Por Carlos Zanzi (desde Suecia).- Estoy a dieciocho mil kilómetros de distancia física y a segundos de observar a través de las redes sociales lo que acontece en Chile. Paralelamente estoy a mil kilómetros de distancia de la guerra desatada por Rusia en Ucrania y soy parte de la campaña electoral para elegir el proximo 11 de septiembre el próximo parlamento y como consecuencia el nuevo gobierno en Suecia.
La pregunta que me intento responder es: ¿Qué tienen en común estos tres acontecimientos simultáneos?
Mi exploración argumentativa para intentar encontrar semejanzas entre estos escenarios la ubico desde la perspectiva del miedo, reconocido como un “estado emocional producto de la existencia de un peligro real o ficticio que se presenta como eventual o cierto. El resultado del miedo generalmente se traduce en angustia y desconfianza frente al peligro real o imaginario”.
Al observar lo que ocurre en Ucrania no hay duda de que el miedo que vive su población corresponde a la natural y sana sensación de estar permanentemente amenazado por un hecho real y violento. Una guerra declarada unilateralmente, que contiene objetivos no declarados pero que no son difíciles de entender desde la perspectiva expansionista, nacionalista del régimen gobernado por Putin, esta no solo basada en el poderío militar. Implica generar, miedo, terror y pánico.
Si la mirada se dirige al mundo europeo occidental observamos que más allá de la defensa de la autonomía e independencia de Ucrania, la condena a acciones bélicas injustificables o la solidaridad con un pueblo amenazado en su seguridad e integridad física y psicológica, observamos que el miedo es el recurso dirigido a la consciencia e inconsciencia de gran parte de la población europea. Ha sido la justificación fundamental para el fortalecimiento y crecimiento de la OTAN. El miedo, que probablemente tenga una gran dosis de amenaza verdadera, a la crisis energética, al alto costo de la vida, a las dificultades para impedir una alta presencia de refugiados ucranianos, lo que a su vez dificultaría la aplicación de medidas más drásticas hacia migrantes provenientes de otros conflictos mas lejanos al espacio europeo, constituyen lo central del caudal informativo y de análisis de lo que pasa en Ucrania
El miedo está muy presente en la campaña electoral sueca. Por primera vez, en mis largos años de asistencia y presencia activa en los ciclos electorales suecos, observo que el miedo ha sido la medula de la campaña electoral impulsada por los partidos de derecha. Desde el populismo conservador racista que achaca buena parte de las dificultades a la presencia de extranjeros, que por supuesto son aquellos que no provienen de Europa o América del Norte, pasando por los moderados neoliberales que, en alianza con los populistas, piensan que la delincuencia juvenil organizada para delinquir es consecuencia de la magnificencia exagerada en el otorgamiento de refugio político o permisos laborales, todo lo cual es aceptado por dos pequeños partidos, el democratacristiano y el liberal, que optan por la alianza acrítica con los poderosos populistas y neoliberales. Si no votan por nosotros el desastre continuará, la expansión rusa nos amenaza, las pandillas terminarán por destruir el estado de derecho y la cultura sueca.
¿Y que pasa en Chile? ¿Suenan lejanas estas manifestaciones de temor a miles de kilómetros de distancia a la forma y estilo de campaña del rechazo? La pregunta es retorica. Ustedes han visto en vivo y en directo la campaña del miedo organizada por los distintos matices del rechazo. Delincuentes, extranjeros, pueblos indígenas, jóvenes inexpertos que gobiernan, mujeres empoderadas, movimientos sociales activos y demandantes, ciudadanía discriminada, son agentes del mal que acecha la convivencia nacional.
En política hay que saber aprender de los errores y horrores vividos. Estamos a casi 50 años del golpe militar y si bien parece que todo es distinto, los aprendizajes y conclusiones de ese tiempo siguen vigentes. Como modesto protagonista de esa época observo que si bien la protección de la democracia es un deber inherente e inclaudicable de quienes merecen pertenecer a dicha categoría, la nubosidad imperante, la sensación de rio revuelto que corre en el debate desplegado, nos muestran que hay sectores que no han aprendido o no quieren aprender de sus propias equivocaciones, incluso ingenuidades. Yo no dudo que el sector que esta por el rechazo para reformar son demócratas, su historia y su comportamiento durante momentos de la democracia o de la lucha para recuperarla, así lo atestiguan. Sin embargo, la convicción en estos momentos se debilita y parece estar afectada por razones que a veces parecen inexplicables.
Se unieron a la derecha con antecedentes golpistas indiscutibles, en un mismo objetivo: derrotar la propuesta constitucional. La semejanza con la conducta que sus antecesores tuvieron durante el gobierno de Allende, especialmente en su etapa final, a mí por lo menos, me resulta evidente. Fueron parte de la confabulación para derrocar, no derrotar, a un gobierno constitucionalmente constituido, aceptaron y se aliaron a las fuerzas golpistas con la ingenua convicción que una vez destituido el gobierno de la Unidad Popular ellos, los autoproclamados demócratas por excelencia iban a ser los encargados de restituir el valor y el poder del estado de derecho, que su imaginación sentía estaba conculcado. Los 17 años de dictadura fueron el mejor mentís a tal convicción.
Hoy cuando el país intenta avanzar hacia nuevos y briosos tiempos de renovación política, social y cultural vuelven a empuñar las banderas del miedo, sumándose a quienes, probablemente, sí tienen razones de privilegios para sentir ese temor. La eventual victoria del rechazo los colocaría en la misma situacion de sus antepasados. Creer que serán los hegemónicos de un proceso basado en el miedo, es una nueva ilusión. Tan pronto como ello eventualmente ocurra verán cómo y cuándo son inevitablemente desplazados, aislados.
Explicar las razones del significado de la victoria del apruebo da para muchas cuartillas explicativas. Palabras como visión de futuro, estado de bienestar, participacion, dignidad justicia, confianza, respeto, fraternidad se construyen y tiene contenido desde la osadía y el valor, por sobre cualquiera manifestación del miedo a lo supuesto, a lo sospechoso, a lo que siendo un problema se transforma en arma para fines políticos nunca con declarados.