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La Biopolítica y la Necropolítica: los modernos dispositivos del Poder

Por Hugo Cox.- En el presente artículo intentaré demostrar cómo dos concepciones tienen una amplia vigencia en las sociedades latinoamericanas, me refiero a la biopolítica y la necropolítica. El primer concepto es de Foucault y el segundo es de Mbembe.

Michael Foucault no construye una teoría del poder, sino que lo que hace es analizar el poder, establece cómo funciona y, a su vez, cómo somete a los ciudadanos, estableciendo los sistemas de diferenciación, sus modalidades instrumentales y las distintas formas de institucionalización. Se trata de que el poder debe conducir conductas, actuando sobre las acciones de las personas, ya sea limitándolas o induciendo pautas de conducta, facilitando o dificultando el actuar; de ese modo se establecen relaciones de poder que se vuelven de dominación cuando permiten dominar la conducta de otros sujetos.

El discurso es el vehículo del poder y a través de éste se establece lo verdadero o falso generando formas de exclusión que finalmente se vuelven en un sistema. Estos discursos se distribuyen a través de aparatos políticos y económicos, es lo que Foucault denomina dispositivos de control, en que el poder deja vivir y deja morir, en que la regulación de la población como un gran cuerpo político es el objetivo.

En el biopoder, las tecnologías están al servicio de la biopolítica. Pueden ser la medicina, las estadísticas, políticas públicas o cualquier tecnología que permita controlar o regular a la población, y aquellos que amenazan a la mayoría se les deja morir, al ser omitidos como sujetos de política pública.

La necropolítica de Achille Mbembe aparece como concepto en 2011, a partir de su experiencia en África. Sostiene que la “proliferación de armas y la existencia de mundos de muerte –lugares donde la gente se encuentra tan marginada que en realidad vive como muerto viviente– son un indicador de que existe una política de la muerte”. Según Mbembe, “en un estado sistemático de emergencia, el poder refiere y apela constantemente a la excepción y a una idea ficticia del enemigo”.

Por otra parte, Bauman afirmaba en 2011 “que las operaciones militares y el derecho de matar no son ya prerrogativas exclusivas del Estado, y que el ejército regular no es ya el único medio para ejecutar el derecho de matar”. La abundancia de paramilitares, policías privadas al igual que ejércitos de mercenarios  que tienen  acceso a armas y tecnologías de la muerte y de destrucción y las consecuencias de las políticas socioeconómicas neoliberales, hacen que los campos de refugiados, los guetos en conjunto con las plantaciones de drogas se conviertan en aparatos del necropoder, pero estos actúan al margen de la ley –a través de estados de excepción- y no dentro de ellas.

Por esta razón los Estados neoliberales se han convertido en Estados Gerenciales, en que ya no sólo controlan el comportamiento individual a través de la disciplina, sino que también regulan y administran el crecimiento y la mortandad de la población para la reproducción de sí misma a través de técnicas de autocuidado. Es el desplazar al individuo de la responsabilidad sobre su propia salud, educación, y todo aquello que incide en la reproducción del capital humano que cada individuo posee. Para lograr desplazar sus obligaciones sociales al individuo, el Estado de carácter neoliberal echa mano a dos tecnologías de poder, que son la norma y la política pública.

En síntesis: Tenemos que la biopolítica y la necropolítica son dos conceptos que no están opuestos y, por lo tanto, son parte de un mismo constructo que nos ayuda a explicar parte de lo que hoy conocemos; esto lo podemos ver cuando se usa el concepto de daños colaterales que son la expresión más clara de la biopolítica y la necropolítica.

Bauman advierte: “El compuesto explosivo que forman la desigualdad social en aumento y el creciente sufrimiento humano relegado al estatus de colateralidad (puesto que la marginalidad, la externalidad y la cualidad descartable no se han introducido como parte legítima de la agenda política) tiene todas las calificaciones para ser el más desastroso entre los incontables problemas potenciales que la humanidad puede verse obligada a enfrentar, contener y resolver durante el siglo en curso”. Aquí está el resumen de lo complejo de la situación.