El ex encargado de finanzas del Comando del NO, Roberto Fernández, relata acontecimientos inéditos del plebiscito que marcó el retorno a la democracia en Chile.
Por Roberto Fernández.- A principios del año 1988 recibí una llamada de Ricardo Lagos Escobar, al que me unía una relación de amistad, en la que me informaba que me había propuesto como Encargado de Finanzas en el Comando por el NO, que acababa de formarse para enfrentar el plebiscito al que había llamado la dictadura de Pinochet.
Acepté agradeciendo la confianza que depositaba en mí, a pesar de que en ese momento aún ejercía como gerente general de la filial financiera de Renault en Chile y que estaba a cargo de su cierre, el que había sido decidido por la casa matriz como consecuencia de la crisis por la que pasaba esa empresa a nivel mundial.
En ese momento me di cuenta de que se me ofrecía la oportunidad de participar de manera privilegiada en un etapa importante de la vida política de este país, ya que implicaba la eventual recuperación de la democracia.
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Pocos días después me reuní a almorzar con Genaro Arriagada, el que había sido nombrado jefe del Comando por los partidos políticos que conformaban la alianza que se había constituido y al que sólo conocía por sus apariciones en los medios de comunicación.
Las discusiones que se habían dado respecto a participar o no en el plebiscitos, algunos desconfiaban de que Pinochet reconocería una derrota, habían terminado con una gran mayoría que estimaba que, a pesar de los riesgos evidentes, esa era la mejor alternativa para volver a la democracia en forma pacífica.
La primera etapa en la constitución de una amplia coalición política para enfrentar el plebiscito se concretó en 1987 con la fundación del Partido por la Democracia, PPD, el que permitió la incorporación de los partidos de izquierda, que eran ilegales en ese momento, al proceso que se avecinaba. En su origen se le consideró una organización instrumental, pero indispensable para lograr la recuperación de la democracia. La segunda fue la creación en 1988 de la Concertación de Partidos por la Democracia, la que reunió a todas las organizaciones políticas que se oponían a la dictadura y que perduró hasta 2009.
El almuerzo con Genaro nos permitió conocernos e iniciar una relación de mucha empatía y confianza, la que fue mucho mas allá de lo político. Me contó como habían sido las negociaciones que habían culminado en el trascendental acuerdo de enfrentar unidos el plebiscito; no hay que olvidar que la Democracia Cristiana había sido opositora al gobierno de Salvador Allende y me explicó el rol operacional que cumpliría el Comando, que sería el responsable de la campaña que se avecinaba y las personas que lo compondrían.
Siendo una estructura esencialmente política en ella se expresaban los equilibrios partidarios de la coalición. Carlos Figueroa y Belisario Velasco representaban a la Democracia Cristiana; Edmundo Valenzuela a la Izquierda Cristiana; Orlando Cantuarias al Partido Radical; y yo al PPD.
Recuerdo que la primera reunión del equipo, más representantes de los partidos, tuvo lugar en las oficinas de unos abogados en Providencia, cerca de la plaza Italia. En lo esencial sirvió para conocernos y delinear en grueso el trabajo que tendríamos por delante.
Al término de ella, con uno de los participantes decidimos caminar hacia la estación del metro Manuel Montt y en un momento tuve la sensación de que nos seguían, por lo que le dije a mi compañero que paráramos a mirar una vitrina como si estuviéramos interesados en algo. Efectivamente dos hombres, con todas las características de los CNI de la época -morenos, de bigotes y anteojos oscuros- caminaban al mismo ritmo que nosotros. Cuando nos detuvimos, ellos también lo hicieron y nos miraron abiertamente. El mensaje era claro: “Sabemos quiénes son y lo que hacen”.
Como estábamos claramente conscientes de los riegos que corríamos y dispuestos a enfrentarlos, no le dimos mayor importancia al hecho, pero coincidimos en que teníamos que estar siempre atentos.
El mejor lugar que se encontró para establecer las oficinas del Comando fue una casona de dos pisos, con una gran buhardilla, en la Alameda casi esquina de Lastarria. Quedamos un poco apretados, pero podíamos funcionar sin mayores problemas. Las únicas personas a las que se les asignó un sueldo fue a los administrativos, en particular a las secretarias, el resto trabajó gratuitamente, en todos los niveles y en todas partes, lo que me parece fue un momento excepcional en la historia política de Chile.
