Por Alvaro Medina Jara.- El Gran Maestro de la Gran Logia de Chile, Sebastián Jans Pérez, es oriundo de Temuco. Relata que vivió gran parte de su niñez y adolescencia en la Araucanía, y su lazo con el mundo rural e indígena se nota cada dos minutos en medio de la conversación, tanto a través de metáforas como de iniciativas, entre las que se cuenta la impulsada por la Masonería chilena en los últimos días, al apoyar la propuesta de reconocimiento constitucional a los pueblos originarios, especialmente al Pueblo Mapuche.
En conversación con ElPensador.io, se refirió a la tolerancia y la forma en que entendemos la construcción de la República y la Democracia actualmente, analizando desde esa perspectiva proyectos como el del retorno al voto obligatorio o la penalización del negacionismo. La puerta a todos estos temas está, lo afirma con convicción, en entender la importancia fundamental que tiene la educación cívica en la formación de ciudadanos.
Quería partir recogiendo algunas cosas que usted ha dicho que tienen que ver con el sentido y el valor de la República. Usted ha dicho que la Masonería es inseparable de la República. Desde esa perspectiva, ¿cómo cree que se debe trabajar para restablecer la confianza de los ciudadanos en la República y sus instituciones, que se ha perdido fuertemente en los últimos 20 años?
Bueno, primero entendiendo qué es la República. Porque muchas veces se escuchan definiciones, apelaciones republicanas, pero no hay mucha comprensión de quienes lo hacen. Si nosotros tomamos el pensamiento político clásico, respecto de lo que significa en un momento determinado la apelación en torno a la República en lo que fue la Revolución Francesa, y lo que fue el nacimiento precisamente de las repúblicas en América -la gran patria de las Repúblicas, digo yo, a América, con todas las deformaciones que hubo posteriormente- en el fondo, lo que debe ser entendido como República es el “espacio de todos”, donde todos tenemos algo que decir, donde todos tenemos la posibilidad de concursar, sobre todo en las decisiones que tienen que ver con lo que nos afecta a todos. El sentido exacto de la República es precisamente aquel espacio en que, sin determinismos de ningún tipo, nos acoge a todos en un espacio político en común, donde todos somos individuos políticos. El que tiene opinión, el que tiene una mirada refractaria a la política, todos somos parte de la República y todos somos sujetos políticos. Hay muchos que dicen que los que no concurren a votar o que rechazan el ejercicio político, son apolíticos. ¡No!, ¡son posiciones políticas! Si yo me margino estoy tomando una posición política respecto al sistema político. Yo creo que ese es el valor que tenemos que considerar…. Por lo tanto, tenemos que buscar la forma de que esa manifestación, esa opinión, se incorpore dentro de los procesos. Las repúblicas requieren institucionalidad, requieren actores que expresen determinadas posiciones, pero también hay que considerar que en los debates, en la toma de posiciones, aun cuando estén al margen, implica una posición. Y eso tiene que ser acogido dentro de los diálogos y de los espacios. Si la gente está al margen de determinados debates, hay que generarles otros espacios de debate, donde sí sean incorporados. Eso significa una comprensión de República: la integración, la incorporación de todos, validarlos como actores legítimos, más allá de lo que signifique a veces situaciones que son propias de los debates dentro de una sociedad que pueda tender a marginar. Siempre las capacidades que puedan desarrollar determinados actores políticos, por manejos técnicos, por manejos de la cotidianeidad, hay personas que no están en determinados debates y esos tienden a ser marginados. Hacer República significa integrar, incorporar a todos… ese es el gran desafío.
El llamado que hizo recientemente al reconocimiento constitucional de los pueblos indígenas, y particularmente del pueblo mapuche, ¿va en ese sentido de la integración, de la incorporación?
