El columnista Fuad Farah analiza la evolución de la centro izquierda, desde la Concertación hasta el Frente Amplio, con los cambios de carácter generacional y de lucha que conllevó. Ello, junto al escenario de destrucción del centro político, augura un futuro poco alentador.
Por Fuad Farah.- Durante los años de gobierno de la Concertación se mantuvo latente un conflicto entre los llamados “autocomplacientes” y los “autoflagelantes”, dependiendo de la visión que en esos grupos se tenía sobre el rumbo de los sucesivos gobiernos.
La representación de esos diversos grupos era transversal a los partidos y, en algunos, unos superaban a otros, mas en los diversos gobiernos los primeros siempre superaban a los segundos.
Pero eso cambió en el segundo gobierno de la presidenta Michelle Bachelet. Se ganó con el compromiso de cambiar la prioridades de gobierno y avanzar en solucionar unos supuestos olvidos, entre ellos el de la desigualdad en muchos aspectos de la vida social.
Todos sabemos lo que ocurrió al poco tiempo de asumir y las consecuencias que el caso Caval trajo para la parálisis de ese gobierno y la total imposibilidad para poder concretar iniciativas que se había comprometido.
Adicionalmente empezó a surgir un movimiento universitario contestatario, cuya principal consigna era que había que vencer a esa generación que había gobernado Chile por veinticuatro años, para revindicar los viejos sueños de la izquierda, con nuevas consignas de generar una forma de gobernar para terminar con este Chile desigual.
Pero esta generación no nació en la lucha social, como la Concertación en dictadura, si no que se alojó en claustros universitarios, con la comodidad que ello conlleva y con las importantes falencias de análisis como consecuencia.
Sin embargo esta aparición de un grupo intelectualmente preparado, y con un propósito no tan oculto de terminar lo que dejó inconcluso el gobierno de Salvador Allende y la Unidad Popular, atrajo a muchos “autoflagelantes”, con las consecuencias que paso a describir.
En los partidos de centro izquierda, que hoy se denominan socialismo democrático -vale decir los partidos PPD, PS, PR- producto de la derrota en la elección presidencial del 2021 y de la convocatoria posterior de algunos de sus militantes a formar parte de este gobierno frenteamplista más PC, se subsumieron en este gobierno, olvidándose de los importantes logros que habían conseguido en muchas materias para el bienestar de las personas que viven en este país.
La centro izquierda y la esencia del centro
Adicionalmente el otro fenómeno político de proporciones que ha ocurrido es la pérdida de relevancia del socialcristianismo y su principal referente político, la Democracia Cristiana.
Esto sirve de prólogo para señalar que a diferencia de mi querido amigo Hugo Cox veo muy difícil, por no decir imposible, que el centro político pueda ser una opción en el corto plazo, tomando en cuenta además que el Partido Socialista ya ha descartado la Federación como alternativa para este tiempo.
Es probable que el péndulo político de representación se mueva de extremo a extremo sin parar en el centro, con las lamentables consecuencias, algunas de las cuales ya están ocurriendo ante nuestros ojos: fuerzas que no acuerdan mínimos comunes, representantes que no les interesa armonizar con una mayoría no militante, grupos que cuando ven la oportunidad tratan de obligar a la sociedad a regirse por su cosmovisión.
Y hay otro aspecto que es aún más profundo: qué entendemos hoy por centro político y cuáles serían sus propósitos, en estos tiempos líquidos y en sociedades tan diversas, con muchos grupos de intereses, cuando ya resulta cada vez más difícil identificar la pertenencia de un individuo a una determinada clase social como la entendía el marxismo tradicional.
Tal vez sea un centro programático que deba ir acomodándose a los tiempos y el desarrollo de la sociedad, con una estructura distinta de partidos a los que conocemos.
Pero es hoy solo un sueño para no caer en pesadillas.