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Perdonen a Matías Pérez, porque no sabe lo que hace

Por José María Vallejo.- “Se me van”, decía Matías Pérez Cruz, presidente de empresas Gasco. Y amenazaba con una solución “no tan pacífica”. “Es mi jardín”.

La arrogancia de quien no solo se pone por encima de la ley (pues las riberas de ríos, lagos y mares son bienes de uso público) sino también por encima de los derechos de sus semejantes, es una muestra de un Chile colonial que no quiere dejarnos.

Es la fronda aristocrática, la actitud de mando. No ponen una cerca, pero la establecen con actitud. Y la creen de verdad. Nacen con ello y lo transmiten de generación en generación. En realidad cree que es su jardín. ¡Cómo es posible que el resto no lo entienda!

Ese es el origen del concepto del mérito. Pues en ese mundo pequeño donde todos son iguales, el mérito efectivamente puede estar dado por el esfuerzo personal. Son iguales porque nadie tiene necesidades: todo está satisfecho y efectivamente los padres pueden decirle a sus hijos que su único trabajo es estudiar. No por una cuestión de supervivencia o definir el futuro (que ya está definido… ser dueños de su patio) sino por “ser mejor”.

Si ese es el único mundo que ven, con seguridad van a pensar que las personas que tienen menos recursos están en esa condición por flojera, porque no han hecho los méritos suficientes. Su falta de empatía, de sentido social, de capacidad de sentirse parte de un todo mayor que ellos mismos,  tiene que ver con la burbuja en la que han crecido.

Matías Pérez Cruz solo representa lo que conoce. Probablemente hace pocos años esa salida al Lago Ranco desde su casa estaba cercada. Habrá tenido que sacar la empalizada porque una ley se lo obligó, pero no deja de considerar ese pedazo de tierra como suya, del mismo modo que muchos que poseen un derecho de agua consideran cada gota como suya.

Los Matías Pérez de nuestro Chile tienen gente que les sirve y probablemente viven seguros de que los sirven con gusto.

La única forma de romper esa barrera de actitud es con educación. Para esto es que sirve la educación cívica y particularmente en este segmento de población: para que los pequeños Matías Pérez, al crecer, tengan un contenido mínimo que los sensibilice frente a sus semejantes y les haga ver una realidad que de otra forma nunca verían.