Organización gerencial
Pienso que una de las razones fundamentales que explican el éxito que tuvimos en derrotar a Pinochet en el plebiscito fue la capacidad de darnos una organización coherente, con objetivos claros y muy eficiente en su funcionamiento.
Para darnos una idea podemos comparar la estructura que nos dimos con la de cualquier tipo de empresa. Teníamos un Directorio cuyos miembros eran los representantes de los accionistas, en este caso los partidos políticos, que estaba compuesto por Patricio Aylwin, Ricardo Lagos, Enrique Correa, Edgardo Boeninger, Andrés Zaldívar, Enrique Krauss, Enrique Silva Cima, entre otros; los que tenían como función nombrar los miembros del Comando por el NO, tomar las decisiones estratégicas y evaluar el desarrollo de la campaña.
Este lo organizamos inspirándonos también en los modelos de organización de una empresa, con gerencias por áreas de trabajo y bajo la dirección de un gerente general; nuestra función era implementar las decisiones tomadas por el Directorio. Esta estructura la reprodujimos por todo el país, empezando por las Regiones, siguiendo por las Provincias y terminado en las Comunas. Fueron miles las personas que se comprometieron y que se las jugaron con todo por recuperar la democracia, corriendo riesgos evidentes.
Cada uno de los miembros del Comando teníamos una función específica asignada, las que correspondían a Comunicaciones, con un departamento de prensa conformado mayoritariamente por jóvenes mujeres periodistas, y otro a cargo de la Franja Televisiva, giras, concentraciones, organizaciones sociales y finanzas. Nos reuníamos una vez por semana bajo la dirección de Genaro Arriagada con el fin de coordinarnos, evaluar nuestro trabajo y establecer el programa de actividades.
Aquí tengo que resaltar el rol fundamental que tuvo el Comité Técnico, una especie de equipo asesor de la dirección política de la campaña, compuesto por los más brillantes profesionales de las ciencias sociales de la época. Sus análisis de la situación del país y de la campaña de la dictadura fueron instrumentos imprescindibles en la toma de decisiones que nos llevaron al triunfo.
El primer problema que tuvimos que enfrentar fue el del financiamiento y este era doble: por una parte, conseguir los recursos que necesitábamos, que sólo podíamos obtener desde el extranjero, pues sabíamos que el aporte interno sería mínimo; y por otra, ver la forma de hacerlos ingresar legalmente al país, dado que la ley no lo permitía.
El mayor aporte en dinero que recibimos fue de lejos el del gobierno italiano encabezado por Betino Craxi, el que nos permitió dar inicio a la campaña y financiarla en gran parte. Evidentemente otros países también cooperaron, tanto financieramente como en apoyo tecnológico, político y académico.
Para solucionar el problema del ingreso de los recursos al país, en una reunión en casa de Carlos Figueroa se decidió pedir a un abogado especialista en el tema que viera los mecanismos legales que podríamos utilizar para evitar problemas en eso. Una semana después, en una nueva reunión nos informó que no existía ninguno.
En ese momento Genaro Arriagada manifestó que él asumía el riesgo de abrir una cuenta bancaria a su nombre para poder funcionar.. Yo me sumé a su decisión y creamos una bi personal en el Banco de Desarrollo. Poco días después me dijo que la podía operar yo solo por que él quería concentrarse en la campaña. Hasta el día de hoy agradezco la confianza que depositó en mí.
De acuerdo a estimaciones hechas a la época por organismos internacionales, los recursos que disponíamos estaban en una relación de 1 a 12 con respecto a los que contaba la dictadura, que tenía todo el aparato del estado y el control de casi todos los medios de comunicación y los utilizó sin complejos.
En función de los dineros con que contábamos elaboré un presupuesto fijando las prioridades de gastos y un flujo de pagos, el que fue aprobado primero por el Comando y después por la Dirección política de la campaña. Previamente había propuesto también un organigrama con áreas de trabajo claramente establecidas, funciones y coordinaciones, el que también fue aceptado. Esto nos permitió desarrollar la campaña de una manera ordenada e ir cumpliendo todas las etapas adecuadamente.
Uno de los momentos importantes, aunque desconocidos del proceso me tocó vivirlo personalmente. Estaba en las oficinas de Ricardo Lagos en la plaza Perú cuando este me dijo que lo acompañara a una reunión en la sede del Comando. Éramos cuatro en el auto y allí nos explicó de que se trataba. Un equipo de una universidad norteamericana había realizado una encuesta sobre el estado de la campaña y la iba a dar a conocer. Por supuesto esto era confidencial y había que mantenerlo en secreto.
