este escenario en que debemos situarnos.
Pero si se observa y deconstruye el discurso dominante, es una constante apelación a lo que es propio del modelo neoliberal dominante, discurso que está por sobre lo colectivo. Véase, por ejemplo, lo que hay detrás de la flexibilidad laboral: el eterno miedo a la sindicalización, el poder actual necesita de los otros desunidos para su existencia.
Detrás de ese discurso se esconde el verdadero sentido del modelo, que es la mercantilización de la vida, la apuesta constante a la privatización del sujeto, con sus consecuencias. La apelación a lo privado es el verdadero sentido ideológico del discurso dominante, y que le da sentido a este.
En síntesis se tiende a perder de vista la auténtica naturaleza del valor y por qué lo colectivo, el “nosotros“, es tan importante; cuestiones que en el pasado estuvieron en el centro del debate y pensamiento y que hoy sencillamente no se discuten. Si se quiere reemplazar el actual sistema parasitario por otro sostenible y que funcione para todos y no para unos pocos es urgente y necesario repensar por ejemplo el origen de la riqueza y esto debe llevar necesariamente a interrogarnos en que mundo queremos vivir.