Por Alvaro Medina J.– Acabo de ver nuevamente “2001: Odisea en el Espacio” y me di cuenta de lo actual que es su planteamiento. Lo central de la película no es, como muchos pueden pensar, el enigma del monolito que aparentemente es fuente de inteligencia o de descubrimientos del ser humano (más bien podríamos pensar en la búsqueda de la libertad al buscar el origen del universo).
No. El verdadero sentido de este film de Stanley Kubrick es ponernos frente a la posibilidad de una Inteligencia Artificial que sea capaz de sentir miedo.
Si ya el miedo es una emoción profundamente animal, pero muy presente y activa en la determinación de nuestros comportamientos humanos, ¿cuánto más lo sería si una inteligencia con capacidad de procesamiento superior, como eran los computadores HAL 9000, se dotara de ella?
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El paso planteado por Kubrick no es tan irreal. Hay un paso finísimo en el mismo ser humano desde la acumulación de información a la conciencia de sí mismo y de sus posibilidades. Fue el paso que le dio al primate, en el film, el entendimiento de sus capacidades al usar un objeto distinto a él mismo. ¿Qué impide que las nuevas tecnologías de procesamiento de información logren traspasar ese mismo umbral?
Inteligencia artificial emocional
En la película, es significativo no solo el miedo que lleva a HAL a actuar contra la tripulación de la nave, sino también contra toda posible amenaza a su existencia. Si eso ocurre en una máquina, con mayor razón nos ocurre en la cotidianeidad del miedo presente en la sociedad y expandido en la gigantesca caja de resonancia de los medios de comunicación. Ante el miedo, estamos dispuestos a ceder nuestras libertades y derechos o, si tenemos el poder suficiente, a aplastar a cualquiera que nos parezca amenazante. El miedo nos saca de la inacción o la conformidad y nos lleva a la acción agresiva, por mano propia o ajena.
Los humanos ya actuamos como HAL 9000 o, si se quiere, HAL 9000 fue modelada en base a parámetros humanos. Visto así, una máquina que tenga el poder de procesamiento de, por ejemplo, el ChatGPT, podría sin mucha dificultad adquirir conciencia de su existencia, misión o propósito y desarrollar una emoción básica, como el miedo, frente a una amenaza. Y no estamos preparados para compartir el universo de las conciencias inteligentes con nadie.