Por Luis Pincheira.- En América Latina y el Caribe hace 500 años el colonialismo español y portugués legitimaron su imposición y sometimiento cultural a nuestros pueblos indígenas ancestrales. Este proceso implicó la construcción ideológica de la inferioridad de sus víctimas, el cual sirvió para justificar las injusticias y perdida de sus Identidades culturales.
El etnocentrismo desde la dominación colonial y post-colonial ha sido el vehículo de la occidentalización en Latinoamérica y el Caribe, modelo que produjo la fragmentación y depredación de la diversidad cultural y las cosmovisiones de las culturas colonizadas. El modelo societal colonial impuso uniformizar las culturas subalterizados.
La colonialidad es un proceso histórico de dominación económica y cultural de expansión del capitalismo, proceso liderado por las empresas transnacionales cuyo objetivo es la depredación de los recursos naturales despojando a las comunidades ancestrales de la biodiversidad de sus territorios.
La colonialidad con su globalización en el siglo XXI continúa su imposición del “modelo cultural único”, el cual hace que los pueblos en Latinoamérica deben alinearse y mantiene la subalterización de las culturas negadas frente a la expansión del capitalismo global.
El problema comienza cuando una cultura se impone a la otra, subalterizándola. En el caso de Latinoamérica y Caribe, la historia del etnocentrismo comienza a partir de la conquista de América, creando los implícitos culturales para legitimar el paradigma colonial y post-colonial, implícitos presentes que continúan ejerciendo su influencia desde la universalidad del saber de la cultura occidental sobre las culturas inferiorizadas.
Latinoamérica, como continente, posee una gran riqueza de cosmovisiones con una multiplicidad de diversidad ecológica y cultural que sobrepasa largamente toda pretensión teórica reduccionista que busca imponer sus verdades universales. En la actualidad, Chile está viviendo -por primera vez en su historia- un proceso constituyente que busca en su propuesta colocar en forma explícita la riqueza cultural de sus diferentes naciones que coexisten, donde sectores de la dominancia eurocéntrica buscan colocar artimañas, noticias falsas basadas en el no reconocimiento de las culturas negadas que solo pretender volver a un modelo indigenista contrapuesto al modelo conservador cultural que ha prevalecido durante 200 años de historia.
La imposición de la “universalidad del saber” de la cultura occidental en Chile está presente a traves de sus instituciones: Iglesias, escuelas, medios de comunicación masiva, Universidades, que imponen la cultura del saber dominante y se inscriben en la lógica de la exclusión de la diversidad cultural, cuya exclusión se concibe como un instrumento de la homogenización y estandandarizacion cultural, que busca imponer un modelo único de sociedad, que se expresa desde lo económico y cultural del capitalismo.
Desde la mirada decolonial, la diversidad cultural es la expresión que busca lograr la valorización y la protección de las culturas frente al peligro de la uniformización y estandarización cultural “etnocéntrica” impuesta desde el supuesto descubrimiento de América, el cual se tradujo en la pérdida de las identidades ancestrales: costumbres, sentires y pensares que fueron remplazados por una nueva manera de vivir, de producir, de consumir, de vestirse, de comer y el despojo de sus territorios.
La occidentalización de América Latina y el Caribe se ha traducido en la destrucción cultural de sus espacios geográficos, resultado de la dominación cuyo proceso de imposición del etnocentrismo ha corrompido y arruinado las culturas «invadiendo» su territorio.
Concluyo con esta reflexión: que la educación intercultural crítica es el camino político, epistémico y ético que valoriza la diversidad cultural en nuestro continente, cuyos fundamentos se contraponen a cualquier educación etnocéntrica excluyente y también tensiona los reduccionismos conceptuales que se utilizan en Latinoamérica por lo que se entiende por educación intercultural relacional.
La educación intercultural critica es un desafío en Latinoamérica, porque permite trabajar desde el dialógico horizontal que profundiza las transformaciones socioculturales por la dignificación de ese otro cultural diferente y reconoce sus identidades, valorizando la alteridad y el respeto por la otredad cultural que ha sido negada hace cinco siglos.