Opinión

El poder contra el orden internacional multilateral

La llegada de Trump a la presidencia de EEUU ha sumado un integrante más al círculo de poder en el mundo que no respetan principios y reglas convenidas del orden internacional.

Por Edgardo Riveros Marín.- Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, luego de los horrores que trajo, los gobernantes de los Estados establecieron como contrario al ordenamiento jurídico internacional el uso de la fuerza armada como instrumento de las relaciones internacionales. Particular atención en ello merece la condena a la acción militar de un Estado para conquistar otro territorio.

Junto a este compromiso solemne con la paz, se asume el multilateralismo y la organización de la comunidad internacional a objeto de regular el ejercicio del poder a fin de evitar los abusos, asumiendo las evidentes asimetrías existentes entre los integrantes de aquella comunidad. Más aún, cuando una de las secuelas que dejaba la guerra era que algunos de sus integrantes habían obtenido capacidad bélica nuclear.

Ver también:
Donald Trump: menos jacksoniano y más imperialista

A partir de esto, proliferan los acuerdos en los ámbitos del derecho internacional consuetudinario y especialmente convencional mediante tratados destinados a regular diversas materias de orden político, comercial, científico, fronterizo, entre otras. Todo ello basado en principios y reglas que deben cumplirse de buena fe.

Actualmente el mundo mira convulsionado cómo esta estructura, tan difícilmente construida, es impactada por personas que asumen el poder, que no respetan estos principios y reglas y no consideran los devastadores efectos que pudieran acarrear. Esto se agrava cuando encabezan potencias. Ya, Putin, al impulsar la agresión a Ucrania, traspasó los límites.

La llegada de Trump a la presidencia de EEUU ha sumado un integrante más al círculo de poder en el mundo que no respetan principios y reglas convenidas. El listado de tensiones que ha generado en un mes y medio habla por sí solo. Sumando a las medidas una actitud arrogante y un lenguaje impropio de un gobernante o apartándose de la verdad, agraviando, de paso, a aliados históricos.

El panorama es incierto y hay que salir al paso, con rigor, al lenguaje bélico, que las potencias comienzan a utilizar. La guerra no es un medio para solucionar conflictos, sólo los agravan, más aún con la capacidad nuclear existente en el mundo.

Edgardo Riveros Marín es ex subsecretario de RREE y académico de la U.Central

Alvaro Medina

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