Por cierto. Una se las cosas que ha ocurrido, es la tendencia a desrepublicanizar, en las últimas décadas. Ciertas miradas de comprensión burocrática, ciertas miradas oligárquicas, ciertas conductas oligárquicas que se producen a veces sin necesidad de que las personas lo pretendan, simplemente porque se van construyendo bolsones o estructuras políticas que van produciendo marginación. Y lo que hemos visto en las últimas décadas es que ha habido una tendencia fuerte a quitar a actores dentro de los diálogos, de los debates republicanos y de la participación que implica compartir el hecho común, y que no tiene que ver solo con lo político, tiene que ver con lo económico. Uno de los problemas objetivos es que las comunidades indígenas han sentido y han sido víctimas de procesos de marginación, de la riqueza, de marginación los diálogos necesarios para aportar a una comprensión de república. Más allá de la discusión respecto a la nación. Yo pienso que hablar de nación hoy día es un poco anacrónico, desde el punto de vista objetivo de que lo que ha hecho la democracia es centrar los escenarios dentro de un país, dentro de una concepción de República y eso es tremendamente valioso, entonces cuando gente empieza a quedar al margen… hay una historia de los pueblos indígenas, tienen sus formas de institucionalidad que el Estado chileno nunca ha reconocido, y lo que tenemos que hacer es que a través de que el Estado reconozca la condición válida de una historia, de una trayectoria, una institucionalidad propia, dentro de lo que es la realidad de la República es fundamental, o sea, los pueblos indígenas tienen derecho necesariamente a ser reconocidos como actores singulares dentro de una realidad que se expresa dentro de la República. Yo creo que hay una comprensión creciente de ello, objetivamente hoy están las condiciones para que ello ocurra, porque efectivamente nuestra república debe acoger a todos, porque es el espacio de todos. Pero tiene que recogerlo en la misma condición de igualdad, y objetivamente, cuando uno mira lo que ha ocurrido con el pueblo mapuche, con los pueblos originarios en general, lo que ha habido es un proceso de exclusión. No por casualidad las comunidades indígenas son generalmente las más pobres dentro de la realidad agraria. Entonces, hay una tarea que hacer. Nosotros, más que proponer, lo que estamos haciendo es apoyar lo que se está logrando. Advertimos que hay un consenso adecuado, un alto consenso de una forma política para resolver el problema que se presenta ante el rezago de las comunidades indígenas es a través de un reconocimiento constitucional. Y que ellos puedan generar estos Consejos de Pueblos para ser interlocutores frente al Estado y poder levantar planes de desarrollo, planes que tengan que ver con reconocimientos culturales, tradiciones, el rescate de su lengua. A mí me impresionó mucho lo que está ocurriendo. He tenido contacto con la realidad de niños indígenas en la región de la Araucanía, y muchos de ellos ya han perdido su lengua, no están hablando el idioma. Yo como niño hasta la adolescencia, estuve en la Araucanía, y los niños hablaban mapudungún. Hoy día no lo están hablando. Esa es una demostración de que hay una pérdida importante que el Estado tiene hacerse cargo y buscar una solución de integración, y la mejor forma de integración y oportunidades futuras de los pueblos indígenas, parte por el reconocimiento constitucional. Eso crea una condición institucional nueva, que es mucho más propicia de lo que hoy día se tiene. O sea, Conadi no sirve para resolver este problema…
Bueno, la normativa indígena en general no sirve…
Claro, pero en el fondo cuando decimos que esa es una instancia para construir diálogo… no es la instancia. Definitivamente, no hay posibilidad.
¿Qué otros segmentos de población están marginados o discriminados de la República?