Para sorpresa de todos el resultado daba un empate entre el Si y el No. Esto no lo esperábamos dado que en esos momentos la sensación que teníamos era de que el No se imponía con facilidad. Mas allá de las consecuencias políticas, que se discutieron al más alto nivel, para los efectos prácticos en el Comando se decidió que Carlos Figueroa, Encargado de Comunicaciones, pasara a cumplir también la función de adjunto de Genaro Arriagada con el objetivo de reforzar así la gestión de la campaña.
No teníamos mucho espacio en la sede del Comando por lo que ofrecí a Carlos compartir mi escritorio, lo que él aceptó. Teníamos una silla frente a la otra y para mi fue una suerte y un honor conocerlo, trabajar estrechamente con él como también establecer y desarrollar una relación de amistad.
Amenazas y riesgo
Tuve el privilegio de vivir momentos muy intensos durante el desarrollo de la campaña y algunas anécdotas que me gustaría compartir, como que un par de veces con Genaro fuimos recibidos en unas embajadas por las puertas de servicio para evitarle al embajador dificultades con el gobierno.
También recuerdo que varias veces, yendo a reuniones en metro con Ricardo Lagos, teníamos que alejarlo de la orilla del andén donde descuidadamente se paraba esperando la llegada de los carros. Bastaba un pequeño empujón, que después se diría accidental, para lo peor. Recalco esto por que reflejaba la disposición de él y de muchas personas a jugarse todo, incluida la vida, por la recuperación de la democracia. Los que estábamos en esto no podíamos tener miedo y hacer lo que hacíamos.
Un día, Andrés Zaldívar me contó que dirigiéndose de vuelta a su casa en auto, en un semáforo en rojo en Costanera, la persona que conducía el suyo a su lado lo vio y se bajó a insultarlo y a golpear el vehículo, totalmente descontrolado. “Si hubiera tenido una pistola, estoy seguro me dispara”, me dijo.
Una mención especial en este recuento lo merece la campaña del NO que se presentó en la franja electoral de la televisión. El encargado por el Comando de su operación fue Gabriel Valdés y contó con la participación de los mejores creativos de la época. Esta campaña, así como la película que se hizo al respecto, han sido reconocidas a nivel mundial y fue un elemento clave en el triunfo del 5 de octubre de 1988. Le dio un carácter épico y una mística especial a la recuperación de la democracia, la que llevó a cientos de miles de personas a trabajar con un entusiasmo, fuerza y valentía admirables por todo el país.
Recuerdo que Juan Gabriel me contaba que el grupo de creativos se reunía por las noches en torno a unas botellas de whisky y daba rienda suelta a su imaginación. Me invitó muchas veces, pero yo no fui nunca. Todavía me arrepiento.
Entre los trabajos a destacar estuvo también el de Carlos Montes, encargado de la organización territorial de la Región Metropolitana, el que fue notable y ayudó considerablemente al triunfo en el plebiscito.
Durante el desarrollo de la campaña la movilización social fue impresionante. Las organizaciones que ya existían, sindicatos, juntas de vecinos, de profesionales, estudiantiles, feministas, deportivas, etc., y las que se crearon, trabajaron en todo el país de manera increíble. Prácticamente en todas las comunas de Chile se constituyeron Comandos por el No, donde la gente participaba con un entusiasmo, energía, creatividad, coraje y mística admirable
Se acercaba la fecha del plebiscito y se me encargó la función de organizar la operación del Comando ese día. El primer problema a resolver era el de encontrar un lugar adecuado para hacerlo funcionar, pues la sede era demasiado pequeña. Lo que se avecinaba era un acontecimiento que concitaba la atención del mundo entero. Se preveía la llegada de cientos de periodistas, representantes de gobiernos, dirigentes políticos y sociales de todas partes.
El cardenal que negó el acceso
Visitamos varios lugares y decidimos que el mas adecuado era el Instituto Blas Cañas, dependiente de la Iglesia Católica y cuyo rector lo puso a nuestra disposición. Aunque no era el ideal contaba con la seguridad y el espacio necesario para operar correctamente. No hay que olvidar nunca que eso lo hacíamos bajo una dictadura.
