Por Patricio Hales Dib.- La unidad política para gobernar cobra sentido si tiene un ideario sistematizado para cumplir un programa.
No es el caso de la actual alianza política del gobierno del Presidente Boric que, más allá de su sensibilidad, tiene un programa errático, conducido sin coherencia por consignas, ideas sueltas y perforado por los suyos.
En los 70, con la Unidad Popular, aunque equivocados en nuestra apreciación de lo posible, gobernábamos para que Chile fuese una sociedad socialista. Partidarios y adversarios sabían a qué atenerse, pues había ideología, propósito y programa.
En los 90, la Concertación unió a los partidos comprometidos para una Transición a la Democracia y reducción de la pobreza con crecimiento. Abundante literatura autocrítica, incluida la mía, reconoce errores del Gobierno del Presidente Allende, pero no estábamos sin rumbo. Al revés, clavamos la brújula con porfía inflexible.
Y aunque las alianzas políticas UP y Concertación debatieron en su diversidad, el camino estaba claro.
En cambio los partidos del actual gobierno muestran cada semana una sorpresa de tiritón del timón.
Cuesta imaginar la oferta programática futura de la actual alianza gobernante anunciando unidad electoral municipal, parlamentaria y presidencial, mientras aún no logra resolver cómo gobernar en el presente.
¿Unidad para tener los cargos y repetir lo actual?
Parece que la alianza que hoy gobierna pide votos de fe, prometiendo “arreglar la carga en el camino”.
Pueden tener ilusión y buenas intenciones pero han llevado la “carga” con reconocida impericia, disenso programático en sus partidos, rumbo confuso, desorden político y operativo, justificado por más de algún ministro como un “aprendizaje” cuya colegiatura costeamos en dinero los que pagamos impuestos y lo sufren los que esperan las soluciones prometidas.
La causal agravante que ha caracterizado esta “unidad” gobiernista es la falta de unidad de contenidos y tareas a cumplir.
En los mismos días que prepara los candidatos de su unidad electoral…
Los conflictos de los partidos de gobierno superan la sana diversidad del debate en unidad.
Todo este cuadro ha contribuido a entusiasmar a una implacable oposición de derecha que se muestra triunfal.
Si la celebrada unidad electoral de la izquierda gobernante hubiese redefinido propósito y programa, podría haber contribuido, con la sensibilidad y humanismo del Presidente Boric, a fortalecer la centro izquierda, que tan bien a condujo al país desde 1990.
Si aprendieran del pasado, podrían haber enfrentado mejor la realidad de gobernar y, de paso, limpiarse de esa imprudencia originaria con que insultaban política, ideológica y moralmente a los gobiernos de Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet, que lograron los mayores éxitos de reducción de la pobreza. Sus detractores suponen que nuestro pueblo habría votado equivocadamente las cinco veces que eligió a esos presidentes entre 1989 y 2014.
Desde los éxitos, insuficiencias y aprendizajes de la Concertación, podría impulsarse la unidad de una izquierda social demócrata. Esa centro izquierda, despreciada en los discursos del actual gobierno, pero en la que busca liderazgos que lo salven.
Las ideas fundantes socialdemócratas siguen vigentes porque el liberalismo extremo, las debilidades regulatorias del Estado y los dramas sociales no han sido sanados por el mercado.
La social democracia ha evolucionado desde el primer cuarto del siglo XX, como izquierda alternativa a los modelos socialistas, distinguiéndose del marxismo leninismo que promovíamos los que éramos comunistas en los 70, cuando creíamos encandilados, como algunos aún lo creen en Chile, que para progresar y resolver la pobreza bastaría arrebatar para el Estado todos los medios de producción poniéndolos bajo la conducción del Partido único.
Reconstruir la socialdemocracia permitiría no resignarse a que la derecha tenga el camino pavimentado, principalmente por las incapacidades políticas, no personales, de quienes conducen el actual gobierno.
No hay que dar por aceptado que, por reacción, será inevitable el triunfo de la derecha. Pero si la derecha gana, mayor será la razón para recomenzar.
Recomponer centroizquierda es una tarea muy difícil; es tarea de “catacumbas” en la que muchos trabajamos, sin aspirar cargos electorales y aunque ni siquiera alcancemos a vivir sus frutos.
La izquierda chilena necesita construir otra forma de unidad, distinta al izquierdismo ultrista de moda, por bien intencionado que sea y recuperar progreso social y valórico.
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