En este momento, mi percepción es que son los más rezagados, los que han tenido que hacer un esfuerzo muy fuerte de visibilización, de reivindicación para visibilizarse. Generalmente se trata de comunidades rurales y eso es una desventaja enorme. Hoy día hay sectores que están postergados en este país, pero tienen la virtud de estar en las ciudades, de marchar por la Alameda, y se manifiestan concretamente de una manera mucho más eficaz y han reconocido ciertos derechos. Hay mucho que hacer todavía, pero han tenido la oportunidad de establecer su condición de reconocimiento. Yo creo que esto también es dinámico, hoy día hay una realidad muy presente que se advierte por ejemplo en lo que significan los sectores que han emigrado. La migración ha generado situaciones que no son las mejores desde el punto de vista de la acogida… en fin, hay realidades, hay mucho que hacer… tanto las comunidades con distintas opciones sexuales, hay temas que tienen que ver con distintas comprensiones respecto a lo que significan las opciones religiosas… Pero yo creo que se ha ido avanzando, aún cuando hay muchas tareas muy importantes que realizar. Todavía hay discriminación en distintas formas. En ciertos segmentos todavía hay discriminación contra la Masonería y contra los masones… Es una realidad que se advierte, claramente. Nosotros estamos para ayudar a enfrentar esos desafíos que implican para nuestra comunidad nacional colaborar en la búsqueda de soluciones y en ese contexto se inscribió esta declaración, porque consideramos oportuno que quienes están con el consenso formado en torno a un reconocimiento constitucional sepan que hay instituciones que están apoyando eso más allá del ámbito político. La Masonería no tiene una opinión política, aún cuando tiene un impacto político lo que pueda decir. En nuestras filas hay una mirada muy amplia en cuanto a distintas visiones políticas y lo que nosotros tenemos que apuntar es a aquello que contribuya a generar consensos éticos, para sostener opiniones políticas consensuadas.
¿Cuánto pesan en estas discriminaciones lo que usted antes ha calificado como “las hegemonías que debilitan la pluralidad”?
Bueno, nuestra sociedad ha sido muy discriminadora, especialmente sus élites respecto a las minorías, a los grupos sociales determinados por algún sesgo que no les parece aceptable. Hay miradas hegemónicas que son muy fuertes, y que se han ido debilitando en la medida que hay una mayor participación, una mayor contribución a los debates de los distintos sectores.
¿Quiénes son los protagonistas de estas hegemonías?
Yo creo que en general todos los sectores que tienen cierta mirada un tanto determinista sobre lo que debe ser tanto la comprensión de las procesos políticos como los procesos morales que se expresan en la sociedad. Hoy día felizmente la gran mayoría de los chilenos se ha secularizado y eso desde luego ha favorecido que haya más posibilidades de aceptar a las minorías, de aceptar la diversidad en todas las comprensiones que pueda concebirse la idea de diversidad, la diversidad filosófica, la diversidad que tiene que ver con lo político, la diversidad de origen étnico, la diversidad en cuanto a las distintas opciones que puede tener la persona en el ejercicio de su autonomía personal, y ahí está lo sexual, ahí están miradas de lo más diverso. Los masones pensamos que el derecho a la diversidad es fundamental y el derecho a la autonomía personal, es el constituyente de la libertad de conciencia. Por lo tanto, hay personas que aún son miradas con cierto sesgo discriminatorio, con una voluntad discriminatoria a propósito de derechos de conciencia ejercidos a partir del ejercicio de la libertad persona, de la autonomía.
Falla el valor correlativo que es el de la tolerancia…
Por cierto. Todo sesgo hegemónico parte de la base de que hay una sola verdad, una sola forma de entender el ejercicio moral, una sola forma de entender incluso las opciones de fe, una sola forma de ver cierta racionalidad política. Ese sesgo hegemónico son el obstáculo principal para que las personas puedan vivir una condición republicana real.
Estamos acostumbrados en Chile a entender como una de las hegemonías más presentes la de la Iglesia Católica. ¿Cómo ve usted la crisis de la iglesia católica en función de si se ha debilitado o no su hegemonía?
