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La arrogancia de los “patipeludos”

Editorial.- Las últimas declaraciones de la senadora y presidenta de la UDI Jacqueline Van Rysselberghe, en torno a que hay “patipelados” que no tendrían derecho a criticar la labor de los justos servidores públicos da cuenta de un problema social relevante en Chile.

No se trata solo de clasismo manifiesto, sino de una expresión más de una clase política y un estamento de cargos públicos que se cree con privilegios por encima de los chilenos normales, los de a pie, ahora bautizados “patipelados”.

Pero esto es solo una expresión. Tanto o más ofensivo resulta un Congreso completo defendiendo los exagerados sueldos de los legisladores y que se sube las asignaciones motu proprio; un Senado que defiende el secreto en la contratación de asesorías e informes copiados o irrelevantes como parte de un sistema de pagos extraños e irregulares y que no acepta auditorías; un Ejército con generales que se embolsan los viáticos; un Mandatario que no paga las contribuciones o que viaja con sus hijos que están a cargo de la administración de su fortuna a viajes de negocios con otros países, y ministros que le imitan.

Todos ellos creen que pueden hacer lo que quieran porque se sienten con un derecho a los privilegios. Esto no se diferencia del privilegio de prima noctes que tenían los señores feudales durante la Edad Media, por el cual violaban a una recién casada que fuera parte de su servidumbre en sus tierras.

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Es más que un problema ético. No lo ven, porque simplemente no pueden verlo. Creen que sus privilegios (sus sueldos, sus cargos, su educación o cualquier otro tipo de prerrogativa) con derechos naturales. Si fuera solo un problema ético sería cuestión de una sanción social porque hay personas que hacen cosas incorrectas. Pero ellos no lo ven como algo incorrecto. Nunca lo vieron así, y aunque la sociedad, los medios, las redes sociales, los ciudadanos, les pongan las evidencias de su contravención a la lógica y sus atropellos a los derechos de los demás, se enceguecen. No pueden verlo porque estiman que hay un orden superior que los puso ahí (quizás basado en el relato de su propio mérito en llegar donde han llegado en la vida).

Frente a esa situación no cabe una sanción. No es algo que se corrija así no más. Significa dos tipos de país, dos sociedades distintas que no se ven ni conversan, y la única manera de unirlas es un nuevo pacto social que obligue al diálogo, que abra las puertas entre estos dos mundos y haga ver a quienes ostentan privilegios que sólo los poseen temporalmente, y que bajo tierra todos somos iguales.

Alvaro Medina

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