La sorpresa que nos llevamos cuando el cardenal Fresno decidió que no podíamos usarlo fue enorme. Faltaban unas pocas semanas para la elección y ya no teníamos tiempo para encontrar otro lugar. La única alternativa que nos quedaba era utilizar la sede de la Alameda, que aunque era pequeña tenía una buhardilla que podíamos acondicionar. Así lo hicimos y gracias al trabajo impresionante de un arquitecto y su equipo, logramos resolver este grave problema, aunque por supuesto las condiciones de los espacios no fueron las mejores.
Otra de las grandes dificultades que tuvimos que enfrentar fue la de implementar la decisión de realizar un cómputo paralelo al oficial, para que en caso de que Pinochet no reconociera el triunfo del No pudiéramos demostrar de que habíamos ganado.
La tarea era enorme, había que comprar los equipos informáticos necesarios, conseguir el personal adecuado para operarlos y esto en todo el territorio nacional. La persona encargada de llevarla a cabo fue Gonzalo Martner, quien junto a Germán Quintana y el equipo que formaron, que se instaló apretadamente en la buhardilla y a último momento, lograron un éxito impresionante.
Otro de los hechos anecdóticos que me tocó vivir fue el del arriendo de un generador eléctrico. Pensábamos que podían ocurrir actos de sabotaje al acercarse la fecha de la elección, por lo que decidimos arrendar uno en caso de cortes de luz. Yo no tenía idea de como eran e imaginé un pequeño aparato de alrededor de un metro cuadrado.
La sorpresa que me llevé al día siguiente llegando a la sede del Comando y encontrarme con un vehículo del tamaño de un tractor, el que ocupaba prácticamente todo el pequeño patio de entrada, casi me tira de espaldas. No lo podía creer.
Me explicaron rápidamente de que eso era realmente un generador eléctrico y comenzaron a hacerlo funcionar, lo que produjo una humareda enorme y la aparición de Gonzalo Martner, que venía muy alterado, preguntando que pasaba por que la vibración que producía la máquina al operar había desconectado todos los computadores en la sala de informática.
Esto ocurría a pocos días del plebiscito por lo que creaba dificultades importantes en momentos en que todos estábamos tensos y ansiosos. Para resolver el problema del humo se tuvo que instalar un conducto metálico y abrir un agujero en la puerta que daba a la Alameda para que este pudiera salir hacia la calle. Respecto a las vibraciones, unos técnicos lograron eliminarlas rápidamente.
No recuerdo si el 2 o el 3 de octubre, tal como lo habíamos previsto, se produjo un corte de luz en todo Santiago que nos inquietó mucho. Ese año habían llegado a Chile los primeros teléfonos celulares y nosotros habíamos comprado algunos para los miembros del Comando y los principales dirigentes políticos. Tenían casi el tamaño de un ladrillo y se calentaban mucho al usarlos, casi quemaban las orejas, pero eran muy útiles.
Desde mi casa llamé muy preocupado al Comando preguntando cómo había funcionado el generador; me contestaron que no estaba la persona que debía echarlo a andar, pero que vivía cerca de allí por lo que habían partido a buscarlo con linternas, dado que la oscuridad en las calles era total. Afortunadamente, aparte del susto, la situación no pasó a mayores.
Respecto a las medidas de seguridad, con el equipo de tres especialistas que se formó y pensando especialmente en el día de la elección, planificamos las únicas que eran posible. Estábamos conscientes que parecían ridículas, pero no habían otras.
En caso de ataque evacuaríamos las oficinas desde una ventana que daba al techo del local de ventas de autos colindante, que habría que cruzarlo y llegar al edificio del otro lado, donde personas que se habían ofrecido estarían esperando para llevar a las eventuales víctimas a sus departamentos.
Recuerdo que también decidimos que en una situación como esa algunas personas subirían al techo de la sede y comenzarían a llamar a Bomberos y Carabineros diciendo que el edificio se estaba quemando. Pensábamos que por lo menos eso obstaculizaría una agresión.
La seguridad
Un par de días antes del plebiscito, la dirección del Comando me pidió concertara una reunión con el general del ejército que había sido nombrado jefe de la plaza. Queríamos informarle como nos habíamos organizado para el evento y conocer las disposiciones establecidas por la autoridad.