Yo pienso que el prestigio institucional y la credibilidad de quienes ejercen el sacerdocio desde luego están en un nivel bastante precario. La imagen pública, la percepción de la gente respecto de lo que es la iglesia como una institución que marca acentos éticos dentro de la sociedad está debilitada, desde luego. Pero yo creo que el poder económico, el poder efectivo de la Iglesia sigue estando en su nivel alto histórico. Eso todavía no está en cuestión, por lo tanto cuando usted ejerce hegemonía, lo ejerce respecto de cierto poder. Entonces obviamente hay una circunstancia que ellos han entendido que es su momento más bajo en términos de su credibilidad pública. Pero yo creo que el poder de la Iglesia y de las congregaciones sigue siendo fuerte en lo económico, en influencias.
Usted mencionaba que una de los caminos que debiera tener la República está en integrar a quienes se han marginado. Buscar las vías para que esa opinión, aunque sea manifestada en el no votar, tenga una vía de expresión. En ese contexto, ¿qué piensa de las voces que llaman a volver al voto obligatorio?
Yo creo que se sería un error como solución para la participación el obligar a votar a las personas. Podríamos enfrentar un acto enorme de desobediencia civil. ¿Cómo castiga usted al que no vota?
Antes se hacía con multas…
Claro, pero cuando era un segmento menor de personas que no quería votar. Hoy día es muy alto. Yo creo que lo que hay que hacer es seducir al votante, no desde el punto de vista de ofrecerles cosas imposibles, sino de mostrarle que el ejercicio político y la expresión política y participar respecto de cuál es la opción más efectiva es beneficioso para su incursión dentro de la realidad de la sociedad. Ese es el desafío más importante que tenemos, convencer a las personas que es importante cuando votan. Es decisivo. Ese es un esfuerzo que tiene que hacerse desde la escuela. A mí me importa más que se imparta educación cívica en la escuela a que se imponga una obligación legal. Es a partir de una convicción, de la ética del ejercicio republicano donde vamos a construir mayor participación, y eso no está siendo asumido.
Se sacó educación y filosofía del currículum…
Y todas aquellos elementos del currículum escolar que contribuyen a la formación ciudadana, a la formación del individuo, a la formación ética del individuo en el marco de lo que significa el ejercicio de su sociedad… todo ha sido eliminado. Entonces hoy día es más importante transmitir ciertos conocimientos que va ser acreditados a través de un cartón al final, y que le va a permitir llegar a otras instancias… bueno, eso se entiende como proceso educacional. Pero la educación tiene que ver con la formación de la persona en el marco de la relación social. No somos solamente individuos: somos individuos en el marco de una relación social, por lo tanto, si usted está indicándole al joven: “no, usted tiene que tener éxito económico, tiene que ser un buen profesional para que gane plata y logre tales cosas”, desde luego le está diciendo “sea indiferente a todo lo que tiene que ver con la sociedad”.
Una ética utilitaria, teleológica…
Muy utilitaria. Eso es lo que tenemos que abordar. Tenemos que formar al joven con convicciones muy fuertes desde el punto de vista de su rol societario, ya en los primeros momentos en que conoce las letras. Por lo tanto hay un proceso que tiene que se entendido formativamente para que tengamos ciudadanos. Hoy día no estamos formando ciudadanos en la educación en ningún aspecto. En ninguna de las gamas de todo lo que significa la composición en los distintos niveles, incluso en el nivel terciario. Ahora en los cursos, los colegios y las agrupaciones profesionales han tenido que entrar a discutir sobre ética al comprobar que toda la formación que habían recibido no tenía este aspecto que es fundamental. Entonces, ahora hay que hacer un esfuerzo. En los hospitales, los médicos han tenido que armar comités de ética, al ver que muchos de sus profesionales lo único que quieren es ganar plata y tener cómo gastar esa plata. Hoy día lo que es fundamental, y eso está absolutamente ausente de todos los currículums escolares y de formación es la formación del individuos como parte de una sociedad, que tiene deberes. Reclamamos que las personas botan basura en todos lados, pero ¿le hemos enseñado eso al niño? Entonces recibe de sus padres educación, ¿cuál educación? Que hay que ser indiferente respecto de sus obligaciones sociales, y seguimos reproduciendo un modelo que es tremendamente negativo, respecto de cómo podemos formar personas mejores y ciudadanos mejores, y ciudadanos fundamentalmente, que es lo peor, porque hoy día no estamos formando ciudadanos.
