Por Carlos Cantero.- Chile requiere una estrategia de convergencia público-privada, democrática, participativa y transversal para su adaptabilidad a la Sociedad Digital. Un nuevo pacto social, que permita avanzar con pertinencia y oportunidad, cuidando la inclusividad de todos los sectores de la vida nacional. Las tecnologías son los medios y la persona humana es siempre el fin hacia el que se orienta el proceso. La definición estratégica fundamental de la sociedad digital es que debe estar centrada en la persona humana, en la calidad de vida y el respeto al medio ambiente.
En la Sociedad Digital (S-5.0) converge el ciberespacio (digital) con el espacio analógico o natural. Esta transformación impacta en los cuatro estadios anteriores: la Sociedad (1.0) de cazadores y recolectores; la Sociedad (2.0) Agrícola; la Sociedad (3.0) Industrial; y la Sociedad (4.0) de la Información. Se perfila la denominada sociedad (6.0) de la Singularidad, que marcará la convergencia de la inteligencia humana y la inteligencia artificial, acompañada de la nanotecnología, la biotecnología, automatización y la robótica. El cambio radical tiene que ver con la superación de la exterioridad humana para penetrar en la subjetividad (mental y física), que junto con los beneficios que conlleva, encarna a la vez el riesgo de manipulación y degradación humana. Este estadio constituye un ethos completamente distinto y demanda nuevas definiciones éticas, estéticas y de emocionalidad. Los actores del mundo intelectual, ético, filosófico y espiritual, cautelaremos la vigencia de los valores éticos del Humanismo? O, por el contrario, ¿Dejaremos que los definan los programadores de algoritmos? ¿Estamos conscientes del peligro que ello entraña? ¡Debemos definir si seremos actores del proceso o comentaristas; simples cronistas críticos de lo que se hace bien o mal! Emerge un ethos que demanda re-definiciones en la éticas.
La Sociedad Digital emerge en el contexto de la globalización y la revolución de las tecnologías de información y comunicación, constituyendo un profundo cambio cultural, que exige adecuaciones institucionales y de políticas públicas ampliamente consensuadas, participativas y democráticas, para sacar las mayores ventajas lo más tempranamente posible, para la adaptabilidad de las personas, las organizaciones, las empresas y los territorios. Este proceso que demanda un Estado legitimado, eficiente y oportuno, con mirada estratégica y visión prospectiva, que impulse un consenso público-privado.
Chile tiene una amplia cobertura de infraestructura lo que constituye una oportunidad de adaptabilidad digital. Pero, se requiere un profundo cambio en la institucionalidad estatal, extremadamente fragmentada y sectorial (cartesiana). Se requiere integrar y articular estos esfuerzos, con un enfoque sistémico relacional, lo que significa unificar (las partes dispersas) en una estructura técnico-política de mayor jerarquía en la administración del Estado, para promover la convergencia del uso del hardware, software y el humanware (usabilidad por las personas) con un entorno regulatorio y legal lo más adecuado posible. Estas transformaciones administrativas y tecnológicas demandan re-definiciones en la ética, la estética y la emocionalidad, un proceso de adaptabilidad, la generación de habilidades y competencias para la plena inserción en la S-5.0. Ese cambio incluye tanto las habilidades y competencias duras (tecnológicas), como en las habilidades blandas (o socio-relacionales).
La estrategia nacional promueve una amplia cobertura de infraestructura de comunicaciones de base digital, aunque con sectores de gran marginalidad (digital) en las áreas (rurales) alejadas de los grandes centros urbanos, en los que se concentra la oferta. El desafío consiste en romper las asimetrías en el territorio nacional, asumiendo la alta correlación entre bajo nivel socio-económico y la marginalidad digital. La tecnología 4G y, especialmente la llegada del 5G, constituyen una gran oportunidad para definir políticas públicas que apunten a la equidad, la igualdad de oportunidades, la inserción y adaptabilidad a la sociedad digital de todos los chilenos, para que ningún sector quede rezagado.
Los territorios, las empresas y las organizaciones, requieren visión prospectiva y planificación estratégica para la mejor adaptabilidad, se requieren políticas públicas para ese propósito. Se trata que la ciudadanía defina, comparta y cautele un sentido del desarrollo que se desea promover y alcanzar, fuertemente centrado en la persona humana, rompiendo simetrías y desigualdades.
Se requiere un permanente equilibrio dinámico para mantener constante la capacidad adaptativa, con pertinencia, oportunidad, participación e inclusividad. No se trata de estrategias endógenas al Gobierno, sino de ideas ampliamente compartidas, respetadas y valoradas por la sociedad, con objetivos y desafíos que luego se desagregan y sectorializan, para impactar en el ciber-espacio y en el espacio analógico, potenciando las áreas donde hay fortalezas y vigorizando aquellas donde hay definiciones estratégicas para generar un futuro mejor, con horizontes temporales de mediano plazo (10 a 15 años), apalancando las oportunidades con las nuevas tecnologías, en todos los ámbitos relacionales: humanos, sociales, económicos, productivos, de servicios, energéticos, educativos, culturales, espirituales, etc.
Estos cambios repercuten en lo externo a la vida humana y en lo interno a las personas (subjetividad). Esta profunda alteración en la relacionalidad humana, demandan definiciones éticas en las que la ciudadanía debe tener un rol protagónico, junto con las instituciones filosóficas, espirituales y humanistas de la sociedad civil.
Se anuncia el ciclo (Smart) de sociedad-ciudades-organizaciones y territorios inteligentes, la S-5.0 llegó para quedarse, sus transformaciones invaden todas las dimensiones del ser y estar en el mundo, en procesos de alcance global: el Internet de las Cosas, la Inteligencia Artificial, la automatización y robótica, la nanotecnología, la biotecnología, el blockchain, el manejo de la Big Data. Cambian los paradigmas: tecnológico, social, comunicacional, topológico, relacional, entre muchos otros. Estos cambios están en pleno desarrollo y deben generar a las personas una vida cómoda, en torno a las cuatro G: género, generación, gustos y geolocalización.
El Estado, el gobierno, la convergencia público-privada serán determinantes para el éxito del proceso de adaptabilidad al ethos digital, a los cambios tecnológicos, económicos, relacionales y geopolíticos, que implican la emergencia del enfoque Eco-Ético-Sistémico-Relacional, en todas las dimensiones del ser y estar en el mundo. Se requiere (con urgencia) adecuar la institucionalidad pública, extremadamente sectorial, cartesiana y lineal.
Carlos Cantero Ojeda es geógrafo, Dr. en Sociología en la UNED-España. Ex Senador y Vicepresidente del Senado de Chile