Fuimos citados al Ministerio de Defensa a las tres de la tarde. Me acompañó Roberto Cifuentes. Llegamos puntualmente y nos hicieron esperar media hora; después nos hicieron pasar a una oficina muy elegante donde se encontraba el general Jorge Zinke Quiroz con dos oficiales que nos presentó como sus asesores. Rápidamente nos dimos cuenta de que sabían todo sobre nosotros y que había que ir directamente al grano. Le informamos lo que teníamos previsto hacer, que íbamos a cumplir rigurosamente las normas establecidas y que esperábamos que todo se desarrollara sin dificultades. La reunión que había comenzado algo tensa se fue relajando rápidamente. El compromiso del general fue de que iba realizar sus tareas de manera imparcial y a respetar el resultado cualquiera fuera este. A mí me pareció que hablaba con sinceridad. Realmente cumplió con su palabra, lo que creo significó que Pinochet lo destituyera pocos días después de la elección. Pienso que merece un reconocimiento.
El día del plebiscito llegamos temprano a la sede a la sede del Comando y hacia media mañana recibimos la visita de un alto oficial del Ejército, del comandante de carabineros Augusto Sobarzo, quien estaba a cargo de la comisaría que tenía jurisdicción territorial sobre nosotros, al que yo había conocido anteriormente por mi trabajo en Renault y con el que había tenido muchas reuniones de coordinación y conversaciones durante la campaña. Para los dos era una manera de transmitir en ese nivel los mensajes que las partes estimaban necesarios. En el grupo estaba también la jueza Dobra Lusic representando al Poder Judicial, los que constataron que todo estaba en orden. La reunión se dio en un ambiente cordial y respetuoso.
Con un par de amigos fuimos a votar a un local en la comuna de Las Condes hacia las 13.30 horas. Al volver vimos que en la Alameda se veía muy poca gente, el llamado del Comando era que la gente votara temprano y que después permaneciera en sus hogares. Alrededor de las 15.00 horas recibí una llamada del comandante Sobarzo que me pedía vernos con urgencia. Atravesé la calle y me dirigí a la comisaria en Portugal con la Alameda. Una vez en su oficina me dijo que había pasado algo muy grave. Acababan de detener a un grupo de personas que se desplazaban armados en un auto y que eso ponía de algún modo en cuestión el proceso. Evidentemente le respondí que era un montaje de la CNI, que nosotros íbamos a ganar la elección, que lo menos que haríamos eran acciones de ese tipo y que él lo sabía. Me refería a una conversación que habíamos tenido el viernes anterior donde me había dicho que un hermano le había informado de que iban a perder. Le recordé también que los ojos del mundo estaban puestos en esos momentos en Chile.
Yo estaba convencido de que era una provocación y lo estuve durante años hasta el día que, muchos años después y para mi sorpresa, en una entrevista a miembros del Frente Manuel Rodríguez estos reconocían que efectivamente habían sido militantes de ese grupo los que estaban detrás de esa acción que afortunadamente no pasó a mayores.
Cerca de las 16 horas me comunicaron que estaban llegando llamadas telefónicas informando que los carabineros habían desaparecido de Santiago. Recuerdo que bajé corriendo y al abrir la puerta de entrada de la sede constaté que los carabineros que habíamos acordado con Sobarzo la protegerían, colocándose frente a la Universidad Católica y en la esquina de Lastarria con la Alameda, no estaban.
Reconozco que esto me preocupó mucho por lo que decidí ir a ver al Comandante a su oficina. Esta vez le pedí a un amigo que formaba parte del equipo de seguridad del Comando que me acompañara.
Al llegar -no lo olvidaré nunca- Sobarzo escribía algo y no levantó su cabeza sabiendo que estábamos allí y a pesar que nos habíamos visto poco rato antes por el problema de los detenidos en el auto. No nos miraba. “Paco”, le dije, “¿qué pasa con los carabineros?… No están por ningún lado y esto no corresponde a lo que habíamos acordado”. Creo que respondió algo así como “no puede ser” y siguió escribiendo sin mirarnos. Yo insistí, por lo que se paró y tomó uno de los tres teléfonos que tenía en una mesa, los que eran de color negro, blanco y rojo.
De espalda a nosotros, no podíamos escucharlo, comenzó a hablar. Al volverse, esta vez mirándonos, me dijo que no había de que preocuparse que habían partido a almorzar. Solo atiné a decirle que no le creía, que recordara que habíamos planificado la protección de la sede del Comando, la evacuación del personal, de los visitantes extranjeros y que estaban jugando con fuego. No me respondió.
