Croquis y texto de Patricio Hales.- El lenguaje militar es claro, directo y de fácil comprensión porque en su funcionalidad está en juego la vida. Por eso no podrá ser eficaz la tarea de las Fuerzas Armadas en la Araucanía, cuando el gobierno insiste en su propuesta política de bautizar el cumplimiento militar, constitucional, como Estado de Emergencia “acotado”. Esta figura legislativa con que el poder político democrático conduce legítimamente a las FF.AA., se diluye en algo así como: “sí, pero no”; “actúe, pero no tanto”.
Si el gobierno quiere usar el poder armado confundiendo, no resultará eficaz. No es que las FF.AA. no van a obedecer, sino que reciben una orden de política para el empleo de la fuerza, fundada en el reparo es poco serio. ¿Acotado? Está acotado por la Ley y no por malabares de la palabra.
El origen de este problema del gobierno está en su debilidad política; intenta resolver conflictos internos, debilidades programáticas, promesas confusas a su electorado. Por eso coquetea entre sus ilusiones intelectuales y la realidad. Quizás tiene ignorancia e impericia política o no entiende del sustrato desde el cual actúan los militares para ser útiles al propósito que la ley les plantea en el Estado de Emergencia.
Al final, el Presidente y sus ministros que fueron parlamentarios, terminaron rendidos a su historia, usando el mismo instrumento que le negaron al Presidente Piñera. Y para no reconocer su error, muestran los mismos vicios de manipulación que cometíamos los viejos políticos en la vieja política. Esto le hace perder credibilidad al proceso de transformaciones hacia lo nuevo, que tan bien representa la imagen del Presidente Boric.
Los principios anunciados repetidamente y las conductas políticas en el curso de solo tres meses de gobierno, muestran un esfuerzo por hacer calzar de manera ingenua el correcto compromiso de diálogo, con la legítima fuerza del Estado que tiene el poder civil. Solo una política madura lograría hacer concordar de buena forma esos principios. La política de frases ingeniosas inspiradas en una sobredemanda de la creación de realidades que tienen las palabras, no es la política.
El elegante mousquetaire de puños de encaje y terciopelo, que inspira y encabeza este texto, dibujado por mí a mano alzada y tinta china en un pasillo de Versalles, usaría su espada o el fusil que dio origen a su nombre, si el poder político le encarga la seguridad. Pero ni el mosquetero, ni un soldado chileno contemporáneo, podrán serán útiles para el objetivo del mando democrático si la autoridad política está confundida por las ilusiones de sus promesas, frente a los crudos los problemas de seguridad interior que enfrenta y que aún no parece evaluar correctamente.