Por Ricardo Hartley y Soledad Quiroz.- A finales de octubre conmemoramos la semana internacional del acceso abierto, evento en el que diversas instituciones, tanto de educación superior como de investigación, se organizan para mostrar los beneficios que nos trae, como sociedad, el acceso a toda forma de investigación académica.
La importancia del libre acceso al conocimiento se visualiza tanto en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y a su vez en diversas declaraciones de UNESCO, las cuales señalan que estas son prácticas necesarias para el logro de los objetivos de desarrollo sostenible.
A nivel nacional, el impulso ha sido dado por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) al adjudicar, entre 2021 y 2022, proyectos de Innovación en Educación Superior a 18 universidades en todo el país, donde el tema central es la Ciencia Abierta. Con este importante apoyo se pretende avanzar en el cumplimiento de la política nacional de Política de Acceso Abierto a la Información Científica y a Datos de Investigación financiados con fondos públicos, iniciando un camino decidido hacia una forma de hacer ciencia que permita que la humanidad en su conjunto pueda beneficiarse de toda actividad que genere conocimiento.
Esta nueva forma de valorar la ciencia y sus prácticas, nos exige salir de convencionalismos donde solo se valoran ciertos elementos de la cadena de actividades que se desarrollan durante el proceso de investigación, incorporando en valorar todo aquello que se considere pueda ser usado o reciclado en esta economía del saber: sets de datos, códigos de programación, hipótesis, modelos metodológicos, y un gran entre otros.
Como todo nuevo elemento que se inserta en un proceso ya aceptado, este despierta temores por los daños que pueda producir, usualmente asociados a la propiedad intelectual y protección de datos sensibles.
Sin embargo, poco nos fijamos en los beneficios; por lo cual nos debemos sentir convocados a evaluar ambas visiones en la discusión del acceso abierto. Para ello, varias declaraciones se han adelantado a este dilema invitando a la conversación, la cual es uno de los principales objetivos de la semana de acceso abierto, y uno de sus elementos es representada en esta frase: “tan abierto como sea posible, tan cerrado como sea necesario”.
Ricardo Hartley Belmar y Soledad Quiroz Valenzuela son investigadores InES Ciencias Abierta, UCEN