¿Cuál es el deber que se autoimpone la Masonería en ese sentido, en términos de combatir esta desafección de las nuevas generaciones, que es también una desafección moral?
Mire, yo lo que advierto es que los que llegan a la Masonería son en general profesionales entre los 30 y los 45 años, es lo más marcado. Y lo que ellos buscan es espacios de diálogo, espacios de conversación, espacios de reflexión, que no los encuentran en la sociedad. Esa es la tarea que tenemos que hacer, ese es el rol de la Masonería: formar a sus miembros como personas que van a contribuir a los procesos colectivos. El ser humano es un ser social por esencia, y tenemos que ayudarlo a que la realización social sea determinada por ciertos fundamentales, y lo que nosotros transmitimos a nuestros miembros son valores fundamentales para convivir, para vivir en sociedad. Y ese ha sido el esfuerzo histórico de la Masonería por más de 300 años en todas las partes donde está: formar buenas personas, individuos que van a ser colaborativos dentro del proceso de la sociedad. ¿Cuánto es el alcance que ello pueda tener? Depende de distintos factores y también depende del campo donde vamos a arar, por decirlo de alguna manera. No es cosa de tirar semillas en cualquier lado. Hay que generar condiciones y lo que nosotros hacemos es llamar a nuestros miembros sobre todo a aquellos que tienen capacidad de decidir sobre procesos que ocurren dentro de la sociedad, en la empresa, en el ámbito político, donde se desempeñe, que vayan y colaboren al propósito de hacer sociedad sobre condiciones de convivencia basada en la tolerancia, en el ejercicio de la libertad de conciencia, en lo que significa poner los valores humanos como algo esencial en la construcción de los espacios públicos, de los espacios donde nos movemos día a día. Esa es la gran tarea de la Masonería, siempre lo ha sido.
Usted mencionó la tolerancia. Desde el punto de vista de la tolerancia le quiero preguntar por el proyecto que busca penalizar el negacionismo frente a las violaciones de los derechos humanos en dictadura. ¿Qué le parece un proyecto como ese frente a la tolerancia?
Hay temas que las leyes no resuelven, hay temas que son difíciles de resolver. A veces, alguna ley puede generar condiciones que conculquen ciertos derechos básicos. Yo creo que lo que tenemos que hacer como un esfuerzo principal, y para mí tendría mucha gravitación dentro de la sociedad es que se discutiera por ejemplo la obligación de tener educación cívica. Sería mucho más eficaz que tratar de buscar temas que a veces pueden ser coercitivos. Hoy día es más importante construir conciencia social. Cuando usted construye conciencia social en nuestros niños, en nuestros jóvenes van a haber cosas que van a ser obvias y van a ser cortapisas mucho más profundas… enseñarles la educación cívica, el valor de la democracia y entender que cuando la pierde trae consecuencias que son graves, entender que la paz y el diálogo son mucho más fructíferos que exacerbar los temas a un punto en que sean insalvables, aún cuando se tenga la razón. Entender el consenso y el diálogo como forma positiva de construir. Yo creo que eso es más valioso. Necesitamos formación. Yo prefiero una discusión profunda sobre cuál es el alcance que tiene que tener la educación cívica a poner acento en buscar cierto tipo de sanciones, si no tenemos manejo suficiente sobre dónde está la lección histórica. Es una discusión política válida, pero que puede ser en algunos casos… en el tiempo, estas cosas se invierten. Puede ser negativo tal vez no tener claridad hasta dónde es el límite. Ese es el problema. Hay muchas leyes que se imponen a veces desde el punto de vista de una buena inspiración, y no me cabe duda que hay una buena inspiración en ello, pero vamos a discusiones parlamentarias donde colaboremos en la construcción de procesos de conciencia social que sean más eficaces.