Por Carlos Cantero, Patricio Olavarría, Gabriel Peralta y Sergio Salinas.- Este 1º de noviembre se conmemoran 56 años de la partida de Jaime Galté Carré, destacado abogado y académico, un hombre público que dejó grandes enseñanzas a través de su ejemplar vida, especialmente en la dimensión Humanista y Espiritual. Fue un destacado miembro de la Gran Logia de Chile y miembro iniciador de la Orden Martinista en Santiago de Chile, ambas organizaciones de carácter Ético, Iniciático, Filosófico, Fraternal y Espiritual. Además, de ser uno de los fundadores de la Sociedad Chilena de Parapsicología el año 1963, Jaime Galté fue reconocido por sus dones como médium, los que siempre utilizó para ayudar a terceras personas.
Jaime Galté, siempre buscó poner en armonía los atributos de un pensamiento positivo y el amor caritativo, para actuar de manera ecuánime y equilibradamente. Su ejemplaridad, se manifestó básicamente en una ética que buscaba dignificar el comportamiento humano. Además, sus valores y principios elementales lo llevaron a transitar por un camino espiritual muy profundo, que lo motivó a compartir más ampliamente su pensamiento, respecto a que era indispensable alcanzar nuevos estados de consciencias, tanto desde la perspectiva individual como social o colectiva, si queremos dejar de vivir en un mundo agobiado por conflictos de todo tipo, desigualdades económicas y el debilitamiento de la democracia a merced de la anomia y la carencia de un proyecto de sociedad que retome los valores humanistas.
En este ámbito, Galté es una figura respetada como guía, por la sabiduría que contienen sus escritos, así como por la creación de organizaciones para la elevación del espíritu, siempre de manera genuina y desinteresada, atributos hoy urgentes en una sociedad excesivamente individualista y que ha perdido la capacidad de escucharse a sí misma y escuchar al otro, de mucha intolerancia y falta de respeto a la diversidad.
Inspirado de su convicción que la práctica de la tolerancia se alimenta de la sinceridad, Jaime Galté dice (1962): “La controversia nunca convierte a nadie; uno se afirma en las ideas que quiere defender y se obstina más en ellas a medida que el ataque es más vivo; las convicciones se afirman o cambian por sí mismas, a medida que la razón crece y que la luz de la sabiduría se hace. Si bien es cierto que la tolerancia nos exige el respeto para toda creencia sincera, no podemos olvidar que nuestra razón debe rechazar todo dogmatismo, todo fanatismo y toda superstición, si quisiéramos luchar sin descanso contra el error y la maldad”.
Tanto nuestro país como el mundo enfrentan enormes desafíos éticos y filosóficos que hacen pensar en que se requiere re-valorar la sabiduría ancestral que comprendía profundamente la interdependencia de todos los seres y por tanto actuaba en consecuencia también en el mundo visible. Los sabios mensajes que ha legado Jaime Galté Carré tienen más vigencia que nunca.
Hoy asistimos a una ruptura entre lo espiritual y lo material; un materialismo estructural y desbordado, transversal en al espectro político; un individualismo egoísta que desvaloriza el sentido de comunidad y solidaridad; la exacerbación de la competencia en detrimento de la colaboración; un minimalismo de la dignidad de la persona humana; un proceso auto-poiético (generativo, replicativo y sustentable) de nihilismo, es decir, debilitamiento valórico constante; y, de hedonismo o compulsión por el placer inmediatista, sin consideración de las consecuencias de esos actos.
Es la tensión entre la cosmovisión egocéntrica (declinante) y otra, la ecocéntrica, que emerge con sentido de urgencia. Sin embargo, las tensiones entre el materialismo y la espiritualidad, reclaman una visión de mayor complejidad del ser humano y la vida misma en tiempos actuales. No es posible transitar un cambio de paradigma o ethos de época sólo a través de la radicalización, la anarquía o el autoritarismo. Una sociedad que se proponga un norte profundamente humanista y democrático, se debe hacer con liderazgos que busquen el equilibrio entre el pensamiento, los sentimientos humanos y la acción en el mundo. Liderazgos que revivan y recrean instituciones señeras, multipliquen vocerías en la entrega de luces, faros referentes que -con su sabiduría- señalen los derroteros de la existencia humana.
En estos tiempos, qué duda cabe, el mensaje de Galté, hombre múltiple y entrañable, aún tiene mucho que decir.