Por Isnel Martínez.- Pensar los Estados de bienestar en una perspectiva comparada y, en la misma línea, sobre qué modelos de desarrollo son aplicables en Chile, el análisis de experiencias nos permiten especular también acerca de futuros debates que son pertinentes ante la discusión de una nueva Constitución. El desarrollo y las contradicciones de los llamados Estados de bienestar en Escandinavia (Suecia, Dinamarca y Noruega), Finlandia y Nueva Zelanda, desde esta panorámica, muestran experiencias que se ajustan a modelos de desarrollo que, por su significación, pueden ajustarse a nuestro entorno nacional.
Para hablar de este desarrollo económico y político se suelen referenciar a lo que distingue precisamente el desarrollo del capitalismo abordado por Lenin en su obra ¨El izquierdismo: enfermedad infantil del comunismo¨, de recurrencia reciente junto a alusiones a los países centrales del imperialismo y los diversos matices entre sus modelos.
En su artículo sobre ¨El estado de bienestar en el marco del sistema capitalista. ¿Tiene futuro o es inviable en el sistema globalizado actual?¨, Manuel Cabrera hace referencia a esta realidad global donde los gobiernos nacionales tienen que asumir un encargo más controlador. Para Cabrera, se da en ¨una dinámica de relaciones internacionales y donde los gobiernos deben atender con mayor preocupación el control del gasto fiscal, garantizar la seguridad militar del territorio, privatizar la acciones de producción estatal. La libre circulación de capitales con el fin de potenciar el flujo de la inversión extranjera y dar libre paso al mercado como fuente de las interacciones económicas y sociales en el nuevo escenario global, dejando de lado el principio fundamental de bienestar y de responsabilidad del Estado frente al ciudadano, principalmente en los países pobres con bajo nivel de desarrollo económico y social. Con ello se condena a las generaciones existentes y venideras a la dependencia económica y, por qué no, cultural del centro del sistema de aquellos que tienen el poder para influir en asuntos propios de la soberanía nacional¨.
Un ejemplo muy cercano es Cuba, mi país de nacimiento, donde conservamos un modelo basado fundamentalmente en el principio de solidaridad, controlamos los flujos de nuestra economía y hemos realizado esfuerzos orientados al desarrollo de la generación de valores vinculados a la innovación y aún así no logramos insertarnos, ni siquiera asomarnos a esta realidad, sin pensar en las otras adversidades impuestas por el bloque norteamericano que sufre la isla.
Por lo anterior y para entender las bases de la explotación en el ámbito nacional y cómo estas deben reestructurarse en la nueva Constitución, hay que acercarse a los fundamentos de estas realidades y a las formas de instrumentarse, para que no se mantengan los viejos rezagos neocoloniales y de saqueo transnacional, que en gran medida sirvieron en la aparición de estas semicolonias del desarrollo capitalista. Por supuesto, en gran medida esto sucede en la llamada primera línea del parasitismo imperialista. Este es el mismo parasitismo que ha creado las bases económicas para corromper a parte de la clase obrera, convirtiéndola en aristocracia obrera y fomentando el individualismo en su núcleo más fuerte.
El neoliberalismo modificó las reglas del juego y las diferentes formas de participación del Estado en la economía. Lo inviste con un rol rector en materia de regulación económica en contraposición, precisamente, de la llamada desregulación, pasando tal vez a su fase más actual de regulación transnacional e internacionalización del derecho.
Lo más usual en la literatura burguesa contemporánea es presentar un boceto teórico del sistema capitalista que pretende desconocer el modelo de acumulación, concentración y monopolización del capital, sin embargo, este cada día tiene mayor vigencia y está más presente en nuestras sociedades en vías de desarrollo, por los lógicos efectos del modelo liberal y otras causas históricas de arrastre.
Chile tiene ese reto para la nueva Constitución, sobre todo en el camino para alcanzar conciencia universal sobre sus condiciones de existencia y las alternativas de desarrollo en la etapa actual, ruta que obliga a cambiar las bases fundamentales en la nueva carta magna. Con ello podemos evitar seguir acrecentando el desarrollo desigual e irregular del actual modelo que nos sigue dejando muy distantes de la realidad de otros modelos de desarrollo.
Isnel Martínez es doctor en Derecho y docente de la Escuela de Derecho en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.