No tengo noción de cuanto tiempo pasó, seguramente poco, pero a mí me pareció una eternidad. Volvimos a la sede y me dirigí de inmediato a contarle a Genaro Arriagada lo que pasaba. En ese momento partía al Centro de Internacional de Prensa, que teníamos en el hotel Holiday Inn cerca de la plaza Italia, que estaba a cargo de Mariano Fernández, dado que el gobierno informaba de que el Si estaba ganando y había que desmentirlo.
El acuerdo previo era de que se informaría de los resultados parciales una vez que a través del computo paralelo hubiéramos contabilizado un millón de votos. Evidentemente había que cambiar esa decisión, los hechos obligaban a hacerlo. Poco tiempo después empezó a oscurecer.
Poco antes fui testigo de un momento difícil que se vivió en el Comando: Gonzalo Martner y algunas personas de su equipo salían y entraban de la sala del cómputo paralelo, se les veía preocupados y tenían razón. Durante unos minutos el sistema informático se cayó, pero fueron capaces de reiniciarlo y superar la emergencia.
A su regreso Genaro me preguntó si había alguna novedad, a lo que respondí que no, por lo que le pidió a su secretaria que llamara al General Director de carabineros, Rodolfo Stange, justo en ese momento y aunque esto parezca el guion de una película fue exactamente así, entró una llamada a su teléfono la que me dijo era del comandante Sobarzo y que quería hablar conmigo.
Tomé el aparato y escuché literalmente: “Mira por la ventana conc…. de tu madre, ahí tenís tus pacos”. Me acerqué a ella y efectivamente el bus y los carabineros estaban allí, al igual que los de la Universidad Católica.
¿Qué había pasado? No tengo ninguna información al respecto, pero pienso que el alto mando retiró sus efectivos porque no tenían claro cuál iba a ser la reacción de Pinochet al saber de la derrota, que ellos estaban consientes de que se produciría. No iban a enfrentar al ejército en caso de que éste sacara sus fuerzas a la calle.
Lo extraño es que esto se produjo antes de que Matthei reconociera que habían perdido al llegar a la Moneda, tras ser citado por Pinochet. Pienso que Carabineros ya sabía que los norteamericanos, toda la comunidad internacional y seguramente sectores que habían apoyado a la dictadura, se iban a oponer firmemente a un nuevo golpe de estado. Las cartas ya estaban echadas.
La Democracia Cristiana y el PPD establecieron centros de seguimiento del proceso independientes del Comando central, por lo que en el quedamos básicamente el equipo original y las personas a las que asignamos una credencial especial para entrar.
Alrededor de las 10 de la noche ya se sabía que habíamos ganado, aunque aún no había un reconocimiento oficial, por lo que comenzaron a concentrarse personas en Portugal con la Alameda. No eran muchas, tal vez unas cuatrocientas y se manifestaban tranquilamente. En el resto de la ciudad no había prácticamente nadie en las calles a esa hora.
En ese momento recibí un nuevo llamado de Sobarzo pidiéndome que me dirigiera al lugar. Una vez allí me dijo que la gente tenía que irse o él estaría obligado a despejar el lugar por la fuerza. Le contesté que me parecía absurdo pues estaban expresando su alegría pacíficamente. Él insistió y yo también. Le expresé que hiciera lo que quisiera, pero que una acción violenta sólo iba a complicar las cosas. Unos pocos minutos después, desde la pisadera del bus, me hizo una seña llevándose la mano a la gorra. Me imagino que despidiéndose y se fue con toda su gente.
Las botellas de champagne que teníamos para celebrar el triunfo sólo las abrimos cuando Cardemil, el subsecretario del Interior, reconoció la derrota. Habíamos cumplido exitosamente nuestra tarea. Al día siguiente mas de un millón de personas, por la Alameda en una marcha historia, festejaron sin que se produjera el mas mínimo incidente, ni siquiera un vidrio roto.
El triunfo del No fue realmente el triunfo del pueblo y la culminación de un largo proceso de organización y movilización social en el que participaron muchas personas, con una valentía que hay que destacar, las que fueron reprimidas muy duramente, pagando incluso algunas con sus vidas.
Un año después la Concertación ganó la presidencia de la República con don Patricio Aylwin y logramos la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y el Senado. Habíamos recuperado la democracia y se iniciaba la difícil tarea de reconstruir Chile.